Una reflexión cristiana sobre la "Nueva Era"
Consejo Pontificio de la Cultura
Consejo Pontificio para el diálogo interreligioso
2003
INDICE
Prefacio
1. ¿Qué tipo de reflexión?
1.1. ¿Por qué ahora?
1.2. En la era de las comunicaciones
1.3. Contexto cultural
1.4. La Nueva Era y la fe católica
1.5. Un desafío positivo
2. La espiritualidad de la Nueva Era: visión general
2.1. ¿Qué hay de nuevo en la Nueva Era?
2.2. ¿Qué pretende ofrecer la Nueva Era?
2.2.1. Encantamiento: tiene que haber un ángel
2.2.2. Armonía y comprensión: buenas vibraciones
2.2.3. Salud: una vida dorada
2.2.4. Totalidad: un viaje mágico al misterio
2.3. Principios fundamentales del pensamiento de la
Nueva Era
2.3.1. Una respuesta global en tiempos de crisis
2.3.2. La matriz principal del pensamiento de la Nueva
Era
2.3.3. Temas centrales de la Nueva Era
2.3.4. ¿Qué dice la Nueva Era sobre...
2.3.4.1. ...la persona humana?
2.3.4.2. ...Dios?
2.3.4.3. ...el mundo?
2.4. « ¿Habitantes del mito o de la historia? »: La
Nueva Era y la cultura
2.5. ¿Por qué ha crecido la Nueva Era con tanta
rapidez y se ha difundido de manera tan eficaz?
3. La Nueva Era y la Espiritualidad Cristiana
3.1. La Nueva Era como espiritualidad
3.2. ¿Narcisismo espiritual?
3.3. El Cristo cósmico
3.4. Mística cristiana y mística Nueva Era
3.5. El « dios interior » y la « theosis »
4. Nueva Era y fe Cristiana frente a frente
5. Jesucristo ofrece el agua de la vida
6. Indicaciones importantes
6.1. Una necesidad: acompañamiento y formación sólida
6.2. Iniciativas prácticas
7. Apéndice
7.1. Algunas formulaciones breves de ideas de la Nueva
Era
7.2. Glosario selecto
7.3. Lugares clave de la Nueva Era
8. Recursos
8.1. Documentos del Magisterio de la Iglesia Católica
8.2. Estudios cristianos
9. Bibliografía general
9.1. Algunos libros de la Nueva Era
9.2. Obras históricas, descriptivas y analíticas
PREFACIO
Este estudio se ocupa del complejo fenómeno de la
Nueva Era (New Age), que influye en numerosos aspectos de la cultura
contemporánea.
El estudio es un informe provisional. Es el fruto de
la reflexión común del Grupo de Trabajo sobre Nuevos Movimientos Religiosos,
compuesto por miembros de diferentes dicasterios de la Santa Sede: los Consejos
Pontificios de la Cultura y para el Diálogo Interreligioso, que son los
redactores principales de este proyecto; la Congregación para la Evangelización
de los Pueblos y el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los
Cristianos.
Estas reflexiones van dirigidas principalmente a los
encargados de la labor pastoral a fin de que puedan explicar en qué difiere el
movimiento Nueva Era de la fe cristiana. El estudio invita a los lectores a
tener en cuenta la sed espiritual de muchas personas de nuestro tiempo, que la
espiritualidad de la Nueva Era trata de colmar. Es preciso reconocer que el
atractivo que ejerce la religiosidad de la Nueva Era sobre algunos cristianos
puede deberse en parte a una falta de atención seria por parte de las propias
comunidades cristianas respecto a temas que, en realidad, son elementos
integrantes de la síntesis católica. Tales son, por ejemplo, la importancia de
la dimensión espiritual del hombre, integrada en el conjunto de su existencia,
la búsqueda del sentido de la vida, la vinculación entre los seres humanos y el
resto de la creación, el deseo de una transformación personal y social, y el
rechazo de una visión racionalista y materialista de la humanidad.
La presente publicación subraya la importancia de
comprender la Nueva Era como corriente cultural, así como la necesidad de que
los católicos comprendan la auténtica doctrina y espiritualidad católicas para
valorar adecuadamente los temas de la Nueva Era. Los dos primeros capítulos
presentan la Nueva Era como una tendencia cultural multifacética y proponen un
análisis de los fundamentos básicos de las ideas transmitidas en dicho
contexto. A partir del tercer capítulo se ofrecen algunas indicaciones para el
estudio de la Nueva Era, comparándola con el mensaje cristiano. Asimismo, se
ofrecen también algunas sugerencias de carácter pastoral.
Quienes deseen profundizar en el estudio de la Nueva
Era encontrarán referencias útiles en los apéndices. Es de esperar que esta
obra proporcione un estímulo para ulteriores estudios, adaptados a los
diferentes contextos culturales. Su objetivo consiste en fomentar el
discernimiento de quienes buscan puntos de referencia sólidos para una vida más
plena. Estamos convencidos de que en la búsqueda de muchos de nuestros
contemporáneos se puede descubrir una auténtica sed de Dios. Como dijo el Papa
Juan Pablo II a un grupo de obispos de Estados Unidos: « Los pastores deben
preguntarse sinceramente si han prestado suficiente atención a la sed del
corazón humano en busca del "agua viva" que solo puede dar Cristo
nuestro Redentor (cf. Jn 3, 7-13) ». Lo mismo que él, queremos apoyarnos « en
la novedad perenne del mensaje evangélico y en su capacidad para transformar y
renovar a quienes lo aceptan » (AAS 864, 330).
1 ¿QUÉ TIPO DE REFLEXIÓN?
Las siguientes reflexiones tienen por objeto orientar
a los encargados de la predicación del Evangelio y de la enseñanza en la
Iglesia, en todos los niveles. Este documento no pretende proporcionar un
conjunto exhaustivo de respuestas a las múltiples cuestiones suscitadas por la
Nueva Era o por otros indicios contemporáneos de la perenne búsqueda humana de
felicidad, sentido y salvación. Es una invitación a comprender la Nueva Era y a
entablar un diálogo con quienes se ven influidos por sus ideas.
El documento ayuda a los agentes de pastoral a
comprender la espiritualidad de la Nueva Era y a responder a la misma,
ilustrando los puntos donde dicha espiritualidad contrasta con la fe católica y
refutando las posturas propugnadas por los pensadores de la Nueva Era en
oposición a la fe cristiana. En realidad, lo que se exige a los cristianos es,
ante todo y sobre todo, estar fundamentados firmemente en su fe. Sobre esta
sólida base, pueden construir una vida que responda positivamente a la
invitación de la primera carta de san Pedro: « Si alguien os pide explicaciones
de vuestra esperanza, estad dispuestos a defenderla, pero con modestia y
respeto, con buena conciencia » (1 Pt 3, 15s).
1.1. ¿Por qué ahora?
El comienzo del tercer milenio no sólo llega dos mil
años después del nacimiento de Cristo, sino también en una época en que los
astrólogos creen que la Era de Piscis –conocida para ellos como la era
cristiana– está tocando a su fin. Estas reflexiones se refieren a la Nueva Era,
que recibe su nombre de la inminente Era astrológica de Acuario. La Nueva Era
es uno de los muchos intentos de dar sentido a este momento histórico con que
la cultura (especialmente la occidental) se ve bombardeada. Resulta difícil ver
con claridad qué hay de compatible e incompatible respecto al mensaje
cristiano. Por eso parece que es este el momento oportuno para ofrecer una
valoración cristiana del pensamiento de la Nueva Era y del movimiento de la
Nueva Era como conjunto.
Se ha dicho, y con razón, que en estos días muchas
personas vacilan entre la certeza y la incertidumbre, especialmente en lo que
se refiere a su identidad.1 Algunos dicen que la religión cristiana es
patriarcal y autoritaria, que las instituciones políticas son incapaces de
mejorar el mundo y que la medicina tradicional (alopática) es sencillamente
incapaz de curar eficazmente a las personas. El hecho de que lo que en otros
tiempos eran elementos centrales de la sociedad se perciban actualmente como
indignos de confianza o carentes de verdadera autoridad, ha creado un clima en
el que las personas dirigen su mirada hacia el interior, hacía sí mismas, en
busca de sentido y de fuerza. Hay también una búsqueda de instituciones
alternativas que se espera puedan responder a sus necesidades más profundas. La
vida caótica y desestructurada de las comunidades alternativas de los años setenta
ha ido dando paso a una búsqueda de disciplina y de estructuras, que son
claramente los elementos clave de los movimientos « místicos » inmensamente
populares. La Nueva Era resulta atractiva sobre todo porque mucho de lo que
ofrece sacia el hambre que con frecuencia las instituciones oficiales dejan
insatisfecha.
Aunque gran parte de la Nueva Era es una reacción
frente a la cultura contemporánea, en muchos aspectos se revela hija de esa
misma cultura. El Renacimiento y la Reforma han configurado el individuo
occidental moderno, que no se siente agobiado por cargas externas, como la
autoridad meramente extrínseca y la tradición. Hay muchos que sienten cada vez
menos la necesidad de « pertenecer » a las instituciones (pese a lo cual, la
soledad sigue siendo en gran medida un azote de la vida moderna), y no se
inclinan a dar a las opiniones « oficiales » mayor valor que a las suyas
propias. Con este culto a la humanidad, la religión se interioriza, de manera
que se va preparando el terreno para una celebración de la sacralidad del yo.
Por eso la Nueva Era comparte muchos de los valores
que propugnan la cultura de la empresa y el « evangelio de la prosperidad » (de
los que se hablará más adelante: sección 2.4), así como la cultura del
consumidor, cuyo influjo puede verse claramente en el número cada vez mayor de
personas que afirman que es posible conciliar el cristianismo y la Nueva Era,
aceptando lo que les parece mejor de uno y otra.2 Merece la pena recordar que
las desviaciones en el seno del cristianismo también han superado el teísmo
tradicional, al aceptar una vuelta unilateral al Yo, lo cual favorecería esta
fusión de enfoques diferentes. Lo que importa señalar es que, en ciertas
prácticas de la Nueva Era, Dios queda reducido a una prolongación del progreso
del individuo.
La Nueva Era atrae a personas imbuidas de los valores
de la cultura moderna. La libertad, la autenticidad, la autosuficiencia y otras
cosas por el estilo se consideran sagradas. Atrae a quienes tienen problemas
con estructuras de tipo patriarcal. « No requiere más fe o más creencia que la
necesaria para ir al cine »,3 y sin embargo pretende saciar el apetito
espiritual del hombre. Pero, y aquí se halla la cuestión central, ¿qué se
entiende exactamente por espiritualidad en el ambiente de la Nueva Era? La
respuesta es clave para desentrañar algunas de las diferencias entre la
tradición cristiana y gran parte de lo que puede llamarse Nueva Era. Algunas
versiones de la Nueva Era dominan las fuerzas de la naturaleza y buscan
comunicarse con otros mundos para descubrir el destino de los individuos, para
ayudarles a sintonizar con la frecuencia adecuada y sacar el máximo partido de
sí mismos y de sus circunstancias. En la mayor parte de los casos, resulta
completamente fatalista. El cristianismo, por su parte, es una invitación a
dirigir la mirada hacia el exterior, más allá, al « nuevo adviento » del Dios
que nos llama a vivir el diálogo del amor.4
1.2. En la era de las comunicaciones
La revolución tecnológica de las comunicaciones en los
últimos años ha provocado una situación completamente nueva. La facilidad y la
velocidad con que hoy podemos comunicarnos es una de las razones por las que la
Nueva Era ha atraído la atención de personas de todas las edades y ambientes.
Muchos cristianos, sin embargo, no están seguros de qué es en realidad.
Internet, en particular, ha adquirido un enorme influjo, especialmente en los
jóvenes, que lo consideran un medio agradable y fascinante para obtener
información. Pero sobre numerosos aspectos de la religión es un vehículo
superficial de desinformación: no todo lo que se presenta con la etiqueta de «
cristiano » o « católico » es de fiar, ni refleja la doctrina de la Iglesia
Católica. Al mismo tiempo, hay una notable expansión de las fuentes de la Nueva
Era que van desde cosas serias a lo ridículo. Las personas necesitan, más aún,
tienen derecho a una información fidedigna sobre las diferencias entre el
cristianismo y la Nueva Era.
1.3. Contexto cultural
Cuando se examinan muchas de las tradiciones de la Nueva
Era, en seguida aparece claro que, en realidad, es poco que hay de lo nuevo en
la Nueva Era. El nombre parece haberse difundido a través de los rosacruces y
la francmasonería, en tiempos de las revoluciones francesa y americana. Sin
embargo, la realidad que denota es una variante contemporánea del esoterismo
occidental, que se remonta a los grupos gnósticos surgidos en los primeros
tiempos del cristianismo y que se afianzaron en época de la Reforma en Europa.
Este gnosticismo se fue desarrollando junto con las
nuevas visiones científicas del mundo y adquirió una justificación racional a
lo largo de los siglos XVIII y XIX. Implicaba un progresivo rechazo del Dios
personal y se fue centrando en otras entidades que en el cristianismo
tradicional figuraban como intermediarias entre Dios y la humanidad, con
adaptaciones cada vez más originales de las mismas, e incluso añadiendo otras.
Una poderosa corriente de la cultura occidental moderna que ha contribuido a
difundir las ideas de la Nueva
Era es la aceptación general de la teoría
evolucionista de Darwin. Esto, junto con una atención centrada en los poderes o
fuerzas espirituales ocultas de la naturaleza, ha sido la columna vertebral de
lo que hoy se conoce como teoría de la Nueva Era. En realidad, si la Nueva Era
ha alcanzado un notable grado de aceptación ha sido porque la cosmovisión en
que se basa ya estaba ampliamente aceptada. El terreno estaba bien preparado
por el crecimiento y la difusión del relativismo, junto con una antipatía o
indiferencia hacia la fe cristiana.
Ha habido, además, un vivo debate acerca de si, y en
qué medida, se puede calificar la Nueva Era como un fenómeno posmoderno. La
existencia misma del pensamiento y la práctica de la Nueva Era, así como su
vitalidad, dan testimonio del insaciable anhelo del espíritu humano en pos de
la trascendencia y del sentido religioso, algo que no es sólo un fenómeno
cultural contemporáneo, sino que ya se manifestaba en el mundo antiguo, tanto
cristiano como pagano.
1.4. La Nueva Era y la fe católica
Aun cuando se pueda admitir que la religiosidad de la
Nueva Era en cierto modo responde al legítimo anhelo espiritual de la
naturaleza humana, es preciso reconocer que tales intentos se oponen a la
revelación cristiana. En la cultura occidental en particular, es muy fuerte el
atractivo de los enfoques « alternativos » a la espiritualidad.
Por otra parte, entre los católicos mismos, incluso en
casas de retiro, seminarios y centros de formación para religiosos, se han
popularizado nuevas formas de afirmación psicológica del individuo. Al mismo
tiempo, hay una nostalgia y una curiosidad crecientes por la sabiduría y los
rituales de antaño, lo cual explica en parte el notable aumento de la
popularidad del esoterismo y del gnosticismo.
Muchos se sienten especialmente atraídos por lo que se
conoce –correctamente o no– como « espiritualidad » celta,5 o por las
religiones de los pueblos antiguos. Los libros y cursos sobre espiritualidad o
sobre religiones antiguas u orientales son un negocio floreciente y con frecuencia
reciben el apelativo de « Nueva Era » por razones de carácter comercial. Pero
los vínculos con dichas religiones no siempre están claros. De hecho, con
frecuencia se niegan.
Un discernimiento cristiano adecuado del pensamiento y
de la práctica de la Nueva Era no puede dejar de reconocer que, como el
gnosticismo de los siglos II y III, ésta representa una especie de compendio de
posturas que la Iglesia ha identificado como heterodoxas. Juan Pablo II ha
alertado respecto al « renacimiento de las antiguas ideas gnósticas en la forma
de la llamada New Age. No debemos engañarnos pensando que ese movimiento pueda
llevar a una renovación de la religión. Es solamente un nuevo modo de practicar
la gnosis, es decir, esa postura del espíritu que, en nombre de un profundo
conocimiento de Dios, acaba por tergiversar Su Palabra sustituyéndola por
palabras que son solamente humanas. La gnosis no ha desaparecido nunca del
ámbito del cristianismo, sino que ha convivido siempre con él, a veces bajo la
forma de corrientes filosóficas, más a menudo con modalidades religiosas o
pararreligiosas, con una decidida aunque a veces no declarada divergencia con
lo que es esencialmente cristiano ».6
Un ejemplo de esto puede verse en el eneagrama, –un
instrumento para el análisis caracterial según nueve tipos– que, cuando se
utiliza como medio de desarrollo personal, introduce ambigüedad en la doctrina
y en la vivencia de la fe cristiana.
1.5. Un desafío positivo
No debe subestimarse el atractivo de la religiosidad
de la Nueva Era. Cuando falta un conocimiento profundo de los contenidos de la
fe cristiana, algunos, pensando erróneamente que la religión cristiana no es
capaz de inspirar una espiritualidad profunda, la buscan en otros lugares. A
decir verdad, algunos dicen que la Nueva Era se está quedando anticuada y
hablan ya de la « próxima » era.7 Hablan de una crisis que comenzó a
manifestarse en Estados Unidos a comienzos de los años 1990, pero admiten que,
especialmente fuera del mundo de habla inglesa, tal « crisis » puede llegar más
tarde. Sin embargo, las librerías y las emisoras de radio, así como la multitud
de grupos de auto-ayuda en numerosas ciudades y capitales occidentales, todos
ellos parecen desmentir tal crisis. Parece que, al menos por el momento, la
Nueva Era sigue estando bien viva como parte del actual panorama cultural.
El éxito de la Nueva Era presenta un desafío a la
Iglesia. Muchos piensan que la religión cristiana ya no les ofrece –o tal vez
nunca les proporcionó– algo que necesitaran realmente. La búsqueda que con
frecuencia conduce a una persona a la Nueva Era es un anhelo auténtico: de una
espiritualidad más profunda, de algo que les toque el corazón, de un modo de
hallar sentido a un mundo confuso y a menudo alienante. Hay algo de positivo en
las críticas que la Nueva Era dirige al « materialismo de la vida cotidiana, de
la filosofía e incluso de la medicina y de la psiquiatría; al reduccionismo,
que se niega a tener en cuenta las experiencias religiosas y sobrenaturales; a
la cultura industrial de un individualismo desenfrenado, que inculca el egoísmo
y se despreocupa de los demás, del futuro y del medio ambiente ».8
Los problemas que plantea la Nueva Era nacen más bien
de lo que propone como respuestas alternativas a las cuestiones vitales. Si no
queremos que la Iglesia sea acusada de permanecer sorda a los anhelos de los
hombres, sus miembros deben hacer dos cosas: afianzarse con mayor firmeza aún
en los fundamentos de su fe y escuchar el clamor, con frecuencia silencioso,
del corazón de los hombres, que les lleva a alejarse de la Iglesia cuando no
encuentran en ella respuestas satisfactorias. En todo ello hay también una
llamada a acercarse a Jesucristo y a estar dispuestos a seguirle, ya que Él es
el verdadero camino hacia la felicidad, la verdad sobre Dios y la plenitud de
vida para cuantos estén dispuestos a responder a su amor.
2 LA ESPIRITUALIDAD DE LA NUEVA ERA
VISIÓN GENERAL
En muchas sociedades occidentales, y de manera
creciente también en otras partes del mundo, los cristianos con frecuencia
entran en contacto con diversos aspectos del fenómeno conocido como Nueva Era.
Muchos de ellos sienten la necesidad de entender cómo pueden aproximarse de la
mejor manera posible a algo tan seductor y, al mismo tiempo, complejo, esquivo
y en ocasiones perturbador. Estas reflexiones intentan ayudar a los cristianos
a hacer dos cosas:
– identificar los elementos del desarrollo de la
tradición de la Nueva Era;
– señalar los elementos incompatibles con la revelación
cristiana.
Ésta es una respuesta pastoral a un desafío actual. No
pretende proporcionar una lista exhaustiva de los fenómenos de la Nueva Era, ya
que eso requeriría un voluminoso tratado, aparte de que dicha información está
disponible en otros lugares. Es esencial intentar comprender la Nueva Era
correctamente para evaluarla con imparcialidad y evitar crear una caricatura de
la misma. Sería insensato, además de falso, decir que todo lo relacionado con
este movimiento es bueno, o que es malo todo lo que se refiere a él. No
obstante, dada la visión subyacente a la religiosidad de la Nueva Era, en
términos generales es difícil reconciliarla con la doctrina y la espiritualidad
cristianas.
La Nueva Era no es un movimiento en el sentido en que
normalmente se emplea el término « Nuevo Movimiento Religioso », ni es lo que
normalmente se da a entender con los términos « culto » o « secta ». Es mucho
más difuso e informal, ya que atraviesa las diversas culturas, en fenómenos tan
variados como la música, el cine, seminarios, talleres, retiros, terapias, y en
otros muchos acontecimientos y actividades, si bien algunos grupos religiosos o
para-religiosos han incorporado conscientemente algunos elementos de la Nueva
Era, e incluso algunos han sugerido que esta corriente ha sido fuente de
inspiración para varias sectas religiosas y para-religiosas.9 Sin embargo, la
Nueva Era no es un movimiento individual uniforme, sino más bien un entramado
amplio de seguidores cuyo característica consiste en pensar globalmente y actuar
localmente. Quienes forman parte del entramado no se conocen necesariamente
unos a otros y raramente se reúnen, si es que llegan a hacerlo.
Con el fin de evitar la confusión que puede surgir al
usar el término « movimiento », algunos se refieren a la Nueva Era como un «
ambiente » (milieu)10 o un « culto de audiencia » (audience cult).11 Sin
embargo, también se ha señalado que « es una corriente de pensamiento muy
coherente »,12 un desafío deliberado a la cultura moderna. Es una estructura
sincretista que incorpora muchos elementos diversos y que permite compartir
intereses o vínculos en grados distintos y con niveles de compromiso muy
variados.
Muchas tendencias, prácticas y actitudes más o menos
vinculadas la Nueva Era, en realidad son parte de una reacción más amplia,
fácilmente identificable, frente a la cultura dominante, de modo que el término
« movimiento » no está completamente fuera de lugar. Puede aplicarse a la Nueva
Era en el mismo sentido en que se aplica a otros movimientos sociales de vasto
alcance, tales como el movimiento por los derechos civiles o el movimiento por
la paz. Igual que éstos, abarca un impresionante conjunto de personas
vinculadas a los objetivos fundamentales del movimiento, pero sumamente
diferentes por la manera en que se vinculan a él y por el modo de entender
algunas cuestiones concretas.
La expresión « religión de la Nueva Era » es más
controvertida, por lo que conviene evitarla, a pesar de que la Nueva Era es con
frecuencia una respuesta a preguntas y necesidades religiosas, que ejerce su
atracción sobre personas que tratan de descubrir o redescubrir una dimensión
religiosa en su vida. Evitar el término « religión de la Nueva Era » no
significa en modo alguno poner en cuestión el carácter genuino de la búsqueda
de significado y del sentido de la vida por parte de esas personas. Respeta el
hecho de que muchos de quienes están dentro del movimiento Nueva Era distinguen
cuidadosamente entre « religión » y « espiritualidad ».
Muchos han rechazado la religión organizada, porque a
su juicio no ha logrado responder a sus necesidades y por ello se han dirigido
a otros lugares para encontrar « espiritualidad ». Más aún, en el corazón de la
Nueva Era está la creencia de que la época de las religiones particulares ha
pasado, por lo que referirse a ella como a una religión sería contradecir su
propia autocomprensión. No obstante, se puede situar la Nueva Era en el
contexto más amplio de la religiosidad esotérica, cuyo atractivo sigue
creciendo.13
Hay un problema implícito en el presente texto.
Tratando de entender y evaluar algo que es esencialmente una exaltación de la
riqueza de la experiencia humana, inevitablemente se le objetará que jamás
podrá hacer justicia a un movimiento cultural cuya esencia es precisamente
romper con lo que se consideran los límites restrictivos del discurso racional.
En realidad, tiene por objeto invitar a los cristianos a tomar en serio la
Nueva Era y, como tal, pide a quienes lo lean entrar en un diálogo crítico con
quienes se aproximan al mismo mundo desde perspectivas muy diferentes.
La eficacia pastoral de la Iglesia en el tercer
milenio depende en gran medida de la preparación de comunicadores eficaces del
mensaje evangélico. Lo que sigue es una respuesta a las dificultades expresadas
por muchos de quienes están en contacto con ese fenómeno tan complejo y
escurridizo conocido como la Nueva Era. Es un intento de comprender qué es la
Nueva Era y de identificar las preguntas a las que ésta pretende ofrecer
respuestas y soluciones. Hay ya excelentes libros y otros materiales que
analizan el fenómeno en su conjunto o que explican aspectos particulares con
gran detalle. Nos referiremos a algunos de ellos en el apéndice.
No obstante, no siempre realizan el necesario
discernimiento a la luz de la fe cristiana. El propósito del presente texto es
ayudar a los católicos a encontrar una clave para entender los principios
básicos que hay tras el pensamiento de la Nueva Era, de modo que puedan valorar
cristianamente los elementos de la Nueva Era que encuentren. Conviene recordar
que muchas personas rechazan el término « Nueva Era » y sugieren la expresión «
espiritualidad alternativa » como más correcta y menos restrictiva.
También es verdad que muchos de los fenómenos
mencionados en este documento probablemente no lleven ninguna etiqueta
particular, pero se presupone, en aras de la brevedad, que los lectores
identificarán el fenómeno o conjunto de fenómenos que pueden estar
razonablemente vinculados con el movimiento cultural general conocido
habitualmente como Nueva Era.
2.1. ¿Qué hay de nuevo en la Nueva Era?
Para muchos, el término « Nueva Era » se refiere a un
momento decisivo de la historia. Según los astrólogos, vivimos en la Era de
Piscis, que ha estado dominada por el cristianismo y que será reemplazada por
la nueva era de Acuario a comienzos del tercer milenio.14
La Era de Acuario adquiere una enorme importancia en
el movimiento de la Nueva Era, en gran medida a causa del influjo de la
teosofía, el espiritismo y la antroposofía, así como de sus antecedentes
esotéricos. Quienes subrayan el inminente cambio del mundo expresan a menudo el
deseo de dicho cambio, no tanto en el mundo mismo cuanto en nuestra cultura, en
nuestro modo de relacionarnos con el mundo. Esto es especialmente manifiesto en
quienes acentúan la idea de un Nuevo Paradigma de vida. Es un enfoque
atractivo, puesto que en algunas de sus manifestaciones, los hombres no son
espectadores pasivos, sino que desempeñan un papel activo en la transformación
de la cultura y en la creación de una nueva conciencia espiritual.
En otras manifestaciones, se atribuye un mayor poder a
la progresión inevitable de los ciclos naturales. En cualquier caso, la Era de
Acuario es una visión, no una teoría. Pero la Nueva Era es una tradición
amplia, que incorpora muchas ideas sin vinculación explícita con el cambio de
la Era de Piscis a la Era de Acuario. Entre ellas hay visiones moderadas, pero
muy generalizadas, de un futuro en el que habrá una espiritualidad planetaria
junto a las religiones individuales, instituciones políticas planetarias que
complementarán las locales, entidades económicas globales más participativas y
democráticas, una mayor importancia de las comunicaciones y la educación, un
enfoque mixto de la salud que combinará la medicina profesional y la auto-curación,
una comprensión del yo más andrógina, y formas de integrar la ciencia, la
mística, la tecnología y la ecología.
Una vez más, esto demuestra el profundo deseo de una
existencia satisfactoria y saludable para la raza humana y para el planeta. Entre
las tradiciones que confluyen en la Nueva Era pueden contarse: las antiguas
prácticas ocultas de Egipto, la cábala, el gnosticismo cristiano primitivo, el
sufismo, las tradiciones de los druidas, el cristianismo celta, la alquimia
medieval, el hermetismo renacentista, el budismo zen, el yoga, etc.15
En esto consiste lo « nuevo » de la Nueva Era. Es un «
sincretismo de elementos esotéricos y seculares ».16 Se vincula a la
percepción, ampliamente difundida, de que el tiempo está maduro para un cambio
fundamental de los individuos, la sociedad y el mundo. Hay varias expresiones
de la necesidad de cambio:
– de la física mecanicista de Newton a la física
cuántica;
– de la exaltación de la razón de la modernidad a una
valoración del sentimiento, la emoción y la experiencia (descrita a menudo como
un desplazamiento del pensamiento racional del « cerebro izquierdo » al
pensamiento intuitivo del « cerebro derecho »);
– de un dominio de la masculinidad y el patriarcado, a
una celebración de la feminidad en los individuos y en la sociedad.
En este contexto, se usa con frecuencia el término «
cambio de paradigma » (paradigm shift). A veces, claramente se presupone que
tal cambio no sólo es deseable, sino inevitable. El rechazo a la modernidad,
subyacente a este deseo de cambio, no es nuevo. Más bien puede describirse como
« un restablecimiento o "revival" moderno de las religiones paganas
con una mezcla de influjos tanto de las religiones orientales como de la
psicología, la filosofía, la ciencia y la contracultura modernas, desarrolladas
en los años cincuenta y sesenta ».17 La Nueva Era no es sino un testigo de una
revolución cultural, una reacción compleja frente a las ideas y valores
dominantes en la cultura occidental, a pesar de lo cual su crítica idealista
es, paradójicamente, típica de la cultura que critica.
Es preciso decir una palabra sobre la idea de cambio
de paradigma. La popularizó Thomas Kuhn, historiador americano de la ciencia,
que concibió el paradigma como « la constelación entera de creencias, valores,
técnicas, etc., compartidos por los miembros de una comunidad dada ».18 Cuando
se produce un desplazamiento de un paradigma a otro, se trata de una
transformación en bloque de la perspectiva más que de un desarrollo gradual: en
realidad, es una revolución. Kuhn puso de relieve que los paradigmas rivales
son inconmensurables y no pueden coexistir.
Por eso, afirmar que un cambio de paradigma en el
ámbito de la religión y de la espiritualidad es simplemente una manera nueva de
formular las creencias tradicionales, constituye un error. Lo que sucede en
realidad es un cambio radical de cosmovisión, que pone en entredicho no sólo el
contenido, sino también la interpretación fundamental de la visión anterior.
Tal vez el ejemplo más claro de todo esto, por lo que se refiere a la relación
entre la Nueva Era y el cristianismo, sea la reelaboración de la vida y el
significado de Jesucristo. Es imposible reconciliar estas dos visiones.19
Está claro que la ciencia y la tecnología han sido
incapaces de cumplir sus promesas de antaño, por lo que los hombres se han
vuelto hacia el ámbito espiritual en búsqueda de significado y de liberación.
Tal como ahora la conocemos, la Nueva Era procedía de la búsqueda de algo más
humano y más bello frente a la experiencia opresora y alienante de la vida en
la sociedad occidental. Sus primeros exponentes, dispuestos a extender su
mirada en esta búsqueda, hicieron de ella un enfoque muy ecléctico. Podría ser
uno de los signos de la « vuelta a la religión », pero desde luego no es una vuelta
a las doctrinas y credos cristianos ortodoxos.
Los primeros símbolos de este « movimiento » que se
introdujeron en la cultura occidental fueron el conocido festival de Woodstock,
en el estado de Nueva York, en 1969, y el musical Hair, que expuso los
principales temas de la Nueva Era en su canción emblemática « Aquarius ».20
Pero esto era tan sólo la punta de un iceberg cuyas
verdaderas dimensiones se han podido percibir sólo en una época relativamente
reciente. El idealismo de los años 1960 y 1970 todavía sobrevive en algunos
sectores. Pero ahora ya no son los adolescentes quienes están implicados
principalmente. Los vínculos con la ideología política de izquierdas se han
desvanecido y las drogas psicodélicas no tienen ya la importancia de entonces.
Han sucedido tantas cosas desde entonces que todo esto ya no resulta
revolucionario. Las tendencias « espirituales » y « místicas » que antes se
limitaban a la contracultura, hoy día forman parte arraigada de la cultura
dominante y afectan a facetas tan distintas de la vida como la medicina, la
ciencia, el arte y la religión. La cultura occidental está ahora imbuida de una
conciencia política y ecológica más generalizada y todo este desplazamiento
cultural ha ejercido un enorme impacto en los estilos de vida de las personas.
Algunos han sugerido que el « movimiento » Nueva Era es precisamente ese gran
cambio hacia lo que se considera « un género de vida notablemente mejor ».21
2.2. ¿Qué pretende ofrecer la Nueva Era?
2.2.1. Encantamiento: tiene que haber un ángel
Uno de los elementos más comunes de la espiritualidad
de la Nueva Era es la fascinación por las manifestaciones extraordinarias y en
particular por los seres paranormales. Las personas reconocidas como médiums
aseguran que su personalidad es poseída por otra entidad durante el trance, un
fenómeno de la Nueva Era conocido como « channeling » (canalización), en el
cual el médium puede perder el control de su cuerpo y de sus facultades.
Algunas personas que han sido testigos de estos
acontecimientos no dudarían en admitir que las manifestaciones son
efectivamente espirituales, pero no proceden de Dios, a pesar del lenguaje de
amor y luz que suele usarse casi siempre... Probablemente sea más correcto
referirse a ello como a una forma contemporánea de espiritismo, más que a una
espiritualidad en sentido estricto. Otros amigos y consejeros del mundo del
espíritu son los ángeles (que se han convertido en centro de un nuevo negocio
de libros e imágenes). Cuando en la Nueva Era se habla de ángeles, se hace de manera
poco sistemática, pues las distinciones en este ámbito no siempre se consideran
útiles, sobre todo si son demasiado precisas, ya que « hay muchos niveles de
guías, entidades, energías y seres en cada octava del universo... Están allí
para que los escojas y elijas según tus propios mecanismos de
atracción-repulsión ».22
Estos seres espirituales a veces son invocados de
manera « no religiosa » como una ayuda para la relajación, con vistas a mejorar
la toma de decisiones y el control de la propia vida personal y profesional.
Otra experiencia de la Nueva Era, que aseguran poseer algunos que se
autodefinen como « místicos », consiste en la fusión con algunos espíritus que
enseñan a través de personas concretas. Algunos espíritus de la naturaleza son
descritos como energías potentes que existen en el mundo natural y también en
los « niveles interiores »: es decir, aquellos a los que se accede mediante el
uso de rituales, drogas y otras técnicas para alcanzar estados de conciencia
alterados. Está claro que, al menos en teoría, la Nueva Era a menudo no
reconoce ninguna autoridad espiritual más allá de la experiencia personal
interior.
2.2.2. Armonía y comprensión: buenas vibraciones
Fenómenos tan diversos como el Jardín de Findhorn y
Feng Shui23 representan una diversidad de estilos que ilustran la importancia
de estar en sintonía con la naturaleza y el cosmos. En la Nueva Era no existe
distinción entre el bien y el mal. Las acciones humanas son fruto de la
iluminación o de la ignorancia. De aquí que no podamos condenar a nadie, y que
nadie tenga necesidad de perdón. Creer en la existencia del mal sólo puede
crear negatividad y temor. La respuesta a la negatividad es el amor. Pero no
del tipo que tiene que traducirse en acciones; es más una cuestión de actitudes
de la mente. El amor es energía, una vibración de alta frecuencia; el secreto
de la felicidad y de la salud consiste en sintonizar con la gran cadena del
ser, de encontrar el propio puesto en ella. Los maestros y las terapias de la
Nueva Era afirman ofrecer la clave para encontrar las correspondencias entre
todos los elementos del universo, de modo que uno pueda modular la tonalidad de
su vida y estar en armonía absoluta con los demás y con cuanto lo rodea, si
bien el trasfondo teórico varía de uno a otro.24
2.2.3. Salud: una vida dorada
La medicina formal (alopática) tiende en la actualidad
a limitarse a curar dolencias aisladas, concretas, y no logra una visión de
conjunto de la salud de la persona: esto ha provocado frecuentemente una
comprensible insatisfacción. La popularidad de las terapias alternativas ha
aumentado enormemente porque aseguran abarcar a la persona en su totalidad y se
dedican a sanar más que a curar. Como es sabido, la sanidad holística se centra
en el importante papel que desempeña la mente en la curación física. Se dice
que la conexión entre los aspectos espirituales y físicos de la persona se
encuentra en el sistema inmunológico o en el sistema chakra hindú.
Desde la perspectiva de la Nueva Era, la enfermedad y
el sufrimiento proceden de una actuación contra la naturaleza. Cuando se está
en sintonía con la naturaleza, cabe esperar una vida más saludable e incluso
una prosperidad material. Según algunos sanadores de la Nueva Era, en realidad
no tendríamos por qué morir. El desarrollo de nuestro potencial humano nos
pondrá en contacto con nuestra divinidad interior y con aquellas partes de
nuestro yo alienadas o suprimidas. Esto se revela sobre todo en los Estados de
Conciencia Alterados (Alterated States of Consciuousness, ASCs), inducidos por
las drogas o por diversas técnicas de expansión de la mente, particularmente en
el contexto de la « psicología transpersonal ».
Se suele considerar al chamán como el especialista de
los estados de conciencia alterados, como aquel que es capaz de mediar entre
los reinos transpersonales de los dioses y los espíritus y el mundo de los
humanos.
Hay una notable variedad de enfoques que promueven la
salud holística, derivados unos de antiguas tradiciones culturales, conectados
otros con las teorías psicológicas desarrolladas en Esalen durante los años
1960-1970.
La publicidad relacionada con la Nueva Era cubre un
amplio espectro de prácticas, tales como la acupuntura, el biofeedback, la
quiropráctica, la kinesiología, la homeopatía, la iridología, el masaje y
varios tipos de « bodywork » (tales como ergonomía, Feldenkrais, reflexología,
Rolfing, masaje de polaridad, tacto terapéutico, etc.), la meditación y la
visualización, las terapias nutricionales, sanación psíquica, varios tipos de
medicina a base de hierbas, la sanación mediante cristales (cristaloterapia),
metales (metaloterapia), música (musicoterapia) o colores (cromoterapia), las
terapias de reencarnación y, por último los programas en doce pasos y los
grupos de auto-ayuda.25 Se dice que la fuente de la sanación está dentro de
nosotros mismos, que la podemos alcanzar cuando estamos en contacto con nuestra
energía interior o con la energía cósmica.
En cuanto la salud incluye una prolongación de la
vida, la Nueva Era ofrece una fórmula oriental en términos occidentales.
Originariamente, la reencarnación formaba parte del pensamiento cíclico hindú,
basada en el atman o núcleo divino de la personalidad (más tarde, el concepto
de jiva), que se trasladaba de cuerpo a cuerpo en un ciclo de sufrimiento (samsara),
determinado por la ley del karma, vinculado al comportamiento en las vidas
pasadas. La esperanza estriba en la posibilidad de nacer en un estado mejor o,
definitivamente, en la liberación de la necesidad de volver a nacer. A
diferencia de la mayoría de las tradiciones budistas, lo que vaga de cuerpo en
cuerpo no es un alma, sino un contínuum de conciencia.
En ambas tradiciones, la vida presente está encerrada
en un proceso cósmico potencialmente infinito, sin fin, que incluye incluso a
los dioses. En occidente, después de Lessing, la reencarnación se ha entendido
de manera mucho más optimista, como un proceso de aprendizaje y de realización
individual progresiva. El espiritismo, la teosofía, la antroposofía y la Nueva
Era ven la reencarnación como una participación en la evolución cósmica. Este
enfoque postcristiano de la escatología se considera como la respuesta a las
cuestiones no resueltas por la teodicea y prescinde del concepto de infierno.
Cuando el alma se separa del cuerpo, los individuos pueden volver la mirada
hacia toda su vida hasta ese instante y cuando el alma se une a su nuevo cuerpo
se obtiene una visión anticipada de la siguiente fase de la vida. Uno puede
acceder a sus vidas anteriores mediante los sueños y las técnicas de
meditación.26
2.2.4. Totalidad: un viaje mágico al misterio
Una de las preocupaciones centrales del movimiento
Nueva Era es la búsqueda de « totalidad ». Invita a superar todas las formas de
« dualismo », ya que dichas divisiones son un producto insalubre de un pasado
menos iluminado. Las divisiones que según los promotores de la Nueva Era se
deben superar, incluyen la diferencia real entre el Creador y la creación, la
distinción real entre el hombre y la naturaleza o entre el espíritu y la
materia, todas las cuales son consideradas erróneamente como formas de
dualismo.
Se da por supuesto que estas tendencias dualistas
están basadas en definitiva en las raíces judeocristianas de la civilización
occidental, cuando en realidad sería más acertado vincularlas al gnosticismo, y
en particular al maniqueísmo. A la revolución científica y al espíritu del
racionalismo moderno se los considera culpables especialmente de la tendencia a
la fragmentación que considera las unidades orgánicas como mecanismos
reducibles a sus componentes más pequeños, que pueden explicarse a continuación
en función de estos últimos, así como de la tendencia a reducir el espíritu a
la materia, de manera que la realidad espiritual –incluyendo el alma– se
convierte en mero « epifenómeno » contingente de procesos esencialmente
materiales.
En todas estas áreas, las alternativas de la Nueva Era
reciben el apelativo de « holísticas ». El holismo impregna todo el movimiento
Nueva Era, desde su interés por la salud holística hasta la búsqueda de la
conciencia unitiva, y desde la sensibilidad ecológica hasta la idea de un «
entramado » global.
2.3. Principios fundamentales del pensamiento de la
Nueva Era
2.3.1. Una respuesta global en tiempos de crisis
« Tanto la tradición cristiana como la fe laica en el
progreso ilimitado de la ciencia tuvieron que hacer frente a una grave ruptura
manifestada por primera vez en las revueltas estudiantiles del 1968 ».27 La
sabiduría de las viejas generaciones de repente se quedó sin significado y sin
respeto, mientras se desvanecía la omnipotencia de la ciencia, de manera que la
Iglesia ahora « tiene que enfrentarse a una grave crisis en la transmisión de
su fe a las generaciones jóvenes ».28
La pérdida generalizada de confianza en estos antiguos
pilares de la conciencia y de la cohesión social ha ido acompañada por un
retorno inesperado de la religiosidad cósmica, de rituales y creencias que
muchos pensaban habían sido suplantados por el cristianismo. Sólo que esta
perenne corriente esotérica subterránea en realidad nunca se había extinguido.
En cambio, resultaba nuevo en el contexto occidental el auge de la popularidad
de la religión asiática, bajo la influencia del movimiento teosófico de finales
del siglo XIX que « refleja la creciente conciencia de una espiritualidad
global que incorpora todas las tradiciones religiosas existentes ».29
La eterna cuestión filosófica de la unidad y la
multiplicidad tiene su forma moderna y contemporánea en la tentación no sólo de
superar una división indebida, sino incluso también la diferencia y la
distinción reales. Su expresión más común es el holismo, ingrediente esencial
de la Nueva Era y uno de los principales signos de los tiempos en el último
cuarto del siglo XX. Se han invertido grandes energías en el esfuerzo por
superar la división en compartimentos estancos característica de la ideología
mecanicista, pero esto ha provocado el sometimiento a un entramado global que
adquiere una autoridad cuasi-trascendental. Sus implicaciones más obvias son el
proceso de transformación consciente y el desarrollo de la ecología.30
La nueva visión, meta de la transformación consciente,
ha tardado en formularse y su puesta en práctica se ve obstaculizada por formas
de pensamiento más antiguas, a las que se considera atrincheradas en el statu
quo. En cambio, ha tenido un enorme éxito la generalización de la ecología como
fascinación por la naturaleza y resacralización de la tierra, la Madre Tierra o
Gaia, gracias al celo misionero característico de los « verdes ». La raza
humana como conjunto es el agente ejecutivo de la Tierra y la armonía y
comprensión que se requieren para un gobierno responsable se va entendiendo de
manera progresiva como un gobierno global, con una estructura ética global. Se
considera que el calor de la Madre Tierra, cuya divinidad penetra toda la
creación, colma el vacío entre la creación y el Padre-Dios trascendente del
judaísmo y del cristianismo, eliminando la posibilidad de ser juzgado por este
último.
En esta visión de un universo cerrado, que contiene a
« Dios » y a otros seres espirituales junto con nosotros, se descubre un
panteísmo implícito. Es éste un punto fundamental que impregna todo el
pensamiento y la actuación de la Nueva Era y que condiciona de antemano
cualquier otra valoración positiva de tal o cual aspecto de su espiritualidad.
Como cristianos creemos, por el contrario, que « el hombre es esencialmente una
criatura y como tal permanece para siempre, de tal forma que nunca será posible
una absorción del yo humano en el Yo divino ».31
2.3.2. La matriz principal del pensamiento de la Nueva
Era
La matriz esencial del pensamiento de la Nueva Era ha
de buscarse en la tradición esotérico-teosófica que gozó de gran aceptación en
los círculos intelectuales europeos de los siglos XVIII y XIX. En particular,
tuvo vigencia en la francmasonería, el espiritismo, el ocultismo y la teosofía,
que compartían una especie de cultura esotérica. En esta cosmovisión, el
universo visible y el invisible están vinculados por una serie de
correspondencias, analogías e influencias entre el microcosmos y el
macrocosmos, entre los metales y los planetas, entre los planetas y las
diversas partes del cuerpo humano, entre el cosmos visible y los ámbitos
invisibles de la realidad. La naturaleza es un ser vivo, atravesado por una red
de simpatías y antipatías, animado por una luz y un fuego secreto que los seres
humanos tratan de controlar. Las personas pueden conectar con los mundos
superior o inferior mediante su imaginación (órgano del alma o espíritu), o
bien recurriendo a mediadores (ángeles, espíritus, demonios) o rituales.
Las personas pueden ser iniciadas en los misterios del
cosmos, Dios, o el yo, por medio de un itinerario espiritual de transformación.
La meta última es la gnosis, la forma superior de conocimiento, equivalente a
la salvación. Implica una búsqueda de la más antigua y elevada tradición de la
filosofía (lo que se llama, de modo inapropiado, philosophia perennis) y de la
religión (teología primordial), doctrina secreta (esotérica) que es la clave de
todas las tradiciones « exotéricas » accesibles a todos. Las enseñanzas
esotéricas se transmiten de maestro a discípulo en un programa gradual de
iniciación.
Algunos ven el esoterismo del siglo XIX como algo
totalmente secularizado. La alquimia, la magia, la astrología y otros elementos
del esoterismo tradicional se habían integrado completamente con aspectos de la
cultura moderna, incluyendo la búsqueda de las leyes causales, el
evolucionismo, la psicología y el estudio de las religiones. Alcanzó su forma
más clara en las ideas de Helena Blavatsky, una médium rusa que, junto con
Henry Olcott, fundó la Theosophical Society en Nueva York en 1875.
Esta sociedad tenía por objeto fundir elementos de las
tradiciones orientales y occidentales en una forma de espiritismo
evolucionista. Tenía tres objetivos principales:
1. « Formar un núcleo de la Fraternidad Universal de
la Humanidad, sin distinción de raza, credo o color ».
2. « Promover el estudio comparativo de la religión,
la filosofía y la ciencia ».
3. « Investigar las leyes desconocidas de la
Naturaleza y los poderes latentes del hombre ».
« El significado de estos objetivos... debería estar
claro. El primer objetivo rechaza implícitamente el "fanatismo
irracional" y el "sectarismo" del cristianismo tradicional tal
como lo conciben los espiritistas y los teósofos... Lo que no es inmediatamente
evidente en estos objetivos es que para los teósofos la "ciencia"
significaba las ciencias ocultas, y la filosofía, la occulta philosophia. O que
para ellos, las leyes de la naturaleza eran de índole oculta o psíquica y
esperaban que la religión comparativa desvelase una "tradición
primordial" modelada, en último término, a partir de una philosophia
perennis hermética ».32
Un componente destacado de los escritos de Madame
Blavatsky era la emancipación de la mujer, lo cual implicaba un ataque contra
el Dios « masculino » del judaísmo, del cristianismo y del Islam. Invitaba a
volver a la diosa madre del hinduismo y a la práctica de las virtudes
femeninas. Esta ideas continuaron bajo la guía de Annie Besant, que se hallaba
en la vanguardia del movimiento feminista. En la actualidad, la Wicca (Véase el
término en el glosario del apartado n. 7) y la « espiritualidad de las mujeres
» continúan esta lucha contra el cristianismo « patriarcal ».
En su obra The Aquarian Conspiracy, « La conspiración
del Acuario », Marilyn Ferguson dedicó un capítulo a los precursores de la Era
de Acuario, aquellos que habían tejido una visión transformadora basada en la
expansión de la conciencia y en la experiencia de la autotrascendencia. Dos de
los mencionados son el psicólogo americano William James y el psiquiatra suizo
Carl Gustav Jung. James definió la religión como experiencia, no como dogma y
enseñó que los seres humanos pueden cambiar sus actitudes mentales a fin de
convertirse en arquitectos de su propio destino. Jung puso de relieve el
carácter trascendente de la conciencia e introdujo la idea del inconsciente
colectivo, una especie de depósito de símbolos y recuerdos compartidos con
personas de diversas épocas y culturas diferentes.
Según Wouter Hanegraaff, ambos personajes
contribuyeron a la « sacralización de la psicología », que se ha convertido en
un elemento fundamental del pensamiento y de la práctica de la Nueva Era. En
efecto, Jung « no sólo psicologizó el esoterismo, sino que también sacralizó la
psicología, llenándola de los contenidos de la especulación esotérica. El
resultado fue un corpus de teorías que permite hablar de Dios cuando en realidad
se quiere decir la propia psique, y hablar de la propia psique cuando en
realidad se quiere decir lo divino. Si la psique es "mente", y Dios
también es "mente", entonces hablar de una cosa significa hablar de
la otra ».33
A la acusación de haber « psicologizado » el
cristianismo responde que « la psicología es el mito moderno y sólo podemos
entender la fe en estos términos ».34 Ciertamente, la psicología de Jung arroja
luz sobre muchos aspectos de la fe cristiana, especialmente sobre la necesidad de
enfrentarse a la realidad del mal. Pero sus convicciones religiosas son tan
diferentes a lo largo de las diversas etapas de su vida, que la imagen de Dios
que se desprende es sumamente confusa. Un elemento central de su pensamiento es
el culto al sol, donde Dios es la energía vital (libido) del interior de la
persona.35 Según afirmó él mismo « esta comparación no es un mero juego de
palabras ».36 Este es « el dios interior » al que se refiere Jung, la divinidad
esencial que creía existía en todo ser humano. El camino hasta el universo
interior pasa a través del inconsciente y la correspondencia del mundo interior
con el exterior reside en el inconsciente colectivo.
La tendencia a intercambiar la psicología y la
espiritualidad fue retomada por el Movimiento del Potencial Humano cuando éste
se desarrolló a finales de los años sesenta en el Instituto Esalen de
California. La psicología transpersonal, fuertemente influida por las
religiones orientales y por Jung, ofrece un camino contemplativo donde la
ciencia se encuentra con la mística. El énfasis que se pone en la corporeidad,
la búsqueda de métodos para expandir la conciencia y el cultivo de los mitos
del inconsciente colectivo eran todos acicates para buscar al « Dios interior »
dentro de uno mismo. Para realizar el propio potencial había que ir más allá
del ego individual a fin de convertirse en el dios que uno es en lo más hondo
de sí mismo. Esto se podía llevar a cabo escogiendo la terapia adecuada: la
meditación, las experiencias parapsicológicas, el uso de drogas alucinógenas.
Todos estos eran los caminos para lograr « experiencias cumbre », experiencias
« místicas » de fusión con Dios y con el cosmos.
El símbolo de Acuario, tomado de la mitología
astrológica, llegó a convertirse en la expresión del deseo de un mundo
radicalmente nuevo. Los dos centros que constituían el centro propulsor inicial
de la Nueva Era (y que siguen siéndolo hasta cierto punto) eran la
Comunidad-Jardín de Findhorn, en el nordeste de Escocia, y el Centro para el
Desarrollo del Potencial Humano de Esalen, en Big Sur, California, en los
Estados Unidos. Sin embargo, lo que más alimenta la difusión de la Nueva Era es
el desarrollo de una progresiva conciencia global y la percepción creciente de
una crisis ecológica inminente.
2.3.3. Temas centrales de la Nueva Era
La Nueva Era no es una religión propiamente dicha,
pero se interesa por lo que se denomina « divino ». La esencia de la Nueva Era
es la libre asociación de diversas actividades, ideas y personas, a las que se
podría aplicar esta denominación. No existe, en efecto, una sola articulación
de doctrinas parecida a la de las grandes religiones.
A pesar de ello, y a pesar de la enorme variedad que
hay en la Nueva Era, existen ciertos puntos comunes:
– el cosmos se ve como un todo orgánico;
– está animado por una Energía, que también se
identifica con el Alma divina o Espíritu;
– se cree en la mediación de varias entidades
espirituales: los seres humanos son capaces de ascender a esferas superiores
invisibles y de controlar sus propias vidas más allá de la muerte;
– se defiende la existencia de un « conocimiento
perenne » que es previo y superior a todas las religiones y culturas;
– las personas siguen a maestros iluminados...
2.3.4. ¿Qué dice la Nueva Era sobre...
2.3.4.1. ...la persona humana?
La Nueva Era implica una creencia fundamental en la
perfectibilidad de la persona humana mediante una amplia variedad de técnicas y
terapias (en contraposición con la idea cristiana de cooperación con la gracia
divina). Existe una coincidencia de fondo con la idea de Nietzsche de que el
cristianismo ha impedido la manifestación plena de la humanidad genuina. En
este contexto, la perfección significa alcanzar la propia realización según un
orden de valores que nosotros mismos creamos y que alcanzamos por nuestras
propias fuerzas: de ahí que podamos hablar de un yo auto-creador. Desde esta
óptica, hay más diferencia entre los humanos tal como son ahora y como serán
cuando hayan realizado su potencial, que la que existe actualmente entre los
humanos y los antropoides.
Resulta útil distinguir entre el esoterismo, o
búsqueda de conocimiento, y la magia, u ocultismo: esta última es un medio para
obtener poder. Algunos grupos son a la vez esotéricos y ocultistas. En el
centro del ocultismo hay una voluntad de poder basada en el sueño de volverse
divino. Las técnicas de expansión de la mente tienen por objeto revelar a las
personas su poder divino. Utilizando ese poder, preparan el camino para la Era
de la Iluminación.
Esta exaltación de la humanidad, cuya forma extrema es
el satanismo, subvierte la correcta relación entre el Creador y la criatura.
Satán se convierte en el símbolo de una rebelión contra las convenciones y las
reglas, símbolo que con frecuencia adopta formas agresivas, egoístas y
violentas. Algunos grupos evangélicos han manifestado su preocupación por la
presencia subliminal de lo que consideran simbolismo satánico en algunas
variedades de música rock, que ejercen una profunda influencia en los jóvenes.
En cualquier caso, dista mucho del mensaje de paz y armonía que se encuentra en
el Nuevo Testamento y con frecuencia es una de las consecuencias de la
exaltación de la humanidad cuando implica la negación de un Dios trascendente.
Pero no se trata solamente de algo que afecte a los
jóvenes. Los temas básicos de la cultura esotérica también están presentes en
los ámbitos de la política, la educación y la legislación.37 Esto se aplica
especialmente a la ecología. Su fuerte acentuación del biocentrismo niega la
visión antropológica de la Biblia, según la cual el hombre es el centro del
mundo por ser cualitativamente superior a las demás formas de vida natural. El
ecologismo desempeña hoy un papel destacado en la legislación y en la
educación, a pesar de que de este modo infravalora al ser humano. La misma
matriz cultural esotérica puede hallarse en la teoría ideológica subyacente a
la política de control de la natalidad y los experimentos de ingeniería
genética, que parecen expresar el sueño humano de re-crearse a sí mismos. Se
espera lograr este sueño descifrando el código genético, alterando las reglas
naturales de la sexualidad y desafiando los límites de la muerte.
En lo que podría llamarse un relato típico de la Nueva
Era, las personas nacen con una chispa divina, en un sentido que recuerda el gnosticismo
antiguo. Esta chispa las vincula a la unidad del Todo, por lo que son
esencialmente divinas, si bien participan de la divinidad cósmica según
distintos niveles de conciencia. Somos co-creadores y creamos nuestra propia
realidad. Muchos autores de la Nueva Era sostienen que somos nosotros quienes
elegimos las circunstancias de nuestra vidas (incluso nuestra propia enfermedad
y nuestra propia salud).
En esta visión, cada individuo es considerado fuente
creadora del universo. Pero necesitamos hacer un viaje para comprender
plenamente dónde encajamos dentro de la unidad del cosmos. El viaje es la
psicoterapia y el reconocimiento de la conciencia universal, la salvación. No
existe el pecado; sólo hay conocimiento imperfecto. La identidad de cada ser humano
se diluye en el ser universal y en el proceso de sucesivas encarnaciones. Los
hombres están sometidos al influjo determinante de las estrellas, pero pueden
abrirse a la divinidad que vive en su interior, en una búsqueda continua
(mediante las técnicas apropiadas) de una armonía cada vez mayor entre el yo y
la energía cósmica divina. No se necesita Revelación o Salvación alguna que
lleguen a las personas desde fuera de ellas mismas, sino sencillamente
experimentar la salvación escondida en el propio interior (auto-salvación),
dominando las técnicas psicofísicas que conducen a la iluminación definitiva.
Algunas etapas del camino hasta la auto-redención son
preparatorias (la meditación, la armonía corporal, la liberación de energías de
auto-sanación). Son el punto de partida para procesos de espiritualización,
perfección e iluminación que ayudan a las personas a adquirir mayor autocontrol
y una concentración psíquica en la « transformación » del yo individual en «
conciencia cósmica ». El destino de la persona humana es una serie de
encarnaciones sucesivas del alma en cuerpos distintos. Esto se entiende no como
el ciclo de samsara, en el sentido de purificación como castigo, sino como una
ascensión gradual hacia el desarrollo perfecto del propio potencial.
La psicología se utiliza para explicar la expansión de
la mente como experiencia « mística ». El yoga, el zen, la meditación
trascendental y los ejercicios tántricos conducen a una experiencia de plenitud
del yo o iluminación. Se cree que las « experiencias cumbre » (volver a vivir
el propio nacimiento, viajar hasta las puertas de la muerte, el biofeedback, la
danza e incluso las drogas, cualquier cosa que pueda provocar un estado de
conciencia alterado) conducen a la unidad y a la iluminación. Como sólo hay una
Mente, algunas personas pueden ser canales, cauces para los seres superiores.
Cada parte de este único ser universal está en contacto con todas las demás
partes. El enfoque clásico de la Nueva Era es la psicología transpersonal,
cuyos conceptos básicos son la Mente Universal, el Yo Superior, el inconsciente
colectivo y personal y el ego individual. El Ser Superior es nuestra identidad
real, un puente entre Dios como Mente divina y la humanidad.
El desarrollo espiritual consiste en el contacto con
el Ser Superior, que supera todas las formas de dualismo entre el sujeto y el
objeto, la vida y la muerte, la psique y el soma, el yo y los aspectos
fragmentarios de ese mismo yo. Nuestra personalidad limitada es como una sombra
o un sueño creados por el yo real. El Ser Superior contiene los recuerdos de
las (re-)encarnaciones anteriores.
2.3.4.2. ...Dios?
La Nueva Era muestra una notable preferencia por las
religiones orientales o precristianas, a las que se considera incontaminadas
por las distorsiones judeocristianas. De aquí el gran respeto que merecen los
antiguos ritos agrícolas y los cultos de fertilidad. « Gaia », la Madre Tierra,
se presenta como alternativa a Dios Padre, cuya imagen se ve vinculada a una
concepción patriarcal del dominio masculino sobre la mujer. Se habla de Dios,
pero no se trata de un Dios personal. El Dios del que habla la Nueva Era no es
ni personal ni trascendente. Tampoco es el Creador que sostiene el universo,
sino una « energía impersonal », inmanente al mundo, con el cual forma una «
unidad cósmica »: « Todo es uno ». Esta unidad es monista, panteísta o, más
exactamente, panenteísta. Dios es el « principio vital », « el espíritu o alma
del mundo », la suma total de la conciencia que existe en el mundo. En cierto
sentido, todo es Dios. Su presencia es clarísima en los aspectos espirituales
de la realidad, de modo que cada menteespíritu es, en cierto sentido, Dios.
La « energía divina », cuando es recibida
conscientemente por los seres humanos, suele describirse como « energía
crística ». También se habla de Cristo, pero con ello no se alude a Jesús de
Nazaret. « Cristo » es un título aplicado a alguien que ha llegado a un estado
de conciencia donde el individuo se percibe como divino y puede, por tanto, pretender
ser « Maestro universal ». Jesús de Nazaret no fue el Cristo, sino
sencillamente una de las muchas figuras históricas en las que se reveló esa
naturaleza « crística », al igual que Buda y otros. Cada realización histórica
del Cristo muestra claramente que todos los seres humanos son celestes y
divinos y los conduce hacia esa realización.
El nivel más íntimo y personal (« psíquico ») en el
que los seres humanos « oyen » esta « energía cósmica divina » se llama también
« Espíritu Santo ».
2.3.4.3. ...el mundo?
El paso del modelo mecanicista de la física clásica al
« holístico » de la moderna física atómica y subatómica, basado en la
concepción de la materia como ondas o quantos de energía en lugar de
partículas, es central para el pensamiento de la Nueva Era. El universo es un
océano de energía que constituye un todo único o entramado de vínculos. La
energía que anima al organismo único del universo es el « espíritu ». No hay
alteridad entre Dios y el mundo. El mundo mismo es divino y está sometido a un
proceso evolutivo que lleva de la materia inerte a una « conciencia superior y
perfecta ». El mundo es increado, eterno y autosuficiente. El futuro del mundo
se basa en un dinamismo interno, necesariamente positivo, que conduce a la
unidad reconciliada (divina) de todo cuanto existe. Dios y mundo, alma y
cuerpo, inteligencia y sentimiento, cielo y tierra son una única e inmensa
vibración de energía.
El libro de James Lovelock sobre la hipótesis Gaia
afirma que « todo el ámbito de la materia viva de la tierra, desde las ballenas
hasta los virus y desde los robles hasta las algas, podría considerarse como
una única entidad viviente, capaz de manipular la atmósfera de la tierra para
adaptarla a sus necesidades generales y dotada de facultades y poderes que superan
con mucho los de sus partes constitutivas ».38 Para algunos, la hipótesis Gaia
es « una extraña síntesis de individualismo y colectivismo.
Parece como si la Nueva Era, tras haber arrancado a
las personas de la política fragmentaria, estuviera deseando arrojarlas a la
gran marmita de la mente global ». El cerebro global necesita instituciones con
las cuales gobernar, en otras palabras, un gobierno mundial. « Para afrontar
los problemas de hoy día, la Nueva Era sueña con una aristocracia espiritual al
estilo de la República de Platón, dirigida por sociedades secretas... ».39
Acaso sea un modo exagerado de plantear la cuestión, pero hay numerosas pruebas
de que el elitismo gnóstico y el gobierno global coinciden en muchos temas de
la política internacional.
Todo cuanto hay en el universo esta interrelacionado.
En efecto, cada parte es en sí misma una imagen de la totalidad. El todo está
en cada cosa y cada cosa en el todo. En la « gran cadena del ser », todos los
seres están íntimamente vinculados y forman una sola familia con diferentes
grados de evolución. Toda persona humana es un holograma, una imagen de la
creación entera, en la cual cada cosa vibra con su propia frecuencia. Cada ser
humano es una neurona del sistema nervioso central y todas las entidades
individuales se hallan en relación de complementariedad unas con otras. En
realidad, hay una complementariedad o androginia interna en toda la creación.40
Uno de los temas recurrentes en los escritos y en el
pensamiento de la Nueva Era es el « nuevo paradigma » que ha puesto de
manifiesto la ciencia contemporánea. « La ciencia nos ha permitido una visión
de la totalidad y de los sistemas, nos ha dado estímulo y transformación.
Estamos aprendiendo a comprender las tendencias, a reconocer los signos iniciales
de un paradigma más prometedor. Creamos panoramas alternativos del futuro.
Comunicamos los fallos de los viejos sistemas y forzamos nuevos contextos para
resolver problemas en todas las áreas ».41
Hasta aquí, el « cambio de paradigma » es un cambio radical
de perspectiva, pero nada más. La cuestión es saber si pensamiento y cambio
real serán proporcionados y si puede demostrarse la eficacia que tendría una
transformación interior sobre el mundo exterior. Es obligado preguntarse, aun
sin expresar un juicio negativo, hasta qué punto puede considerarse científico
un proceso mental que incluye afirmaciones como ésta: « La guerra es
inconcebible en una sociedad de personas autónomas que han descubierto la
interconexión de toda la humanidad, que no temen ideas extrañas ni culturas
extranjeras, que saben que todas las revoluciones comienzan en el interior y
que no se puede imponer el propio tipo de iluminación a nadie ».42
No es lógico deducir que, puesto que algo es
inconcebible, no podrá suceder. Este es el tipo de razonamiento típicamente
gnóstico, en el sentido de que confiere demasiado peso al conocimiento y a la
conciencia. Y esto no significa negar el papel fundamental y crucial del
desarrollo de la conciencia en los descubrimientos científicos y en el proceso
creativo, sino sencillamente alertar contra la posibilidad de imponer sobre la
realidad exterior lo que hasta el momento sólo está en la mente.
2.4. « ¿Habitantes del mito o de la historia? »:43 La
Nueva Era y la cultura
« En realidad, el atractivo de la Nueva Era tiene que
ver con el interés por el yo, su valor, sus capacidades y problemas, que la
cultura actual fomenta. Mientras que la religiosidad tradicional, con su
organización jerárquica se adapta bien a la comunidad, la espiritualidad no tradicional
se adapta bien al individuo. La Nueva Era es "del" yo en la medida en
que fomenta la celebración de lo que ha de ser y devenir; y es "para"
el yo en la medida en que, al diferenciarse de lo establecido, está en una
situación capaz de afrontar los problemas generados por las formas de vida
convencionales ».44
El rechazo a la tradición en su forma patriarcal,
jerárquica, tanto social como eclesial, conlleva la búsqueda de una forma
alternativa de sociedad, inspirada claramente en el concepto moderno del yo.
Muchos escritos de la Nueva Era defienden que no se puede hacer nada
(directamente) para cambiar el mundo y en cambio se ha de hacer todo para
cambiarse a sí mismo. Cambiar la conciencia individual se entiende como la
manera (indirecta) de cambiar el mundo.
El instrumento más importante para el cambio social es
el ejemplo individual. El reconocimiento universal de tales ejemplos personales
llevará paulatinamente a la transformación de la mente colectiva,
transformación que será el logro más importante de nuestro tiempo. Esto forma
parte, claramente, del paradigma holístico y constituye una nueva formulación
de la clásico problema filosófico de la unidad y la pluralidad. También está
relacionada con el planteamiento jungiano de la correspondencia y el rechazo de
la causalidad.
Los individuos son representaciones fragmentarias del
holograma planetario; mirando al propio interior, no sólo se conoce el
universo, sino que también es posible cambiarlo. Sólo que cuanto más se mira al
interior, más pequeño se torna el escenario político. Es difícil saber si este
planteamiento puede encajar con la retórica de la participación democrática en
un nuevo orden planetario, o si por el contrario se trata de una manera
inconsciente y sutil de privar de poder a las personas, dejándolas a merced de
la manipulación.
La actual preocupación por los problemas planetarios
(los temas ecológicos, el agotamiento de los recursos naturales, el exceso de
población, la diferencia económica entre norte y sur, el enorme arsenal nuclear,
la inestabilidad política) ¿favorecen o impiden el compromiso con otras
cuestiones políticas y sociales igualmente acuciantes? El antiguo adagio « la
caridad bien entendida empieza por uno mismo » puede proporcionar un sano
equilibrio a la manera de abordar dichos temas.
Algunos observadores de la Nueva Era detectan un
autoritarismo siniestro detrás de la aparente indiferencia respecto a la
política. El mismo David Spangler señala que una de las sombras de la Nueva Era
es « una capitulación sutil frente a la impotencia y la irresponsabilidad
esperando que llegue la Nueva Era en vez de ser creadores activos de plenitud
en la propia vida ».45
Sería ciertamente exagerado afirmar que el quietismo
es general en las actitudes de la Nueva Era. Con todo, una de las principales
críticas al movimiento Nueva Era es que la búsqueda individualista de la propia
realización en el fondo puede actuar en contra de una sólida cultura religiosa.
A este propósito, conviene destacar tres puntos:
– Cabe preguntarse si la Nueva Era posee coherencia
intelectual para proporcionar una imagen completa del mundo a partir de una
cosmovisión que pretende integrar la naturaleza y la realidad espiritual. La
Nueva Era ve el universo occidental escindido a causa de las categorías de
monoteísmo, trascendencia, alteridad y separación. Descubre un dualismo
fundamental en divisiones como las que hay entre real e ideal, relativo y
absoluto, finito e infinito, humano y divino, sacro y profano, pasado y
presente, que remiten todas a la « conciencia infeliz » de Hegel y son
responsables de una situación considerada trágica. La respuesta de la Nueva Era
es la unidad mediante la fusión: pretende reconciliar alma y cuerpo, femenino y
masculino, espíritu y materia, humano y divino, tierra y cosmos, trascendente e
inmanente, religión y ciencia, las diferencias entre las religiones, el Yin y
el Yang. Ya no hay, pues, alteridad. Lo que queda, en términos humanos, es la
transpersonalidad. El mundo de la Nueva Era no es problemático: no queda nada
por alcanzar. Pero la cuestión metafísica de la unidad y la pluralidad sigue
sin respuesta, tal vez sin plantearse siquiera; se lamentan los efectos de la
desunión y de la división, pero la respuesta es una descripción de cómo
aparecerían las cosas en otra óptica.
– La Nueva Era importa fragmentariamente prácticas
religiosas orientales y las reinterpreta para adaptarlas a los occidentales.
Esto implica un rechazo del lenguaje del pecado y de la salvación, sustituido
con el lenguaje moralmente neutro de la dependencia y la recuperación. Las
referencias a las influencias extraeuropeas son a veces una mera «
pseudo-orientalización » de la cultura occidental. Además, difícilmente se
trata de un diálogo auténtico. En un ambiente donde las influencias
grecorromanas y judeocristianas resultan sospechosos, las orientales se
utilizan precisamente porque son una alternativa a la cultura occidental. La
ciencia y la medicina tradicionales son consideradas inferiores a los enfoques
holísticos, e igual sucede con las estructuras patriarcales y particulares en
la política y en la religión. Todas estas cosas serán obstáculos para la venida
de la Era de Acuario. Una vez más, está claro que, en realidad, optar por las
alternativas de la Nueva Era implica una ruptura total con la tradición de
origen. Habría que preguntarse si realmente es una actitud tan madura y tan
liberada como se suele pensar.
– Las tradiciones religiosas auténticas promueven la
disciplina con el objetivo último de adquirir sabiduría, ecuanimidad y
compasión. La Nueva Era refleja el anhelo profundo e inextinguible que hay en
la sociedad de una cultura religiosa íntegra, de una visión más general e
iluminadora de lo que los políticos suelen ofrecer. Pero no está claro si los
beneficios de una visión basada en la permanente expansión del yo son para los
individuos o para las sociedades. Los cursos de formación de la Nueva Era (lo
que solía llamarse « Cursos de Formación Erhard » Erhard Seminar Trainings
[EST], etc.) conjugan los valores contraculturales con la necesidad de
triunfar, la satisfacción interior con el éxito externo. El curso de retiro «
Espíritu de los Negocios » de Findhorn transforma la experiencia del trabajo
con el fin de aumentar la productividad. Algunos adeptos de la Nueva Era se
adhieren a ella no sólo para ser más auténticos y espontáneos, sino también
para enriquecerse (mediante la magia, etc.). « Los cursos de formación la Nueva
Era tienen también resonancias de ideas en cierto modo más humanistas que las
extendidas en el mundo de los negocios, lo que hace que al hombre de negocios
con mentalidad empresarial le resulten más atractivos. Las ideas tienen que ver
con el lugar de trabajo, como "un entorno de aprendizaje", que
"humaniza el trabajo", "humaniza al jefe", donde "las
personas son lo primero" o "se libera el potencial". Tal como
las presentan los formadores de la Nueva Era, es probable que atraigan a los
hombres de negocios que ya han participado en otros cursos de formación de
corte humanista (laico) y que quieren dar un paso más: interesados en su
crecimiento personal, su felicidad y su entusiasmo y al mismo tiempo en su
productividad económica ».46
Así, está claro que las personas involucradas buscan
realmente sabiduría y ecuanimidad en beneficio propio, pero ¿en qué medida las
actividades en que participan les capacitan para trabajar por el bien común?
Aparte de la cuestión de la motivación, todos estos fenómenos deben ser
juzgados por sus frutos, y la pregunta que hay que plantearse es si promueven
el yo o promueven la solidaridad, no sólo con las ballenas, los árboles o
personas de mentalidad similar, sino con el conjunto de la creación: incluyendo
a la humanidad entera. Las peores consecuencias de toda filosofía del egoísmo,
tanto si es adoptada por las instituciones como por amplios sectores sociales,
son lo que el Cardenal Joseph Ratzinger define un conjunto de « estrategias
para reducir el número de los que se sienten a comer a la mesa de la humanidad
».47 Este es un criterio clave con el que se debe evaluar el impacto de
cualquier filosofía o teoría. El cristianismo busca siempre medir los esfuerzos
humanos por su apertura al Creador y a las demás criaturas, un respeto
firmemente basado en el amor.
2.5. ¿Por qué ha crecido la Nueva Era con tanta
rapidez y se ha difundido de manera tan eficaz?
Por muchas objeciones y críticas que suscite, la Nueva
Era es un intento de llevar calor a un mundo que muchos experimentan como
desabrido y despiadado. Como reacción frente a la modernidad, opera casi
siempre en el nivel de los sentimientos, instintos y emociones. La angustia
ante un futuro apocalíptico de inestabilidad económica, incertidumbre política
y cambios climáticos desempeña un papel importante en la búsqueda de una
relación alternativa y decididamente optimista con el cosmos. Hay una búsqueda
de plenitud y felicidad, con frecuencia en un nivel explícitamente espiritual.
Pero es significativo que la Nueva Era haya gozado de
un éxito enorme en una era que puede caracterizarse por la exaltación casi
universal de la diversidad. La cultura occidental ha dado un paso más allá de
la tolerancia –en el sentido de aceptar a regañadientes o soportar la
idiosincrasia de personas o grupos minoritarios– a la erosión consciente del
respeto a la normalidad. La normalidad se presenta como un concepto con connotaciones
moralistas, vinculado necesariamente a normas absolutas. Para un número
creciente de personas, las creencias o normas absolutas indican sólo la
incapacidad de tolerar las ideas y convicciones de los demás. En este ambiente,
se han puesto de moda los estilos de vida alternativos: ser diferente no sólo
es aceptable, sino positivamente bueno.48
Es esencial tener en cuenta que las personas se
relacionan con la Nueva Era de maneras muy distintas y en grados diversos. En
la mayoría de los casos no se trata realmente de una « pertenencia » a un grupo
o movimiento. Tampoco hay una conciencia muy clara de los principios sobre los
que se basa la Nueva Era. Aparentemente, la mayoría de la gente se siente
atraída por terapias o prácticas concretas, sin conocimiento de los
planteamientos de fondo que éstas conllevan; otros no son más que consumidores
ocasionales de productos que llevan la etiqueta « Nueva Era ».
Quienes utilizan la aromatoterapia o escuchan música
New Age, por ejemplo, suelen estar interesados por el efecto que tienen en su
salud o bienestar. Tan sólo una minoría profundiza en estos temas y trata de
entender su significado teórico (o « místico »). Lo cual encaja perfectamente
con los esquemas de las sociedades de consumo en las que el ocio y el
entretenimiento desempeñan un papel fundamental. El « movimiento » se ha
adaptado perfectamente a las leyes del mercado y el hecho de que la Nueva Era
se haya difundido tanto se debe en parte a que resulta una propuesta económica
muy atractiva. La Nueva Era, al menos en algunas culturas, se presenta como una
etiqueta para un producto creado, aplicando los principios de la mercadotecnia
a un fenómeno religioso.49
Siempre habrá un modo de aprovecharse de las
necesidades espirituales de la gente. Como muchos otros elementos de la
economía contemporánea, la Nueva Era es un fenómeno global que se mantiene
unido y se alimenta gracias a la información de los medios de comunicación de
masas. Se puede discutir si fueron los medios de comunicación quienes crearon este
fenómeno o no; lo que está claro es que la literatura popular y las
comunicaciones de masas garantizan una rápida difusión, a escala universal, de
las nociones comunes defendidas por los « creyentes » y simpatizantes. Sin
embargo, no es posible saber si esta difusión tan rápida de las ideas obedece
al azar o bien a un proyecto deliberado, ya que se trata de comunidades muy
poco rígidas. Al igual que sucede en las « cibercomunidades » creadas por
Internet, éste es un ámbito en el que las relaciones entre las personas pueden
ser o muy impersonales o interpersonales sólo en un sentido muy selectivo.
La Nueva Era se ha hecho sumamente popular como un
vago conjunto de creencias, terapias y prácticas, elegidas y combinadas con
frecuencia según el propio gusto, independientemente de las incompatibilidades
o incongruencias que implique. Por lo demás, es lo que cabe esperar de una
cosmovisión conscientemente basada en el pensamiento intuitivo del « lado
derecho del cerebro ». Precisamente por eso es tan importante descubrir y
reconocer las características fundamentales de las ideas de la Nueva Era. Lo
que ésta ofrece suele describirse sencillamente como algo « espiritual », más
que como perteneciente a una religión concreta. Sin embargo, los vínculos con
algunas religiones orientales concretas son mucho más estrechos de lo que
imaginan algunos « consumidores ».
Naturalmente, esto es importante para los grupos de «
oración » en los que uno decide integrarse, pero es también un problema real en
la gestión de un número creciente de empresas, a cuyos empleados se les exige
hacer meditación y adoptar técnicas de expansión mental como parte de la vida
laboral.50
Valdría la pena añadir aún unas breves palabras sobre
la promoción organizada de la Nueva Era como ideología, pero se trata de un
asunto sumamente complejo. Frente a la Nueva Era, algunos grupos han
reaccionado con acusaciones generalizadas de « conspiración ». Se les suele
responder que estamos asistiendo a un cambio cultural espontáneo cuya
trayectoria está en gran parte determinada por influjos que escapan al control
humano. No obstante, basta señalar que la Nueva Era comparte con un buen número
de grupos internacionalmente influyentes el objetivo de sustituir o trascender
las religiones particulares para dejar espacio a una religión universal que
unifique a la humanidad.
Estrechamente relacionado con esto, hay un esfuerzo
concertado por parte de muchas instituciones para inventar una Ética Global, un
esquema ético que reflejaría la naturaleza global de la cultura, la economía y
la política contemporáneas. Aún más, la politización de las cuestiones
ecológicas influye en todo el tema de la hipótesis Gaia o culto de la madre
tierra.
3 LA NUEVA ERA Y LA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA
3.1. La Nueva Era como espiritualidad
Los promotores de la Nueva Era la definen como una «
nueva espiritualidad ». Parece irónico llamarla « nueva » cuando tantas ideas
están tomadas de las religiones y culturas antiguas. Lo realmente nuevo en la
Nueva Era es la búsqueda consciente de una alternativa a la cultura occidental
y a sus raíces religiosas judeocristianas. « Espiritualidad », en este sentido,
indica la experiencia interior de armonía y unidad con la totalidad de la
realidad, que sana los sentimientos de imperfección y finitud de toda persona
humana.
Las personas descubren su profunda conexión con la
fuerza o energía universal sagrada que constituye el núcleo de toda vida.
Cuando han llevado a cabo este descubrimiento, pueden emprender el camino hacia
la perfección que les permitirá ordenar sus vidas y su relación con el mundo, y
ocupar su propio puesto en el proceso universal del devenir y en la Nueva
Génesis de un mundo en constante evolución. El resultado es una mística
cósmica51 basada en la toma de conciencia de un universo rebosante de energías
dinámicas. Así, la energía cósmica, la vibración, la luz, dios, el amor
–incluso el Ser supremo– todo se refiere a la misma y única realidad, la fuente
primaria presente en todo ser.
Esta espiritualidad consta de dos elementos distintos:
uno metafísico, otro psicológico. El componente metafísico procede de las
raíces esotéricas y teosóficas de la Nueva Era y es básicamente una forma nueva
de gnosis. El acceso a lo divino se produce por medio del conocimiento de los
misterios escondidos, en la búsqueda individual de « lo real que hay detrás de
lo que es sólo aparente, el origen más allá del tiempo, lo trascendente más
allá de lo meramente fugaz, la tradición primordial detrás de la tradición
meramente efímera, lo otro detrás del yo, la divinidad cósmica detrás del
individuo encarnado ». La espiritualidad esotérica « es una investigación del
Ser más allá de la separación de los seres, una especie de nostalgia de la
unidad perdida ».52
« Puede verse aquí la matriz gnóstica de la
espiritualidad esotérica. Ésta es palpable cuando los hijos de Acuario buscan
la Unidad Transcendente de las religiones. Tienden a escoger de las religiones
históricas sólo el núcleo esotérico, del cual pretenden ser guardianes. En
cierto modo niegan la historia y no aceptan que la espiritualidad pueda tener
sus raíces en el tiempo o en ninguna institución. Jesús de Nazaret no es Dios,
sino una de las muchas manifestaciones del Cristo cósmico y universal ».53
El componente psicológico de este tipo de
espiritualidad procede del encuentro entre la cultura esotérica y la psicología
(cf. 2.3.2). La Nueva Era se convierte así en una experiencia de trasformación
psico-espiritual personal, que se contempla como algo análogo a la experiencia
religiosa, después de una crisis personal o una larga búsqueda espiritual. Para
otros procede del uso de la meditación o de algún tipo de terapia, o de
experiencias paranormales que alteran los estados de conciencia y proporcionan
una penetración en la unidad de la realidad.54
3.2. ¿Narcisismo espiritual?
Diversos autores ven la espiritualidad de la Nueva Era
como una especie de narcisismo espiritual o pseudo-misticismo. Es interesante
notar que esta crítica ha sido formulada incluso por David Spangler, un
importante exponente de la Nueva Era, que en sus últimas obras se distanció de
los aspectos más esotéricos de esta corriente de pensamiento.
Spangler escribió que en las formas más populares de
la Nueva Era « los individuos y los grupos viven sus propias fantasías de
aventura y poder, generalmente de forma ocultista o milenarista... La
característica principal de este nivel es la adhesión a un mundo privado de
satisfacción del ego y el consecuente alejamiento (aunque no siempre sea
evidente) del mundo. En este nivel, la Nueva Era se ha visto poblada por seres
extraños y exóticos, maestros, adeptos, extraterrestres. Es un lugar de poderes
psíquicos y misterios ocultos, de conspiraciones y enseñanzas escondidas ».55
En una obra posterior, David Spangler enumera lo que
considera elementos negativos o « sombras » de la Nueva Era: « alienación del
pasado en nombre del futuro; adhesión a la novedad por la novedad...;
indiscriminación y falta de discernimiento en nombre de la totalidad y de la
comunión, de donde la incapacidad para entender o respetar el papel de los
límites...; confusión de los fenómenos psíquicos con la sabiduría, de la
"canalización" (cfr. Glosario) con la espiritualidad, de la
perspectiva de la Nueva Era con la verdad última ».56
Pero, al cabo, Spangler está convencido de que el
narcisismo egoísta e irracional se limita solamente a unos pocos miembros. Los
aspectos positivos que subraya son la función de la Nueva Era como imagen del
cambio y como encarnación de lo sagrado, movimiento en el que la mayoría de las
personas son « grandes buscadores de la verdad », que trabajan en beneficio de
la vida y del crecimiento interior.
David Toolan, un jesuita americano que pasó varios
años en el ambiente de la Nueva Era, analiza el aspecto comercial de muchos
productos y terapias que llevan la etiqueta Nueva Era (New Age). Observa que
los seguidores de la Nueva Era han descubierto la vida interior y se sienten
fascinados por la perspectiva de ser responsables del mundo, pero que también
se dejan vencer fácilmente por una tendencia al individualismo y a enfocarlo
todo como objeto de consumo. En este sentido, aunque no sea cristiana, la
espiritualidad de la Nueva Era tampoco es budista, por cuanto no implica la
negación de sí mismo. El sueño de una unión mística parece conducir, en la
práctica, a una unión meramente virtual que, al cabo, deja a las personas aún
más solas e insatisfechas.
3.3. El Cristo cósmico
En los días primeros del cristianismo, los creyentes
en Jesucristo se vieron forzados a hacer frente a las religiones gnósticas. No
las ignoraron, sino que aceptaron el reto positivamente y aplicaron a Cristo
mismo los términos utilizados para con las divinidades cósmicas.
El ejemplo más claro es el famoso himno a Cristo en la
carta de san Pablo a los cristianos de Colosas:
« Él [Cristo] es imagen de Dios invisible, primogénito
de toda criatura;
porque por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los
muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda la
plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz » (Col 1,
15-20).
Aquellos primeros cristianos no esperaban la llegada
de ninguna edad nueva cósmica. Lo que celebraban con este himno era que la
Plenitud de todas las cosas había comenzado en Cristo. « En realidad el tiempo
se ha cumplido por el hecho mismo de que Dios, con la encarnación, se ha
introducido en la historia del hombre. La eternidad ha entrado en el tiempo:
¿qué « cumplimiento » es mayor que éste? ¿Qué otro « cumplimiento » sería
posible? ».57
La creencia gnóstica en fuerzas cósmicas y en una
especie de oscuro destino elimina la posibilidad de una relación con el Dios
personal revelado en Cristo. Para los cristianos, el verdadero Cristo cósmico
es el que está presente activamente en los diversos miembros de su cuerpo, que
es la Iglesia. No dirigen su mirada a fuerzas cósmicas impersonales, sino al
amor afectuoso de un Dios personal. Para ellos el bio-centrismo cósmico tiene
que ser transferido a un conjunto de relaciones sociales (en la Iglesia). Y no
se encierran en un esquema cíclico de acontecimientos cósmicos, sino que se
centran en el Jesús histórico, especialmente en su crucifixión y en su
resurrección. En la Carta a los Colosenses y en el Nuevo Testamento hallamos
una doctrina de Dios distinta de la que está implícita en el pensamiento de la
Nueva Era: la concepción cristiana de Dios es la de una Trinidad de Personas
que ha creado la raza humana deseando compartir la comunión de la vida
trinitaria con las personas creadas. Entendido adecuadamente, esto significa
que la auténtica espiritualidad no consiste tanto en nuestra búsqueda de Dios,
sino en que Dios nos busca a nosotros.
En los círculos de la Nueva Era se ha hecho popular
otra visión, completamente distinta, del significado cósmico de Cristo. « El
Cristo Cósmico es el modelo divino que se conecta en la persona de Jesucristo
(pero no se limita en modo alguno a tal persona). El modelo divino de conectividad
se hizo carne y acampó entre nosotros (Jn 1, 14)... El Cristo Cósmico es el
guía de un nuevo éxodo de la servidumbre y de las ideas pesimistas de un
universo mecanicista, newtoniano, lleno de competitividad, ganadores y
perdedores, dualismos, antropocentrismo, y del aburrimiento que sobreviene
cuando nuestro maravilloso universo se describe como una máquina privada de
misterio y misticismo. El Cristo Cósmico es local e histórico, indudablemente
íntimo a la historia humana. El Cristo Cósmico podría vivir en la casa de al
lado o incluso en el interior más profundo y auténtico del propio yo ».58
Aunque posiblemente no todos los que están
relacionados con la Nueva Era estén de acuerdo con esta afirmación, sin embargo
da en el clavo y muestra con absoluta claridad dónde estriban las diferencias
entre estas dos visiones de Cristo. Para la Nueva Era, el Cristo Cósmico
aparece como un modelo que puede repetirse en muchas personas, lugares o
épocas. Es el portador de un enorme cambio de paradigma. Es, en definitiva, un
potencial dentro de nosotros.
Según la doctrina cristiana, Jesucristo no es un
simple modelo. Es una persona divina cuya figura humano-divina revela el
misterio del amor del Padre hacia cada persona a lo largo de la historia (Jn 3,
16). Vive en nosotros porque comparte su vida con nosotros, pero ésta ni se nos
impone ni es automática. Todos los seres humanos están invitados a compartir su
vida, a vivir « en Cristo ».
3.4. Mística cristiana y mística Nueva Era
Para los cristianos, la vida espiritual consiste en
una relación con Dios que se va haciendo cada vez más profunda con la ayuda de
la gracia, en un proceso que ilumina también la relación con nuestros hermanos.
La espiritualidad, para la Nueva Era, significa experimentar estados de conciencia
dominados por un sentido de armonía y fusión con el Todo. Así, « mística » no
se refiere a un encuentro con el Dios trascendente en la plenitud del amor,
sino a la experiencia provocada por un volverse sobre sí mismo, un sentimiento
exaltante de estar en comunión con el universo, de dejar que la propia
individualidad se hunda en el gran océano del Ser.59
Esta distinción fundamental es evidente en todos los
niveles de comparación entre la mística cristiana y la mística de la Nueva Era.
El método de purificación de la Nueva Era se basa en la conciencia del malestar
o de la alienación, que ha de ser vencido mediante la inmersión en el Todo.
Para convertirse, una persona necesita hacer uso de técnicas que conducen a la
experiencia de la iluminación. Esto transforma la conciencia de la persona y la
abre al contacto con la divinidad, que se entiende como la esencia más profunda
de la realidad.
Las técnicas y métodos que se ofrecen en este sistema
religioso inmanentista, que carece del concepto de Dios como persona, proceden
« desde abajo ». Aunque implican un descenso hasta las profundidades del propio
corazón o de la propia alma, constituyen una empresa esencialmente humana por
parte de la persona que busca elevarse hasta la divinidad mediante sus esfuerzos.
Con frecuencia es un « ascenso » del nivel de conciencia hasta lo que se
entiende como una percepción liberadora del « dios interior ». No todos tienen
acceso a tales técnicas, cuyos beneficios quedan restringidos a una «
aristocracia » espiritual privilegiada.
Por el contrario, el elemento esencial de la fe
cristiana es que Dios se abaja hacia sus criaturas, particularmente a los más
humildes, a los más débiles y menos agraciados según los criterios del « mundo
». Hay algunas técnicas espirituales que conviene aprender, pero Dios es capaz
de soslayarlas e incluso de prescindir de ellas. Para un cristiano « su modo de
acercarse a Dios no se fundamenta en una técnica, en el sentido estricto de la
palabra. Eso iría en contra del espíritu de infancia exigido por el Evangelio.
La auténtica mística cristiana nada tiene que ver con la técnica: es siempre un
don de Dios, cuyo beneficiario se siente indigno ».60
Para los cristianos, la conversión consiste en
volverse al Padre, por medio del Hijo, dóciles al poder del Espíritu Santo.
Cuanto más se avanza en la relación con Dios –que es siempre y en todos los
casos un don gratuito–, más aguda es la necesidad de convertirse del pecado, de
la miopía espiritual y de la autocomplacencia, cosas todas que impiden un abandono
confiado de sí en Dios y una apertura a los demás.
Todas las técnicas de meditación necesitan purificarse
de la presunción y de la ostentación. La oración cristiana no es un ejercicio
de contemplación de sí mismo, quietud y vaciamiento de sí, sino un diálogo de
amor, que « implica una actitud de conversión, un éxodo del yo del hombre hacia
el Tú de Dios ».61 Conduce a un sometimiento cada vez más completo a la
voluntad de Dios, mediante el cual se nos invita a una solidaridad profunda y
auténtica con nuestros hermanos y hermanas.62
3.5. El « dios interior » y la « theosis »
Este es un punto de contraste entre la Nueva Era y el
cristianismo. En la literatura New Age abunda la convicción de que no existe un
ser divino « ahí afuera » o que sea de alguna manera distinto del resto de la
realidad. Desde Jung en adelante, ha habido toda una corriente que profesaba
una creencia en « el dios interior ». Desde la perspectiva de la Nueva Era,
nuestro problema consiste en la incapacidad de reconocer nuestra propia divinidad,
una incapacidad que puede superarse con ayuda de un guía y usando toda una
serie de técnicas para liberar nuestro potencial (divino) escondido.
La idea fundamental es que « Dios » se encuentra en el
fondo de nuestro interior. Somos dioses y descubrimos el poder ilimitado que
hay dentro de nosotros despojándonos de las capas de inautenticidad.63 Cuanto
más se reconoce este potencial, más se realiza. En este sentido la Nueva Era
tiene su propia idea de la theosis: transformarnos en dioses o, más exactamente,
reconocer y aceptar que somos divinos. Algunos dicen que estamos viviendo en «
una época en que nuestra comprensión de Dios tiene que ser interiorizada: de un
Dios omnipotente y externo a un Dios, fuerza dinámica y creativa que se halla
en el centro mismo de todo ser: Dios como Espíritu.64
En el Prefacio al Libro V de Adversus Haereses, san
Ireneo se refiere a « Jesucristo, que, por medio de su amor trascendente, se
convirtió en lo que somos, para poder llevarnos a ser lo que él mismo es ».
Aquí la theosis, el modo cristiano de entender la divinización, no se realiza
solamente en virtud de nuestros esfuerzos, sino con el auxilio de la gracia de
Dios, que actúa en y por medio de nosotros.
Naturalmente, esto implica una conciencia inicial de
nuestra imperfección, incluso de nuestra condición pecadora, todo lo contrario
de la exaltación del yo. Además, se despliega como una introducción a la vida
de la Trinidad, un caso perfecto de distinción en el corazón mismo de la
unidad: sinergia y no fusión. Todo esto acontece como resultado de un encuentro
personal, del ofrecimiento de un nuevo género de vida. La vida en Cristo no es
algo tan personal y privado que quede restringido al ámbito de la conciencia.
Ni es tampoco un nivel nuevo de conciencia. Implica una transformación de
nuestro cuerpo y nuestra alma mediante la participación en la vida sacramental
de la Iglesia.
4 NUEVA ERA Y FE CRISTIANA FRENTE A FRENTE
Resulta difícil separar los elementos individuales de
la religiosidad de la Nueva Era, por inocentes que puedan parecer, de la
estructura general que penetra todo el mundo conceptual del movimiento Nueva
Era. La naturaleza gnóstica de este movimiento exige que se lo juzgue en su
totalidad.
Desde el punto de vista de la fe cristiana, no es
posible aislar algunos elementos de la religiosidad de la Nueva Era como
aceptables por parte de los cristianos y rechazar otros. Puesto que el
movimiento de la Nueva Era insiste tanto en la comunicación con la naturaleza,
en el conocimiento cósmico de un bien universal –negando así los contenidos
revelados de la fe cristiana–, no puede ser considerado como algo positivo o
inocuo.
En un ambiente cultural marcado por el relativismo
religioso, es necesario alertar contra los intentos de situar la religiosidad
de la Nueva Era al mismo nivel que la fe cristiana, haciendo que la diferencia
entre fe y creencia parezca relativa y creando mayor confusión entre los
desprevenidos. En este sentido, resulta útil a exhortación de San Pablo: «
avisar a algunos que no enseñen doctrinas extrañas, ni se dediquen a fábulas y
genealogías interminables, que son más a propósito para promover disputas que
para realizar el plan de Dios, fundado en la fe » (1 Tim 1, 3-4).
Algunas prácticas llevan erróneamente el marchamo
Nueva Era, simplemente como estrategia de mercado para venderse mejor, sin que
estén realmente asociadas a su cosmovisión. Lo cual únicamente crea mayor
confusión. Es por ello necesario identificar con precisión los elementos que
pertenecen al movimiento Nueva Era, que no pueden ser aceptados por quienes son
fieles a Cristo y a su Iglesia.
Las siguientes preguntas pueden ser el modo más simple
para evaluar algunos de los elementos centrales del pensamiento y de la
práctica de la Nueva Era desde una perspectiva cristiana. El término Nueva Era
se refiere a las ideas que circulan acerca de Dios, el hombre y el mundo, las
personas con quienes pueden dialogar los cristianos en torno a temas
religiosos, el material publicitario para grupos de meditación, terapias y
demás, las declaraciones explícitas sobre la religión, etcétera. Algunas de
estas preguntas aplicadas a personas e ideas que no lleven explícitamente la
etiqueta Nueva Era pondrían de manifiesto otros vínculos, implícitos o
inconscientes, con todo el ambiente Nueva Era.
• ¿Dios es un ser con quien mantenemos una relación,
algo que se puede utilizar, o una fuerza que hay que dominar?
El concepto de Dios propio de la Nueva Era es un tanto
vago, mientras que el concepto cristiano es muy claro. El Dios de la Nueva Era
es una energía impersonal, en realidad una extensión o componente particular
del cosmos; Dios en este sentido es la fuerza vital o alma del mundo. La
divinidad se encuentra en cada ser, en una gradación que va « desde el cristal
inferior del mundo mineral hasta e incluso más allá del mismo Dios Galáctico,
del cual no podemos decir absolutamente nada, salvo que no es un hombre, sino
una Gran Conciencia ».65 En algunos escritos « clásicos » de la Nueva Era, está
claro que los seres humanos deben considerarse a sí mismos como dioses, lo cual
se desarrolla en unas personas más plenamente que en otras. Ya no hay que
buscar a Dios más allá del mundo, sino en lo hondo de mi yo.66 Incluso cuando «
Dios » es algo exterior a mí, está ahí para ser manipulado.
Esto es muy diferente de la concepción cristiana de
Dios, Creador del cielo y de la tierra y fuente de toda vida personal. Dios es
en sí mismo personal, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y ha creado el universo a
fin de compartir la comunión de su vida con las personas creadas. « Dios, que
"habita una luz inaccesible", quiere comunicar su propia vida divina
a los hombres libremente creados por él, para hacer de ellos, en su Hijo único,
hijos adoptivos. Al revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a los hombres capaces
de responderle, de conocerle y de amarle más allá de lo que ellos serían
capaces por sus propias fuerzas ».67
Dios no se identifica con el principio vital entendido
como el « Espíritu » o « energía básica » del cosmos, sino que es ese amor,
absolutamente diferente del mundo, que está sin embargo presente en todo y
conduce a los seres humanos a la salvación.
•¿Hay un único Jesucristo o existen miles de Cristos?
En la literatura de la Nueva Era Cristo es presentado
con frecuencia como un sabio, un iniciado o un avatar entre muchos, mientras
que en la tradición cristiana es el Hijo de Dios. He aquí algunos puntos
comunes de los enfoques New Age:
– El Jesús histórico, personal e individual, es
distinto del Cristo universal, eterno, impersonal;
– Jesús no es considerado el único Cristo;
– La muerte de Jesús en la Cruz, o bien se niega, o
bien se reinterpreta para excluir la idea de que pudiera haber sufrido como
Cristo;
– Los documentos extrabíblicos (como los evangelios
neo-gnósticos) son considerados fuentes auténticas para el conocimiento de
aspectos de la vida de Cristo que no se hallan en el canon de la Escritura.
Otras revelaciones en torno a Cristo, proporcionadas por entidades, guías
espirituales y maestros venerables o incluso por las Crónicas Akasha, son
básicas para la cristología de la Nueva Era;
– Se aplica un tipo de exégesis esotérica a los textos
bíblicos para purificar al cristianismo de la religión formal que impide el
acceso a su esencia esotérica.68
En la tradición cristiana Jesucristo es el Jesús de Nazaret
del que hablan los Evangelios, el hijo de María y Unigénito de Dios, verdadero
Dios y verdadero hombre, revelación plena de la Verdad divina, único Salvador
del mundo: « por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y
subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre ».69
• El ser humano: ¿existe un único ser universal o hay
muchos individuos?
« El objetivo de las técnicas de la Nueva Era es
reproducir los estados místicos a voluntad, como si fueran un asunto de
material de laboratorio. El renacer, el biofeedback, el aislamiento sensorial,
los mantras, el ayuno, la privación de sueño y la meditación trascendental, son
intentos para controlar esos estados y experimentarlos continuamente ».70
Todas estas prácticas crean una atmósfera de debilidad
(y vulnerabilidad) psíquica. Cuando el objeto del ejercicio consiste en
reinventarnos a nosotros mismos, se plantea realmente la pregunta acerca de
quién soy « yo ». El « Dios interior » y la unión holística con todo el cosmos
subrayan esta pregunta. Las personalidades individuales aisladas serían
patológicas para la Nueva Era (según su particular psicología transpersonal).
Pero « el verdadero peligro es el paradigma holístico. La Nueva Era es un
pensamiento basado sobre una unidad totalitaria y precisamente por eso es un
peligro... ».71
Con un tono más suave: « Somos auténticos cuando nos
"hacemos cargo" de nosotros mismos, cuando nuestra opción y nuestras
reacciones fluyen espontáneamente de nuestras necesidades más profundas, cuando
nuestro comportamiento y nuestros sentimientos manifiestos reflejan nuestra
plenitud personal ».72 El Movimiento por el Potencial Humano es el ejemplo más
claro de la convicción de que los seres humanos son divinos, o contienen una
chispa divina dentro de sí mismos.
El enfoque cristiano procede de las enseñanzas de la
Escritura respecto a la naturaleza humana. Hombres y mujeres han sido creados a
imagen y semejanza de Dios (Gen 1, 27) y Dios los trata con gran consideración,
para sorpresa del salmista (cf. Ps 8). La persona humana es un misterio
plenamente revelado sólo en Jesucristo (cf. GS 22), y de hecho se hace
auténtica y adecuadamente humana en su relación con Cristo por medio del don del
Espíritu.73 Esto está muy lejos de la caricatura del antropocentrismo atribuido
al Cristianismo y rechazado por muchos autores y seguidores de la Nueva Era.
• ¿Nos salvamos a nosotros mismos o la salvación es un
don gratuito de Dios?
La clave estriba en descubrir qué o quién creemos que
nos salva. ¿Nos salvamos a nosotros mismos por nuestras propias acciones, como
suele ser el caso en las explicaciones de la Nueva Era, o nos salva el amor de
Dios? Las palabras claves son realización de uno mismo, plenitud del yo y
auto-redención. La Nueva Era es esencialmente pelagiana en su manera de
entender la naturaleza humana.74
Para los cristianos, la salvación depende de la
participación en la pasión, muerte y resurrección de Cristo, y de una relación
personal directa con Dios, más que de una técnica cualquiera. La condición
humana, afectada como está por el pecado original y por el pecado personal,
sólo puede ser rectificada por la acción de Dios: el pecado es una ofensa
contra Dios, y sólo Dios puede reconciliarnos consigo. En el plan salvífico
divino, los seres humanos han sido salvados por Jesucristo, quien, como Dios y
hombre, es el único mediador de la redención. En el cristianismo, la salvación
no es una experiencia del yo, una inmersión meditativa e intuitiva dentro de
uno mismo, sino mucho más: el perdón del pecado, el ser levantado desde las
profundas ambivalencias del propio ser, el apaciguamiento de la naturaleza
mediante el don de la comunión con un Dios amoroso. El camino hacia la
salvación no se halla sencillamente en una transformación autoprovocada de la
conciencia, sino en la liberación del pecado y de sus consecuencias, que
conduce a luchar contra el pecado que hay en nosotros mismos y en la sociedad
que nos rodea. Esto nos conduce necesariamente hacia una solidaridad amorosa
con nuestros hermanos necesitados.
•¿Inventamos la verdad o la abrazamos?
La verdad para la Nueva Era tiene que ver con buenas
vibraciones, correspondencias cósmicas, armonía y éxtasis, experiencias
placenteras en general. Se trata de encontrar la propia verdad en función del
bienestar. La valoración de la religión y de las cuestiones éticas obviamente
está relacionada con las propias sensaciones y experiencias.
En la doctrina cristiana, Jesucristo se presenta como
« el Camino, la Verdad y la Vida » (Jn 14, 6). A sus seguidores se les pide que
abran su vida entera a él y a sus valores, en otras palabras, a un conjunto
objetivo de exigencias que forman parte de una realidad objetiva asequible en
definitiva por todos.
•La oración y la meditación: ¿hablamos con nosotros o
con Dios?
La tendencia a confundir la psicología y la
espiritualidad aconseja recalcar que muchas de las técnicas de meditación ahora
en uso no son oración. A menudo son una buena preparación para la oración, y
nada más, aun cuando conduzcan a un estado de placidez mental o de bienestar
corporal. Las experiencias que se obtienen son realmente intensas, pero
quedarse en ese plano es quedarse solo, sin estar todavía en presencia del
Otro. Alcanzar el silencio puede enfrentarnos al vacío más que al silencio
contemplativo del amado.
También es cierto que las técnicas para profundizar en
la propia alma son, en definitiva, una llamada a nuestra propia capacidad de
alcanzar lo divino, o incluso a llegar a ser divinos. Si descuidan que es Dios
quien va en búsqueda del corazón humano, no son oración cristiana. Aun cuando
se considera como un vínculo con la Energía Universal, « esta
"relación" fácil con Dios, donde la función de Dios se concibe como
la satisfacción de todas nuestras necesidades, revela el egoísmo que hay en el
corazón de la Nueva Era ».75
Las prácticas de la Nueva Era no son realmente
oración, pues suelen tratarse de introspección o de fusión con la energía
cósmica, en contraste con la doble orientación de la oración cristiana, que
comprende la introspección pero que es, sobre todo, un encuentro con Dios. La
mística cristiana, más que un mero esfuerzo humano, es esencialmente un diálogo
que « implica una actitud de conversión, un éxodo del yo del hombre hacia el Tú
de Dios ».76 « El cristiano, también cuando está solo y ora en secreto, tiene
la convicción de rezar siempre en unión con Cristo, en el Espíritu Santo, junto
con todos los santos para el bien de la Iglesia ».77
• ¿Nos sentimos tentados a negar el pecado o aceptamos
que exista tal cosa?
En la Nueva Era no existe un verdadero concepto de
pecado, sino más bien el de conocimiento imperfecto. Lo que se necesita es
iluminación, que puede alcanzarse mediante particulares técnicas psicofísicas.
A quienes participan en actividades de la Nueva Era no les dirán qué tienen que
creer, qué tienen que hacer o no hacer, sino: « Hay mil maneras de explorar la
realidad interior. Ve adonde te conduzcan tu inteligencia y tu intuición.
Confía en ti ».78
La autoridad se ha trasladado de Dios al interior del
yo. Para la Nueva Era, el problema más serio es la alienación respecto a la
totalidad del cosmos, en lugar de un fracaso personal o pecado. El remedio
consiste en lograr estar cada vez más inmerso en la totalidad del ser. En
algunos escritos y prácticas de la Nueva Era, está claro que una sola vida no
basta, por lo que tiene que haber reencarnaciones que permitan a las personas
realizar su potencial pleno.
En la perspectiva cristiana, « la realidad del pecado,
y más particularmente del pecado de los orígenes, sólo se esclarece a la luz de
la Revelación divina. Sin el conocimiento que ésta nos da de Dios no se puede
reconocer claramente el pecado, y se siente la tentación de explicarlo
únicamente como un defecto de crecimiento, como una debilidad psicológica, un
error, la consecuencia necesaria de una estructura social inadecuada, etc. Sólo
en el conocimiento del designio de Dios sobre el hombre se comprende que el
pecado es un abuso de la libertad que Dios da a las personas creadas para que
puedan amarle y amarse mutualmente ».79 « El pecado es una falta contra la
razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con
Dios y para con el prójimo a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere
la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana... ».80 « El
pecado es una ofensa a Dios... se levanta contra el amor que Dios nos tiene y
aparta de Él nuestros corazones... El pecado es así "amor de sí hasta el
desprecio de Dios" ».81
• ¿Se nos anima a rechazar o a aceptar el sufrimiento
y la muerte?
Algunos autores de la Nueva Era ven el sufrimiento
como algo impuesto sobre el yo, como un mal karma (ver Glosario) o, al menos,
como un fallo del dominio de nuestros propios recursos. Otros se centran en los
métodos para alcanzar el éxito y la riqueza (e.g. Deepak Chopra, José Silva et
al.).
En la Nueva Era, la reencarnación se ve con frecuencia
como un elemento necesario para el crecimiento espiritual, una etapa de la
evolución espiritual progresiva que comenzó antes de que naciéramos y
continuará después de que muramos. En nuestra vida presente, la experiencia de
la muerte de otras personas provoca una crisis saludable.
Tanto la unidad cósmica como la reencarnación son
irreconciliables con la creencia cristiana de que la persona humana es un ser
único, que vive una sola vida de la que es plenamente responsable: este modo de
entender la persona pone en cuestión tanto la responsabilidad personal como la
libertad. Los cristianos saben que « en la cruz de Cristo no sólo se ha
cumplido la redención mediante el sufrimiento, sino que el mismo sufrimiento
humano ha quedado redimido. Cristo –sin culpa alguna propia– cargó sobre sí
"el mal total del pecado".
La experiencia de este mal determinó la medida incomparable
de sufrimiento de Cristo que se convirtió en el precio de la redención... El
Redentor ha sufrido en vez del hombre y por el hombre. Todo hombre tiene su
participación en la redención. Cada uno está llamado también a participar en
ese sufrimiento mediante el cual se ha llevado a cabo la redención. Está
llamado a participar en ese sufrimiento por medio del cual todo sufrimiento
humano ha sido también redimido. Llevando a efecto la redención mediante el
sufrimiento, Cristo ha elevado juntamente el sufrimiento humano a nivel de
redención. Consiguientemente, todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse
también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo ».82
• ¿Hay que eludir el compromiso social o hay que
buscarlo positivamente?
Buena parte de lo que hay en la Nueva Era es una
descarada autopromoción, pero algunas figuras relevantes del movimiento
defienden que es injusto juzgar todo el movimiento por una minoría de personas
egoístas, irracionales y narcisistas, o dejarse deslumbrar por algunas de sus
prácticas más extravagantes, que son un obstáculo para ver en la Nueva Era una
búsqueda espiritual y una espiritualidad auténticas.83 La fusión de los
individuos en el yo cósmico, la relativización o abolición de la diferencia y
de la oposición en una armonía cósmica es inaceptable para el cristianismo.
Donde hay verdadero amor, tiene que haber un « otro »,
una persona, diferente. Un verdadero cristiano busca la unidad en la capacidad
y en la libertad del otro para decir « sí » o « no » al don del amor. En el
cristianismo, la unión se ve como comunión y la unidad como comunidad.
•Nuestro futuro, ¿está en las estrellas o hemos de
ayudar a construirlo?
La Nueva Era que ahora está amaneciendo estará poblada
por seres perfectos, andróginos, que estén al mando total de las leyes cósmicas
de la naturaleza. En este escenario, el cristianismo tiene que ser eliminado y
dejar paso a una religión global y a un nuevo orden mundial.
Los cristianos están en un estado de vigilancia
constante, preparados para los últimos días, cuando vuelva Cristo. La Nueva Era
de los cristianos comenzó hace dos mil años con Cristo, que no es otro que «
Jesús de Nazaret; él es la Palabra de Dios hecha hombre para la salvación de
todos ». Su Espíritu Santo está presente y activo en los corazones de los
individuos, en « la sociedad y en la historia, en los pueblos, las culturas y
las religiones ». En realidad, « el Espíritu del Padre, derramado
abundantemente por el Hijo, es quien todo lo anima ».84 Vivimos ya en los
últimos tiempos.
Por un lado, está claro que muchas prácticas de la
Nueva Era no plantean problemas doctrinales a quienes las realizan; pero, al
mismo tiempo, es innegable que estas prácticas, aunque sólo sea indirectamente,
comunican una mentalidad que puede influir en el pensamiento e inspirar una
visión particular de la realidad. Ciertamente, la Nueva Era crea su propia
atmósfera y puede resultar difícil distinguir entre cosas inocuas y cosas
realmente objetables. Sin embargo, conviene darse cuenta de que la doctrina
acerca de Cristo difundida en los círculos de la Nueva Era se inspira en las
doctrinas teosóficas de Helena Blavatsky, la antroposofía de Rudolf Steiner y
la « Escuela Arcana » de Alice Bailey. Sus seguidores contemporáneos no sólo
promueven hoy las ideas de estos pensadores, sino que también trabajan con los
adeptos de la Nueva Era para desarrollar una comprensión completamente nueva de
la realidad, una doctrina conocida como « la verdad de la Nueva Era ».85
5 JESUCRISTO OFRECE EL AGUA DE LA VIDA
El único fundamento de la Iglesia es Jesucristo, el
Señor. Él está en el corazón de toda acción cristiana y de todo mensaje
cristiano. Por eso la Iglesia regresa constantemente al encuentro de su Señor.
Los Evangelios nos narran muchos encuentros de Jesús: desde los pastores de
Belén a los dos ladrones crucificados con él, desde los doctores que lo
escuchaban en el Templo hasta los discípulos que caminaban apesadumbrados hacia
Emaús. Pero un episodio que indica con especial claridad lo que Él nos ofrece
es el relato de su encuentro con la samaritana junto al pozo de Jacob, en el
capítulo cuarto del evangelio de san Juan. Este encuentro ha sido descrito
incluso como « un paradigma de nuestro compromiso con la verdad ».86 La
experiencia del encuentro con un desconocido que nos ofrece el agua de la vida
es una clave para entender la manera en que podemos y debemos entablar el
diálogo con quien no conoce a Jesús.
Uno de los elementos más atractivos del relato de Juan
(Jn 4) es la demora de la mujer en captar qué quiere decir Jesús con eso del «
agua de la vida » o el agua « viva » (v. 11). Aun así, se siente fascinada –no
sólo por el desconocido mismo, sino también por su mensaje–, y eso le hace
escucharlo. Después del impacto inicial, al darse cuenta de lo que Jesús sabe
de ella (« tienes razón al decir que no tienes marido; pues has tenido cinco
hombres, y el de ahora tampoco es tu marido. En eso has dicho la verdad », vv.
7-18), se abre completamente a su palabra: « Señor, veo que eres profeta » (v.
19). Comienza el diálogo sobre la adoración a Dios: « Vosotros dais culto a lo
que desconocéis, nosotros damos culto a lo que conocemos; pues la salvación
procede de los judíos » (v. 22). Jesús tocó su corazón y la preparó para
escuchar lo que tenía que decir acerca de sí mismo como Mesías: « Soy yo, el
que habla contigo » (v. 26). La dispuso para que abriese su corazón a la
verdadera adoración en Espíritu y a la manifestación de Jesús como Ungido de
Dios.
La mujer « dejó el cántaro, se fue a la aldea y contó
a los vecinos » lo referente a aquel hombre (v. 28). El extraordinario efecto
sobre la mujer de este encuentro con el desconocido provocó la curiosidad de
aquéllos, de modo que también ellos « acudieron a él » (v. 30). Pronto
aceptaron la verdad de su identidad: « Ya no creemos por lo que nos has
contado, pues nosotros mismos hemos escuchado y sabemos que éste es realmente
el Salvador del mundo » (v. 42). Pasan de oír hablar de Jesús a conocerle
personalmente, comprendiendo entonces el significado universal de su identidad.
Y todo esto porque se han implicado con la mente y con el corazón.
El hecho de que la historia tenga lugar junto a un
pozo es significativo. Jesús ofrece a la mujer « un manantial que brota dando
vida eterna » (v. 14). La delicadeza con que Jesús trata a la mujer es un
modelo de eficacia pastoral: ayudar a los otros sincerarse sin sufrir en el
doloroso proceso de reconocimiento propio (« me ha contado todo lo que he hecho
», v. 39). Este enfoque podría producir abundantes frutos con quienes se
sienten atraídos por el « aguador » (Acuario) y siguen buscando sinceramente la
verdad. Habría que invitarlos a escuchar a Jesús, que no sólo ofrece agua para
saciar nuestra sed, sino además las profundidades espirituales ocultas del «
agua viva ». Es importante reconocer la sinceridad de las personas que buscan
la verdad; no se trata de falsedad o de auto-engaño.
También es importante ser paciente, como todo buen
educador sabe. Una persona poseída por la verdad se ve repentinamente llena de
una sensación de libertad completamente nueva, especialmente frente a los
errores y temores del pasado. « Quien se esfuerza por conocerse a sí mismo,
como la mujer junto al pozo, infundirá a los demás un deseo de conocer la
verdad que puede liberarlos también a ellos ».87
La invitación a seguir a Cristo, portador del agua de
la vida, tendrá un peso mucho mayor si quien la hace se ha visto profundamente
afectado por su propio encuentro con Jesús, porque no se trata de alguien que
se haya limitado a oír hablar de él, sino de quien está seguro de « que es
realmente el Salvador del mundo » (v. 42). Se trata de dejar que las personas
reaccionen a su manera, a su propio ritmo, y dejar a Dios hacer el resto.
6 INDICACIONES IMPORTANTES
6.1. Una necesidad: acompañamiento y formación sólida
¿Cristo o Acuario?La Nueva Era casi siempre tiene que
ver con « alternativas »: una visión alternativa de la realidad, o una manera
alternativa de mejorar la propia situación presente (magia).88 Las alternativas
no ofrecen dos posibilidades, sino únicamente la posibilidad de escoger una
cosa frente a otra. En términos religiosos, la Nueva Era ofrece una alternativa
a la herencia judeocristiana. La Era de Acuario se concibe como la que
sustituirá a la Era de Piscis, predominantemente cristiana. Los pensadores de
la Nueva Era son plenamente conscientes de esto. Algunos de ellos están
convencidos de que es inevitable el cambio que se avecina, mientras que otros
están además activamente comprometidos en su llegada.
Quienes se preguntan si es posible creer al mismo
tiempo en Cristo y en Acuario conviene que sepan que se hallan ante una
alternativa excluyente, « aut-aut, o esto o aquello ». « Ningún criado puede
servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se
entregará a uno y despreciará al otro » (Lc 16, 13). A los cristianos les basta
pensar en la diferencia entre los Magos de Oriente y el rey Herodes para darse
cuenta de los tremendos efectos que conlleva la opción a favor o en contra de
Cristo.
No debemos olvidar nunca que muchos de los movimientos
que han alimentado la Nueva Era son explícitamente anticristianos. Su postura
frente al cristianismo no es neutral, sino neutralizadora: a pesar de lo que se
suele decir sobre la apertura a todos los puntos de vista religiosos, el
cristianismo tradicional no es considerado sinceramente una alternativa
aceptable. De hecho, con frecuencia queda bien claro que no « hay cabida
tolerable para el cristianismo auténtico », incluso con argumentos que
justifican un comportamiento anticristiano.89
Esta oposición, que inicialmente se limitaba a los
ambientes enrarecidos de quienes van más allá de una vinculación superficial
con la Nueva Era, ha comenzado recientemente a penetrar en todos los niveles de
la cultura « alternativa », que ejerce una poderosa fascinación, sobre todo en
las sofisticadas sociedades occidentales.
¿Fusión o confusión?
Las tradiciones de la Nueva Era consciente y
deliberadamente difuminan las diferencias reales: entre Creador y creación,
entre humanidad y naturaleza, entre religión y psicología, entre realidad
subjetiva y objetiva. Idealmente, la intención es siempre superar el escándalo
de la división, pero para la teoría de la Nueva Era se trata de la fusión
sistemática de elementos que normalmente han estado claramente diferenciados en
la cultura occidental. Quizá sea más justo llamarla « confusión ». Decir que la
Nueva Era se alimenta de la confusión no es un mero juego de palabras. La
tradición cristiana siempre ha valorado el papel de la razón para justificar la
fe y comprender a Dios, al mundo y a la persona humana.90
La Nueva Era acierta cuando sintoniza con un estado de
ánimo que rechaza la razón fría, calculadora, inhumana. Y si bien recuerda la
necesidad de un equilibrio entre todas nuestras facultades, ello no justifica
la marginación de una facultad que es esencial para una vida plenamente humana.
La racionalidad tiene la ventaja de la universalidad: está al alcance de todos,
gratuitamente, a diferencia del carácter misterioso y fascinante de la religión
« mística », esotérica o gnóstica. Todo aquello que alimenta la confusión
conceptual o el secretismo ha de ser examinado con sumo cuidado, pues en lugar
de revelar la naturaleza última de la realidad, la esconde. Corresponde a la
pérdida de confianza en las sólidas certezas de antaño propia de la
posmodernidad, que con frecuencia lleva a refugiarse en el irracionalismo. El
gran desafío consiste en mostrar cómo una sana colaboración entre la fe y la
razón mejora la vida humana y promueve el respeto a la creación.
Crea tu propia realidad.
La convicción generalizada en la Nueva Era de que cada
uno crea su propia realidad es atractiva pero ilusoria. Cristaliza en la teoría
de Jung, según la cual el ser humano es una vía de acceso desde el mundo
exterior a un mundo interior de infinitas dimensiones, donde cada persona es un
Abraxas que da a luz su propio mundo o lo devora. La estrella que brilla en
este mundo interior infinito es el dios y meta del hombre. La consecuencia más
dolorosa y problemática de la aceptación de la idea de que las personas crean
su propia realidad es la cuestión del sufrimiento y de la muerte: las personas
con graves deficiencias o enfermedades incurables se sienten engañadas y
degradadas cuando se les sugiere que son ellas quienes han hecho caer la
desgracia sobre sí mismas, o que su incapacidad para cambiar las cosas indica
una debilidad en su manera de afrontar la vida.
Todo esto dista mucho de ser un tema puramente
académico: tiene profundas implicaciones en el enfoque pastoral de la Iglesia
ante las difíciles cuestiones existenciales que todo el mundo se plantea.
Nuestras limitaciones son parte de la vida, inherentes a la condición de
criatura. La muerte y el sufrimiento constituyen un desafío y una oportunidad,
pues la tentación de refugiarse en una reelaboración occidentalizada de la
reencarnación es una prueba clara del temor ante la muerte y del deseo de vivir
para siempre. ¿Aprovechamos al máximo estas oportunidades para recordar lo que
Dios nos promete en la resurrección de Jesucristo? ¿Hasta qué punto es real la
fe en la resurrección de la carne que los cristianos proclaman cada domingo en
el credo? Aquí se plantea sobre todo la idea de la Nueva Era de que en cierto
sentido también somos dioses. Toda la cuestión depende, desde luego, de la
propia definición de realidad. Es preciso fortalecer de manera adecuada un
enfoque sólido de la epistemología y de la psicología en todos los niveles de
educación, formación y predicación católicas. Es importante concentrarse
constantemente sobre los modos más eficaces de hablar de la trascendencia. La
dificultad fundamental de todo el pensamiento de la Nueva Era es que esa
trascendencia es estrictamente una auto-trascendencia que debe alcanzarse en un
universo cerrado en sí mismo.
Recursos pastorales.
En el capítulo 8 se ofrecen indicaciones sobre los
principales documentos de la Iglesia Católica, en los que se puede encontrar
una valoración de las ideas de la Nueva Era. En primer lugar figura la
alocución del papa Juan Pablo II citada en el Prefacio. El papa reconoce en
esta tendencia cultural algunos aspectos positivos, tales como la « búsqueda de
un nuevo significado de la vida, una nueva sensibilidad ecológica y el deseo de
superar una religiosidad fría y racionalista ».
Pero también llama atención de los fieles sobre
ciertos elementos ambiguos que son incompatibles con la fe cristiana: estos
movimientos « prestan poca atención a la Revelación », « tienden a relativizar
la doctrina religiosa a favor de una cosmovisión difusa », « con frecuencia
proponen un concepto panteísta de Dios », « sustituyen la responsabilidad
personal frente a Dios por nuestras acciones con un sentido del deber respecto
al cosmos, subvirtiendo así el verdadero concepto del pecado y de la necesidad
de la redención por medio de Cristo ».91
6.2. Iniciativas prácticas
En primer lugar, conviene recordar una vez más que,
dentro del vasto movimiento de la Nueva Era, no todas las personas ni todas las
cosas están vinculadas de la misma manera a las teorías del movimiento.
Igualmente, la etiqueta misma de « Nueva era » con frecuencia se aplica mal o
se extiende a fenómenos que pueden ser clasificados de otra manera. Incluso se
ha abusado del término Nueva Era para demonizar a ciertas personas y prácticas.
Es esencial examinar si los fenómenos vinculados a este movimiento, aunque sea
de manera tangencial, reflejan una visión cristiana de Dios, la persona humana
y el mundo o están en conflicto con ella. La mera utilización del término «
Nueva Era » de por sí no significa nada. Lo que cuenta es la relación de la
persona, el grupo, la práctica o el producto, con los principios del
cristianismo.
• La Iglesia católica dispone de redes propias, muy
eficaces, que aún podrían utilizarse mejor. Por ejemplo, el gran número de
centros pastorales, culturales y de espiritualidad. Además de servir a las
necesidades de la Iglesia, estos mismos podrían emplearse para abordar de forma
creativa la confusión respecto a la religiosidad de la Nueva Era, por ejemplo,
con foros de discusión y estudio.
Desgraciadamente, hay que admitir que en muchos casos
algunos centros de espiritualidad específicamente católicos están comprometidos
activamente en la difusión de la religiosidad de la Nueva Era dentro de la
Iglesia. Es necesario corregir esta situación, no sólo para detener la propagación
de la confusión y del error, sino también para que se conviertan en promotores
eficaces de la verdadera espiritualidad cristiana. Los centros culturales
católicos en particular no son sólo instituciones doctrinales, sino espacios
para el diálogo sincero.92 Algunas instituciones especializadas abordan todas
estas cuestiones de modo excelente. Son recursos valiosísimos que deberían ser
compartidos generosamente con zonas más desfavorecidas.
• No pocos grupos de la Nueva Era aprovechan cualquier
oportunidad para exponer su filosofía y sus actividades. Convendría abordar con
cuidado los encuentros con este tipo de grupos, incluyendo siempre personas
capaces tanto de explicar la fe y la espiritualidad católicas, como de
reflexionar críticamente sobre el pensamiento y las prácticas de la Nueva Era.
Es sumamente importante comprobar las credenciales de las personas, grupos e
instituciones que pretenden ofrecer orientación e información sobre la Nueva
Era. En algunos casos, lo que había comenzado como una investigación imparcial
acaba convirtiéndose en una promoción activa o en una defensa de las «
religiones alternativas ».
Algunas instituciones internacionales están realizando
activamente campañas de promoción del respeto a la « diversidad religiosa » y
reclaman el carácter religioso para algunas organizaciones más que dudosas.
Esto concuerda con la visión de la Nueva Era, de pasar a una época en que la
limitación de las religiones particulares ceda el paso a la universalidad de
una nueva religión o espiritualidad. Por el contrario, el diálogo sincero debe
respetar siempre la diversidad desde el principio y nunca intentará desdibujar
las distinciones fundiendo en una todas las tradiciones religiosas.
• Algunos grupos locales de la Nueva Era califican sus
encuentros como « grupos de oración ». Quienes sean invitados a dichos grupos
deben buscar los signos de una espiritualidad auténticamente cristiana y
comprobar que no haya ceremonias de iniciación de ningún tipo. Tales grupos se
aprovechan de la falta de preparación teológica o espiritual de las personas
para atraerlas gradualmente a lo que en realidad puede ser una forma de culto
falso. Hay que educar a los cristianos respecto al verdadero objeto y contenido
de la oración –dirigida al Padre, por medio de Jesucristo, en el Espíritu
Santo–, para juzgar rectamente la intención de un « grupo de oración ».
La oración cristiana y el Dios de Jesucristo son
fácilmente reconocibles.93 Muchas personas están convencidas de que no hay
peligro alguno en « tomar prestados » elementos de la sabiduría oriental. Sin
embargo, el caso de la Meditación Trascendental (MT) debería invitar a los
cristianos a ser más cautos ante la posibilidad de afiliarse sin saberlo a otra
religión (en este caso, el Hinduismo), pese a que los promotores de la MT
insistan en su neutralidad religiosa. El aprendizaje de la meditación en sí
mismo no plantea problema alguno, pero el objeto o el contenido del ejercicio
determinan claramente si se establece una relación con el Dios revelado por
Jesucristo, o bien con alguna otra revelación, o simplemente con las
profundidades ocultas del yo.
• También hay que prestar el debido reconocimiento a
los grupos cristianos que promueven el cuidado de la tierra como creación de
Dios. El respeto a la creación también debe abordarse creativamente en las
escuelas católicas. Con todo, gran parte de lo que proponen los elementos más
radicales del movimiento ecológico es difícilmente conciliable con la fe
católica. El cuidado del medio ambiente, en general, es una señal oportuna de
una renovada preocupación por lo que Dios nos ha dado, quizá incluso una señal
del necesario cuidado cristiano de la creación. La « ecología profunda », sin
embargo, se basa con frecuencia en principios panteístas y, en ocasiones,
gnósticos.94
• El comienzo del Tercer Milenio ofrece un auténtico
kairós para la evangelización. Las mentes y los corazones están abiertos como
nunca antes a recibir información seria sobre la visión cristiana del tiempo y
de la historia de la salvación. La prioridad no debería consistir tanto en
poner de relieve las carencias de otros enfoques, sino más bien regresar
constantemente a las fuentes de nuestra propia fe, para poder ofrecer una
presentación adecuada y sólida del mensaje cristiano. Podemos estar orgullosos de
lo que se nos ha confiado y por eso hemos de resistir a las presiones de la
cultura dominante y no enterrar esos dones (cf. Mt 25, 24-30).
Uno de los instrumentos más útiles de que disponemos
es el Catecismo de la Iglesia Católica. Tenemos también una inmensa herencia de
caminos de santidad en las vidas de los cristianos del pasado y del presente.
Allí donde el rico simbolismo cristiano, sus tradiciones artísticas, estéticas
y musicales es desconocido o ignorado, los cristianos han de realizar una enorme
labor en beneficio propio y, en definitiva, de todos aquellos que buscan una
experiencia o una mayor conciencia de la presencia de Dios. El diálogo entre
los cristianos y las personas seducidas por la Nueva Era, tendrá mayores
garantías de éxito si tiene en cuenta la atracción que ejercen el mundo de las
emociones y el lenguaje simbólico. Si nuestra tarea consiste en conocer, amar y
servir a Jesucristo, tiene una importancia capital comenzar con un buen
conocimiento de la Sagrada Escritura. Pero, sobre todo, salir al encuentro del
Señor Jesús en la oración y en los sacramentos, que son precisamente los
momentos de santificación de nuestra vida ordinaria, y el camino más seguro
para encontrar el sentido de todo el mensaje cristiano.
• Tal vez la medida más sencilla, la más obvia y
urgente que hay que tomar, y acaso también la más eficaz, sea aprovechar al
máximo las riquezas de la herencia espiritual cristiana. Las grandes órdenes
religiosas son depositarias de ricas tradiciones de meditación y espiritualidad,
que podrían hacerse más asequibles mediante cursos o periodos de permanencia en
sus casas, ofrecidos a personas con auténtico espíritu de búsqueda. Esto ya se
está llevando a cabo, pero hace falta ir más allá. Ayudar a las personas en su
búsqueda espiritual ofreciéndoles técnicas ya aprobadas y experiencias de
auténtica oración podría abrir un diálogo que revelaría las riquezas de la
tradición cristiana y tal vez clarificaría en ese mismo proceso muchas de las
cuestiones planteadas por la Nueva Era.
Con una imagen sugerente y directa, uno de los mismos
exponentes del movimiento de la Nueva Era ha comparado las religiones
tradicionales con las catedrales, y la Nueva Era con una feria mundial. El
Movimiento Nueva Era es una invitación a los cristianos para que lleven el
mensaje de las catedrales a la feria que ahora ocupa el mundo entero. Esta
imagen plantea a los cristianos un desafío positivo, pues cualquier momento es
bueno para llevar el mensaje de las catedrales a la gente de la feria.
Los cristianos, en efecto, no deben aguardar una
invitación para llevar la Buena Noticia de Jesucristo a quienes andan buscando
respuestas a sus preguntas, un alimento espiritual que les satisfaga, el agua
viva. Siguiendo la imagen propuesta, los cristianos deben salir de la catedral,
alimentados por la palabra y los sacramentos, para llevar el Evangelio a todos
los ámbitos de la vida cotidiana. « Ite, Missa est, Id, la misa ha terminado ».
En la carta apostólica Novo Millennio Ineunte el Padre Santo destaca el gran interés
por la espiritualidad que se descubre en el mundo de hoy día, y cómo las demás
religiones están respondiendo a esta demanda de modo atrayente. A continuación
lanza un reto a los cristianos: « Nosotros, que tenemos la gracia de creer en
Cristo, revelador del Padre y Salvador del mundo, debemos enseñar a qué grado
de interiorización nos puede llevar la relación con él » (n. 33).
Para quienes hacen sus compras en la feria mundial de
propuestas religiosas, la llamada del cristianismo se manifestará, en primer
lugar, a través del testimonio de los miembros de la Iglesia, de su confianza,
su calma, su paciencia y su optimismo, y de su amor concreto al prójimo. Todo
ello, fruto de una fe alimentada en la oración personal auténtica.
7 APÉNDICE
7.1. Algunas formulaciones breves de ideas de la Nueva
Era
Formulación de la Nueva Era segúnWilliam Bloom,1992,
citada en Heelas,p. 225s.:
• Toda vida, –toda existencia– es la manifestación del
Espíritu, del Incognoscible, la Conciencia suprema conocida con diferentes nombres
en tantas culturas distintas.
• El propósito y la dinámica de toda existencia es
llevar el Amor, la Sabiduría, la Iluminación...a su plena manifestación.
• Todas las religiones son expresión de esta misma
realidad interior.
• Toda vida, tal como la percibimos con los cinco
sentidos humanos o con los instrumentos científicos, no es sino el velo externo
de una realidad invisible, interior y causal.
• Igualmente, los seres humanos son criaturas dobles
con: (i) una personalidad exterior temporal, y (ii) un ser interior
multidimensional (alma o yo superior).
• La personalidad exterior es limitada y tiende hacia
el amor.
• El propósito de la encarnación del ser interior es
atraer las vibraciones de la personalidad exterior hacia una resonancia de
amor.
• Todas las almas encarnadas son libres de escoger su
propia senda espiritual.
• Nuestros maestros espirituales son aquellos que,
liberada su alma de la necesidad de encarnarse, expresan amor incondicional,
sabiduría e iluminación. Algunos de estos grandes seres son bien conocidos y
han inspirado las religiones del mundo. Otros son desconocidos y operan
invisiblemente.
• Toda vida, en sus diferentes formas y estados, es
energía interrelacionada, e incluye nuestras acciones, sentimientos y
pensamientos. Por tanto, colaboramos con el Espíritu y con estas energías en la
creación de nuestra realidad.
• Aunque sostenidos por la dinámica del amor cósmico,
somos conjuntamente responsables del estado de nuestro propio yo, de nuestro
entorno y de toda vida.
• Durante este periodo de tiempo, la evolución del
planeta y de la humanidad ha alcanzado un punto en que estamos experimentando
un profundo cambio espiritual en nuestra conciencia individual y colectiva. Por
eso hablamos de una Nueva Era. Esta nueva conciencia es resultado de una
encarnación cada vez más lograda de lo que algunos llaman energías del amor
cósmico. Esta nueva conciencia se manifiesta en una comprensión instintiva de
la sacralidad de toda existencia y, en particular, de su interrelación.
• Esta nueva conciencia y esta nueva comprensión de la
interdependencia de toda vida son el signo de que actualmente está gestación
una nueva cultura planetaria.
Heelas cita (p. 226) la « formulación complementaria »
de Jeremy Tarcher:
1. El mundo, incluyendo la raza humana, es expresión
de una naturaleza divina superior, más completa.
2. Oculto en el interior de cada ser humano, existe un
Yo divino superior, que es la manifestación de esta naturaleza divina superior
y más completa.
3. Esta naturaleza superior puede ser despertada y
convertirse en el centro de la vida cotidiana del individuo.
4. Este despertar es la razón de ser de cada vida
individual.
David Spangler citado en Actualité des religions n. 8,
septiembre 1999, p. 43, sobre las principales características de la visión de
la Nueva Era, que es:
• holística (globalizadora, porque sólo hay una
energía-realidad)
• ecológica (la Tierra, Gaia, es nuestra madre, cada
uno de nosotros es una neurona del sistema nervioso central de la tierra)
• andrógina (el arco iris y el Yin Yang son símbolos
NE, que tienen que ver con la complementariedad de los contarios, especialmente
lo masculino y lo femenino)
• mística (que encuentra lo sacro en todas las cosas,
en las más ordinarias)
• planetaria (las personas deben estar, a la vez,
enraizadas en su propia cultura y abiertas a la cultura universal, buscando
amor, compasión, paz, y el establecimiento de un gobierno mundial).
7.2. Glosario selecto
Androginia: no es hermafroditismo, es decir, la
presencia de características físicas de los dos sexos en una persona, sino una
conciencia de la presencia de los elementos masculinos y femeninos en cada
persona. Se describe como un estado equilibrado de armonía interior del animus
y el anima. En la Nueva Era, es un estado resultante de una nueva conciencia de
este modo doble de ser y existir característico de todo hombre y de toda mujer.
Cuanto más se difunda, más ayudará a transformar la conducta interpersonal.
Antroposofía: doctrina teosófica popularizada
originalmente por el croata Rudolf Steiner(1861-1925), que abandonó la Sociedad
Teosófica después de ser el dirigente de su rama alemana desde 1902 hasta 1913.
Es una doctrina esotérica que tiene por objeto iniciar a las personas en el «
conocimiento objetivo » en la esfera divino-espiritual. Steiner estaba
convencido de que ésta le había ayudado a explorar las leyes de la evolución
del cosmos y de la humanidad. Cada ser físico tiene un ser espiritual
correspondiente, y la vida terrena está influida por las energías astrales y
las esencias espirituales. Se dice que la Crónica Akasha es una « memoria
cósmica » accesible a los iniciados.95
Canalización (v. Channeling)
Chamanismo: prácticas y creencias vinculadas a la
comunicación con los espíritus de la naturaleza y con los espíritus de los
muertos mediante la posesión ritual del chamán (por parte de los espíritus), a
los que éste sirve de médium. El atractivo de estas prácticas en los círculos
de la Nueva Era se debe a que ponen el acento en la armonía con las fuerzas de la
naturaleza y en la sanación. A ello se añade también una imagen « romántica »
de las religiones indígenas y de su cercanía a la tierra y a la naturaleza.
Channeling (canalización): los mediums psíquicos
sostienen que actúan como canales de información de otros yoes, normalmente
entidades incorpóreas que viven en otro plano. Pone en relación a seres tan
diversos como maestros excelsos, ángeles, dioses, entidades colectivas,
espíritus de la naturaleza y el Yo Superior.
Conciencia planetaria: esta cosmovisión se desarrolló
en los años 1980 para promover el sentimiento de lealtad a la comunidad humana
en lugar de a las naciones, tribus u otros grupos tradicionales. Puede
considerarse heredera de movimientos de comienzos del siglo XX que promovían un
gobierno mundial. La conciencia de la unidad de la humanidad encaja
perfectamente con la hipótesis Gaia.
Cristales: se considera que vibran con frecuencias
particulares. De aquí que sean útiles para la autotransformación. Se utilizan
en varias terapias, así como en la meditación, visualización, el « viaje astral
» o como amuletos de la suerte. Vistos desde el exterior, no tienen poder
intrínseco, sino que son sencillamente bellos.
Cristo: en la Nueva Era, la figura histórica de Jesús
no es más que una encarnación de una idea, una energía o un conjunto de
vibraciones. Para Alice Bailey, hace falta una gran jornada de súplica, en la
que todos los creyentes logren crear una concentración de energía espiritual
tal que se produzca una nueva encarnación que revelará a los hombres el modo de
salvarse... Para muchos, Jesús no es más que un maestro espiritual que, como
Buda, Moisés y Mahoma, u otros, ha sido penetrado por el Cristo cósmico. Al
Cristo cósmico también se le conoce como la energía crística presente en cada
ser y en el ser total. Los individuos necesitan ser iniciados gradualmente en
la conciencia de las características crísticas que tienen. Cristo representa
–para la Nueva Era– el estado más elevado de perfección del yo.96
Eneagrama: (del griego ennéa = nueve + gramma = signo)
el nombre designa un diagrama compuesto por un círculo con nueve puntos en su
circunferencia, unidos entre sí por un triángulo y un hexágono circunscritos.
Originariamente se utilizó para la adivinación, pero recientemente se ha
popularizado como símbolo de un sistema de tipología de la personalidad que
consta de nueve tipos caracterológicos básicos. Se hizo popular tras la
publicación del libro The Enneagram de Helen Palmer,97 pero la autora reconoce
su deuda con el médico y pensador esotérico ruso G. I. Gurdjieff, el psicólogo
chileno Claudio Naranjo, y el autor Óscar Icazo, fundador de Arica. El origen
del eneagrama permanece envuelto en el misterio, si bien algunos sostienen que
procede de la mística sufí.
Era de Acuario: cada era astrológica, de unos 2146
años, recibe el nombre de uno de los signos del zodiaco, pero los « días
grandes » siguen un orden inverso, de modo que la actual Era de Piscis está a
punto de acabar y se instaurará la Era de Acuario. Cada Era tiene sus propias
energías cósmicas. La energía de Piscis ha hecho de ella una era de guerras y
conflictos. Pero Acuario está destinada a ser una era de armonía, justicia,
paz, unidad, etc. En este sentido, la Nueva Era acepta el carácter inevitable
de la historia. Algunos ven en la era de Aries la época de la religión judía,
en Piscis la del cristianismo y en Acuario la era de una religión universal.
Esoterismo (del griego esotéros = lo que hay en el
interior): designa generalmente un conjunto de conocimientos antiguos y ocultos
accesible sólo a grupos de iniciados, que se describen a sí mismos como
guardianes de las verdades ocultas a la mayoría de la humanidad. El proceso de
iniciación conduce desde un conocimiento de la realidad meramente externo,
superficial, hasta la verdad interior y, mediante ese proceso, despierta la
conciencia a un nivel más profundo. Las personas son invitadas a emprender este
« viaje interior » para descubrir la « chispa divina » que hay dentro de ellas.
En este contexto, la salvación coincide con el descubrimiento del yo.
Espiritismo: si bien siempre ha habido intentos de
establecer contacto con los espíritus de los muertos, se considera que el
espiritismo del siglo XIX es una de las corrientes que desembocan en la Nueva
Era. Se desarrolló en el ambiente de las ideas de Swedenborg y Mesmer, y llegó
a convertirse en una nueva religión. Madame Blavatsky era una médium, por lo
que el espiritismo ejerció gran influjo en la Sociedad Teosófica, aunque en
este caso el acento recaía en el contacto con entidades del pasado remoto más
que con personas que habían muerto recientemente. Allan Kardec influyó en la
difusión del espiritismo en las religiones afro-brasileñas. En algunos nuevos
movimientos religiosos de Japón se dan también elementos espiritistas.
Evolución: en la Nueva Era va mucho más allá de la
evolución de los seres hacia formas de vida superiores. El modelo físico se
proyecta sobre el ámbito espiritual, de modo que una fuerza inmanente del
interior de los seres humanos los impulsa hacia formas superiores de vida
espiritual. Se dice que los seres humanos no tienen control sobre esta fuerza,
pero sus buenas o malas acciones pueden acelerar o retrasar el proceso. Se
piensa que la creación entera, incluyendo la humanidad, avanza inexorablemente
hacia una fusión con lo divino. La reencarnación, naturalmente, ocupa un lugar
importante en esta visión de una evolución espiritual progresiva que, según se
dice, comienza antes del nacimiento y continúa después de la muerte.98
Expansión de la conciencia: si el cosmos se concibe
como una cadena continua de ser, todos los niveles de la existencia –minerales,
vegetales, animales, humanos, seres cósmicos y divinos– son interdependientes.
Se dice que los seres humanos se hacen conscientes de su puesto en esta visión
holística de la realidad global expandiendo su conciencia más allá de sus
límites normales. La Nueva Era ofrece una enorme variedad de técnicas para
ayudar a la gente a alcanzar un nivel de percepción de la realidad más elevado,
una manera de superar la separación entre los sujetos y entre los objetos en el
proceso cognoscitivo, concluyendo en una fusión total de lo que la conciencia
normal, inferior, ve como realidades separadas o distintas.
Feng-shui: forma de geomancia, en este caso un método
oculto chino de descifrar la presencia escondida de corrientes positivas y
negativas en los edificios y otros lugares, basada en el conocimiento de las
fuerzas terráqueas y atmosféricas. « Lo mismo que en el cuerpo humano o el
cosmos, en cada lugar se atraviesan influjos cuyo equilibrio correcto es fuente
de salud y de vida ».99
Gnosis: en sentido amplio, una forma de conocimiento
no intelectual, sino visionaria o mística, que se cree revelada y capaz de unir
al ser humano con el misterio divino. En los primeros siglos del cristianismo,
los Padres de la Iglesia lucharon contra el gnosticismo, por cuanto se oponía a
la fe. Algunos ven un renacer de las ideas gnósticas en gran parte del
pensamiento de la Nueva Era, algunos de cuyos autores de hecho citan el gnosticismo
primitivo. Sin embargo, la acentuación del monismo e incluso del panteísmo o
panenteísmo típica de la Nueva Era lleva a algunos a utilizar el término
neo-gnosticismo para distinguir la gnosis de la Nueva Era del gnosticismo
antiguo.
Gran Hermandad Blanca: Madame Blavatsky afirmaba
mantener contactos con los mahatmas o maestros, seres excelsos que,
conjuntamente, constituyen la Gran Hermandad Blanca. Según ella, eran éstos
quienes dirigían la evolución de la raza humana y orientaban la labor de la Sociedad
Teosófica.
Hermetismo: prácticas y especulaciones filosóficas y
religiosas vinculadas a los escritos del Corpus Hermeticum y a los textos
alejandrinos atribuidos al mítico Hermes Trismegistos. Cuando se conocieron por
primera vez durante el Renacimiento se pensó que revelaban doctrinas
pre-cristianas, sin embargo estudios posteriores han demostrado que datan del
primer siglo de la era cristiana. 100 El hermetismo alejandrino es una fuente
fundamental del esoterismo moderno, con el que tienen mucho en común: el
eclecticismo, la refutación del dualismo ontológico, la afirmación del carácter
positivo y simbólico del universo, la idea de la caída y posterior restauración
de la humanidad. La especulación hermética ha reforzado la creencia en una
antigua tradición fundamental, la llamada philosophia perennis, falsamente
considerada común a todas las tradiciones religiosas. Las formas elevadas y
rituales de la magia se desarrollaron a partir del hermetismo renacentista.
Holismo: concepto clave del « nuevo paradigma », que
pretende ofrecer una estructura teórica que integra toda la cosmovisión del
hombre moderno. En contraste con la experiencia de una fragmentación creciente
en la ciencia y en la vida cotidiana, se acentúa el « holismo », el « totalismo
», como concepto metodológico y ontológico central. La humanidad se integra en
el universo como parte de un único organismo vivo, un entramado armonioso de
relaciones dinámicas. Diversos científicos que tienden un puente entre la
ciencia y la religión rechazan la distinción clásica entre sujeto y objeto, de
la que se suele culpar a Descartes y a Newton. La humanidad forma parte del
entramado universal (el ecosistema, la familia), de la naturaleza y del mundo y
debe buscar la armonía con todos los elementos de esta autoridad
cuasi-transcendente. Cuando se comprende cuál es el propio lugar en la
naturaleza, también se entiende que la « totalidad » y la « santidad » son una
misma y sola cosa. La articulación más clara de este concepto se halla en la
hipótesis « Gaia ». 101
Iniciación: en etnología religiosa es el viaje
cognitivo yo experimental, mediante el cual una persona es admitida,
individualmente o como miembro de un grupo, a través de rituales particulares,
a formar parte de una comunidad religiosa, una sociedad secreta (p.e. la
Francmasonería) o una asociación mistérica (mágica, esotérico-oculta, gnóstica,
teosófica, etc.).
Karma: (de la raíz sánscrita Kri = acción, obra)
noción clave en el hinduismo, jainismo y budismo, cuyo significado no ha sido
siempre el mismo. En el antiguo periodo védico se refería a la acción ritual,
especialmente el sacrificio, mediante la cual una persona obtenía acceso a la
felicidad o a la bienaventuranza en la otra vida. Cuando aparecieron el
jainismo y el budismo (aproximadamente seis siglos antes de Cristo), Karma
perdió su sentido salvífico: el camino hacia la liberación era el conocimiento
del Atman o « yo ». En la doctrina del samsara, se entendía como el ciclo
incesante del nacimiento y la muerte humanas (hinduismo) o del renacer
(budismo). 102 En los ambientes de la Nueva Era la « ley del karma » se concibe
con frecuencia como el equivalente moral de la evolución cósmica. El Karma no
tiene ya que ver con el mal o el sufrimiento –ilusiones que hay que
experimentar como parte de un « juego cósmico »– sino que es la ley universal
de la causa y el efecto, y forma parte de la tendencia de un universo
interrelacionado hacia el equilibrio moral. 103
Mística: la mística de la Nueva Era consiste en
volverse hacia el interior del propio yo más que en una comunión con Dios, que
es el « totalmente otro ». Es una fusión con el universo, la aniquilación
definitiva del individuo en la unidad del todo. La experiencia del Yo se toma
como experiencia de la divinidad, por lo que se debe mirar hacia dentro para
descubrir la auténtica sabiduría, creatividad y fuerza.
Monismo: doctrina metafísica según la cual las
diferencias entre las cosas son ilusorias. Sólo hay un ser universal único, del
cual cada cosa y cada persona son sólo una parte. En la medida en que el
monismo de la Nueva Era incluye la idea de que la realidad es fundamentalmente
espiritual, es una forma contemporánea del panteísmo (que rechaza a veces
explícitamente el materialismo, en especial el marxismo). Su pretensión de
resolver todo dualismo no deja lugar a un Dios transcendente, de manera que
todo es Dios. Para el cristianismo se plantea un problema ulterior cuando se
suscita la cuestión del origen del mal. C. G. Jung vio el mal como el « lado
sombrío » de Dios, que, en el teísmo clásico, es todo bondad.
Movimiento del Potencial Humano: desde sus comienzos
(Esalen, California, en los años 1960), se ha convertido en una red de grupos
que promueven la liberación de la capacidad humana innata de creatividad
mediante la realización del yo. Cada vez son más las empresas que utilizan
diversas técnicas de transformación personal en programas de formación de
dirigentes, en definitiva por puras razones económicas. Si bien las Tecnologías
Transpersonales, el Movimiento por una Conciencia Espiritual Interior, el
Desarrollo Organizativo, y la Transformación Organizativa, se presentan como
no-religiosos, en realidad los empleados de las empresas pueden encontrarse
sometidos a una « espiritualidad » extraña en una situación que plantea
conflictos con su libertad personal. Hay vínculos evidentes entre la
espiritualidad oriental y la psicoterapia, mientras que la psicología jungiana
y el Movimiento del Potencial Humano han ejercido su influjo sobre el
chamanismo y formas « reconstruidas » del paganismo, como el druidismo y la
wicca. En sentido amplio, el « crecimiento personal » puede entenderse como la
forma que adopta la « salvación religiosa » en el movimiento de la Nueva Era:
se afirma que la liberación del sufrimiento y de la debilidad humanas se alcanzará
desarrollando nuestro potencial humano, lo cual da como resultado el que nos
encontremos cada vez más en contacto con nuestra divinidad interior. 104
Música New Age: se trata de una industria floreciente.
Este tipo de música suele promocionarse como un medio para alcanzar la armonía
consigo mismo y con el mundo. En parte suele ser música « celta » o druídica.
Algunos compositores New Age sostienen que su música tiene como objeto tender
puentes entre lo consciente y lo inconsciente, lo cual es especialmente cierto
cuando además de melodías hay una repetición meditativa y rítmica de
estribillos clave. Al igual que otros muchos fenómenos de la Nueva Era, algunas
de estas músicas se proponen como una introducción a este movimiento, pero la
mayoría tiene sencillamente una finalidad comercial o artística.
Neopaganismo: término rechazado con frecuencia por
aquellos a quienes se aplica. Se refiere a una corriente que sigue un trayecto
paralelo al de la Nueva Era y con el cual suele relacionarse. En la oleada de
reacción contra las religiones tradicionales, especialmente la herencia
judeocristiana de occidente, son muchos los que han vuelto la mirada a las
antiguas religiones indígenas, tradicionales, paganas. Se considera que cuanto
precedió al cristianismo era más conforme al espíritu de la tierra y de la
nación, o que era una forma pura de la religión natural, en contacto con las
fuerzas de la naturaleza, a menudo matriarcal, mágica o chamánica. Según dicen,
la humanidad será más sana si retorna al ciclo natural de las fiestas
(agrícolas) y a la afirmación general de la vida. Algunas religiones «
neopaganas » son reconstrucciones recientes cuya verdadera relación con las
formas originales puede ser discutible, particularmente en los casos en que
están dominadas por componentes ideológicos modernos como la ecología, el
feminismo o, en casos raros, por los mitos de pureza racial. 105
Ocultismo: el conocimiento oculto (escondido) y las
fuerzas de la mente y la naturaleza se hallan en la base de las creencias y
prácticas vinculadas a una supuesta « filosofía perenne » oculta, derivada, por
una parte, de la magia y la alquimia griega antigua, y de la mística judía por
otra. Se conservan ocultas mediante un código secreto impuesto a los iniciados
en los grupos y sociedades que conservan el conocimiento y las técnicas que
implican. En el siglo XIX, el espiritismo y la Sociedad Teosófica introdujeron
nuevas formas de ocultismo que, a su vez, han influido en varias corrientes de
la Nueva Era.
Panteísmo: (en griego pan = todo y theós = Dios) la
creencia de que todo es Dios o, en ocasiones, que todo está en dios y dios está
en todo (panenteísmo). Todo elemento del universo es divino, y la divinidad
está presente por igual en todo. En esta visión no tiene cabida Dios como un
ser distinto en el sentido del teísmo clásico.
Parapsicología: trata de cosas como la percepción
extrasensorial, la telepatía mental, la telequinesia, la sanación psíquica y la
comunicación con espíritus mediante médiums o el channeling. A pesar de las
duras críticas de los científicos, la parapsicología ha ido creciendo y encaja
perfectamente en la mentalidad popular de ciertos sectores de la Nueva Era,
según la cual los seres humanos tienen habilidades psíquicas extraordinarias,
aunque con frecuencia en un estadio poco desarrollado.
Pensamiento Nuevo: movimiento religioso del siglo XIX
fundado en los Estados Unidos de América. Tuvo su origen en el idealismo, del
cual era una forma popularizada. Se decía que Dios era completamente bueno y el
mal una mera ilusión; la realidad básica era la mente. Puesto que es la mente
la que causa los acontecimientos de la propia vida, el individuo debe asumir la
responsabilidad última sobre cada uno de los aspectos de su situación.
Pensamiento Positivo: convicción de que las personas
pueden cambiar la realidad física o las circunstancias externas alterando su
actitud mental, pensando de manera positiva y constructiva. A veces es un modo
de percibir conscientemente creencias inconscientes que determinan nuestra
situación vital. A los adeptos del Pensamiento Positivo se les promete salud,
integridad e incluso inmortalidad.
Psicología profunda: la escuela de psicología fundada
por C. G. Jung, antiguo discípulo de Freud. Jung reconocía que la religión y
los temas espirituales eran importantes para la integridad y la salud. La
interpretación de los sueños y el análisis de los arquetipos fueron elementos
clave de su método. Los arquetipos son formas que pertenecen a la estructura
heredada de la psique humana. Aparecen en los temas o imágenes recurrentes de
los sueños, fantasías, mitos y cuentos de hadas.
Rebirthing: (v. Renacer)
Reencarnación: en el contexto de la Nueva Era, la
reencarnación está vinculada al concepto de la evolución ascendente hasta
convertirse en un ser divino. A diferencia de religiones de la India, o
derivadas de ellas, la Nueva Era concibe la reencarnación como el progreso del
alma individual hacia un estado más perfecto. Lo que se reencarna es
esencialmente algo inmaterial o espiritual; más exactamente, es la conciencia,
la chispa de energía que en la persona comparte la energía cósmica o « crística
». La muerte no es sino el paso del alma de un cuerpo a otro.
Renacer: a comienzos de los años 1970, Leonard Orr
describió el renacer (rebirthing) como un proceso mediante el cual a una
persona puede identificar y aislar áreas de su conciencia sin resolver y que
son origen de sus problemas actuales.
Rosacruces: son grupos ocultos occidentales
relacionados con la alquimia, la astrología, la teosofía y las interpretaciones
cabalísticas de la Sagrada Escritura. La Fraternidad Rosacruciana contribuyó al
renacimiento de la astrología en el siglo XX, mientras que la Antigua y Mística
Orden de la Rosae Crucis (AMORC) vinculó el éxito con una supuesta capacidad
para materializar las imágenes mentales de salud, riqueza y felicidad.
Teosofía: término antiguo, que se refería
originalmente a una especie de mística. Se la ha relacionado con los gnósticos
y los neoplatónicos griegos, con el Maestro Eckhart, Nicolás de Cusa y Jacob
Boehme. La Sociedad Teosófica, fundada por Helena Petrovna Blavatsky y otros en
1875 confirió gran importancia al término. La mística teosófica tiende al
monismo, acentúa la unidad esencial de los componentes espirituales y materiales
del universo. Busca también las fuerzas ocultas responsables de la interacción
entre la materia y el espíritu, de modo que la mente humana y la divina acaben
por encontrarse. Es aquí donde la teosofía ofrece la redención mística o la
iluminación.
Trascendentalismo: movimiento de escritores y
pensadores del siglo XIX de Nueva Inglaterra, que compartían un conjunto
idealista de creencias en la unidad esencial de la creación, la bondad innata
de la persona humana, y la superioridad de la intuición frente a la lógica y la
experiencia para descubrir las verdades más profundas. La figura principal es
Ralph Waldo Emerson, que se apartó del cristianismo ortodoxo, y a través de los
Unitarios pasó a un nuevo misticismo natural que integraba conceptos del
hinduismo con otros de carácter popular americano, tales como el
individualismo, la responsabilidad personal y la necesidad de triunfar.
Wicca: antiguo término inglés para designar a las
brujas, aplicado a un resurgir neopagano de algunos elementos de la magia ritual.
Acuñado en 1939 por Gerhard Gardner en Inglaterra: se basaba en algunos textos
eruditos, según los cuales la brujería europea medieval era una antigua
religión natural perseguida por los cristianos. Con el nombre « the Craft », se
extendió rápidamente en Estados Unidos durante los años 1960, donde se vinculó
con la « espiritualidad de las mujeres».
7.3. Lugares clave de la Nueva Era
Esalen: comunidad fundada en Big Sur, California, en
1962, por Michael Murphy y Richard Price, cuyo objetivo fundamental era llegar
a la auto-realización del ser mediante el nudismo, las visiones y la « medicina
suave ». Se ha convertido en uno de los centros más importantes del Movimiento
del Potencial Humano, y ha difundido sus ideas respecto a la medicina holística
en el mundo de la educación, la política y la economía. Lleva a cabo esta tarea
mediante cursos sobre religión comparada, mitología, misticismo, meditación,
psicoterapia, expansión de la conciencia, etc. Junto con Findhorn, se le
considera el punto clave del crecimiento de la conciencia de Acuario. El
Instituto Soviético-Americano de Esalen cooperó con funcionarios soviéticos en
el Proyecto de promoción de la Salud.
Findhorn: esta comunidad agrícola holística iniciada
por Peter y Eileen Caddy logró el crecimiento de plantas enormes mediante
métodos no convencionales. La fundación de la comunidad Findhorn en Escocia en
1965 constituyó un importante hito en el movimiento que lleva la etiqueta de
Nueva Era. De hecho « se consideró que Findhorn encarnaba sus principales ideas
de transformación ». La búsqueda de una conciencia universal, el ideal de la
armonía con la naturaleza, la visión de un mundo transformado, y la práctica
del channeling, todo lo cual son elementos clave del Movimiento de la Nueva
Era, se hallaron presentes en Findhorn desde su fundación. El éxito de esta
comunidad la llevó a convertirse en modelo e inspiración de otros grupos, tales
como las Alternativas de Londres, Esalen en Big Sur, California, y el Centro
Abierto y el Instituto Omega de Nueva York ». 106
Monte Verità: comunidad utópica cerca de Ascona,
Suiza. Desde finales del siglo XIX fue punto de encuentro de los exponentes
europeos y americanos de la contracultura en ámbitos tales como la política, la
psicología y la ecología. Las conferencias Eranos se vienen celebrando allí
todos los años desde 1933, reuniendo a grandes luminarias de la Nueva Era. Sus
anuarios manifiestan claramente la intención de crear una religión mundial
integrada. 107 Resulta fascinante ver la lista de quienes se han reunido en
Monte Verità a lo largo de los años.
8 RECURSOS
8.1. Documentos del Magisterio de la Iglesia Católica
Juan Pablo II, Alocución a los Obispos Norteamericanos
de Kansas, Missouri y Nebraska en su visita "ad limina", 28 de mayo
de 1993.
Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los
Obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la meditación
cristiana (Orationis Formas), Ciudad del Vaticano (Libreria Editrice Vaticana)
1989.
Comisión Teológica Internacional, Algunas cuestiones
actuales de escatología,1992, n. 9-10 (sobre la reincarnación).
Comisión Teológica Internacional, Algunas cuestiones
sobre la teología de la Redención,1995, I29 y II35-36.
Comité para la Cultura de la Conferencia Episcopal
Argentina, Frente a una Nueva Era. Desafío a la pastoral en el horizonte de la
Nueva Evangelización,1993.
Comisión Teológica Irlandesa, A New Age of the Spirit?
A Catholic Response to the New Age Phenomenon, Dublín 1994.
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Notas
(1) Paul Heelas, The New Age Movement. The Celebration
of the Self and the Sacralization of Modernity. Oxford (Blackwell) 1966, p.
137.
(2) Cf. P. Heelas, op. cit., p. 164s.
(3) Cf. P. Heelas, op. cit., p. 173.
(4) Cf. Juan PabloII, Carta Encíclica Dominum et
vivificantem (18 de mayo de 1986), 53.
(5) Cf. Gilbert Markuso.p., « Celtic Schmeltic » (1),
en Spirituality, vol. 4, noviembre-diciembre de 1998, no 21, pp. 379-383; y (2)
en Spirituality, vol. 5, enero-febrero de 1999, n. 22, pp. 57-61.
(6) Juan PabloII, Cruzando el umbral de la esperanza,
Barcelona (Plaza & Janés) 1994, pp. 103-104.
(7) Cf. especialmente Massimo Introvigne, New Age
& Next Age, Casale Monferrato (Piemme) 2000.
(8) M. Introvigne, op. cit., p. 267.
(9) Cf. Michel Lacroix, L'Ideologia della New Age,
Milano (il Saggiatore) 1998, p. 86. La
palabra « secta » se usa aquí no en sentido peyorativo, sino más bien para
denotar un fenómeno sociológico.
(10) Cf. Wouter J. Hanegraaff, New Age Religion and
Western Culture. Esotericism in the Mirror of Secular Thought, Leiden-New
York-Köln (Brill) 1996, p. 377 et passim.
(11) Cf. Rodney Starkand William Sims Brainbridge, The
Future of Religion. Secularisation, Revival and Cult Formation, Berkeley
(University of California Press) 1985.
(12) Cf. M. Lacroix, op. cit., p. 8.
(13) El curso suizo « Theologie für Laien » titulado
Faszination Esoterik lo plantea con claridad. Cf. « Kursmappe 1 – New Age und
Esoterik », texto acompañado de diapositivas, p. 9.
(14) El término ya aparece en el título de The New Age
Magazine,publicado por el Antiguo Rito Masónico Escocés Aceptado en la
jurisdicción meridional de los Estados Unidos de América, remontándose a 1900. Cf. M. York,« The New Age Movement in Great Britain »,
en Syzygy. Journal of Alternative Religion and Culture, 1:2-3 (1992), Stanford
CA, p. 156, nota 6. La datación
exacta y la naturaleza del cambio a la Nueva Era son interpretadas de maneras
distintas según los diferentes autores. Las estimaciones para tal fecha oscilan
entre 1967 y 2376.
(15) A finales de 1977, Marilyn Fergusonenvió un
cuestionario a 210 « personas comprometidas en la transformación social », a
los que también llama « Conspiradores de Acuario ». Es interesante lo que
sigue: « Cuando se pedía a los encuestados que dieran el nombre de los
individuos cuyas ideas les habían influido, bien a través del contacto
personal, bien por medio de sus escritos, los más nombrados, por orden de
frecuencia, fueron: Pierre Teilhard de Chardin, C. G. Jung, Abraham Maslow,
Carl Rogers, Aldous Huxley, Roberto Assagioli y J. Krishnamurti. También aparecen mencionados frecuentemente: Paul
Tillich, Hermann Hesse, Alfred North Whitehead, Martin Buber, Ruth Benedict, Margaret
Mead, Gregory Bateson, Tarthang Tulku, Alan Watts, Sri Aurobindo, Swami
Muktananda, D. T. Suzuki, Thomas Merton, Willis Harman, Kenneth Boulding, Elise
Boulding, Erich Fromm, Marshall McLuhan, Buckminster Fuller, Frederic
Spiegelberg, Alfred Korzybski, Heinz von Foerster, John Lilly, Werner Erhard,
Oscar Ichazo, Maharishi Mahesh Yoghi, Joseph Chilion Pearce, Karl Pribram,
Gardner Murphy, y Albert Einstein »: The Aquarian Conspiracy. Personal and
Social Transformation in Our Time, Los Angeles, (Tarcher) 1980, p. 50 (nota 1)
y p. 434. (Trad. esp. La
conspiración de Acuario. Transformaciones personales y sociales en este fin de
siglo, Barcelona [Kairós] 1985).
(16) W.J. Hanegraaff , op. cit., p. 520.
(17) Comisión Teológica Irlandesa, A New Age of Spirit?
A Catholic Response to the New Age Phenomenon, Dublín 1994, capítulo 3.
(18) Cf. La estructura de las revoluciones
científicas, México, FCE, 1995.
(19) Cf. Alessandro Olivieri Pennesi, Il Cristo del
New Age. Indagine critica, Ciudad del Vaticano (Librería Editrice Vaticana)
1999, passim, pero especialmente las pp. 11-34. Véase también la sección 4 más
abajo.
(20) Merece la pena recordar la letra de esta canción,
que se grabó inmediatamente en las mentes de toda una generación, tanto en
Norteamérica como en Europa occidental: « When the Moon is in the Seventh
House, and Jupiter aligns with Mars, then Peace will guide the Planets, and
Love will steer the Stars. This
is the dawning of the Age of Aquarius... Harmony and understanding, sympathy
and trust abounding; No more falsehoods or derision –golden living, dreams of
visions, mystic crystal revelation, and the mind's true liberation. Aquarius... ».
(« Cuando la Luna esté en la Séptima Casa, y Júpiter
se alinee con Marte, entonces la Paz guiará a los Planetas, y el Amor conducirá
a las Estrellas. Es el amanecer de la Era de Acuario... Abundarán la armonía y
la comprensión, la simpatía y la confianza, no habrá más engaños ni más burlas:
una vida dorada, sueños de visiones, una revelación mística cristalina, y la
auténtica liberación de la mente. Acuario... »).
(21) Paul Heelas, op. cit., p. 1 y s. La publicación
de agosto de 1978 de la Coalición Cristiana de Berkeley lo expresa de este
modo: « Hace exactamente diez años la espiritualidad "funky" a base
de drogas de los hippies y la mística de los yogis occidentales se limitaban a
la contracultura. Hoy día, ambas se han abierto camino en la corriente
fundamental de nuestra mentalidad cultural. La ciencia, las profesiones de la
salud, las artes, por no mencionar la psicología y la religión, están todas
comprometidas en una reconstrucción fundamental de sus premisas básicas ».
Citado en Marilyn Ferguson, The Aquarian Conspiracy. Personal and Social
Transformation in Our Time, Los Angeles (Tarchner) 1980, p. 370 y ss.
(22) Cf. Chris Griscom, Ecstasy is a New Frequency:
Teachings of the Light Institute, New York, (Simon & Schuster) 1987, p. 82.
(23) Véase el Glosario de términos, § 7.2 Glosario
selecto.
(24) Cf. W.J. Hanegraaff, op. cit. capítulo 15 (« The
Mirror of Secular Thought »). El
sistema de correspondencias está heredado claramente del esoterismo
tradicional, pero tiene un significado nuevo para quienes siguen
(conscientemente o no) a Swedenborg. Mientras que para la doctrina esotérica
tradicional cada elemento natural poseía en su interior la vida divina, para
Swedenborg la naturaleza es un reflejo muerto del mundo espiritual vivo. Esta
idea está muy metida en el corazón de la visión posmoderna de un mundo
desencantado y en los diversos intentos por « re-encantarlo ». Blavatsky
rechazó las correspondencias y Jung relativizó fuertemente la causalidad a
favor de la cosmovisión esotérica de las correspondencias.
(25) W.J. Hanegraaff, op. cit., pp. 54-55.
(26) Cf. Reinhard Hümmel,« Reinkarnation », en Hans
Gasper,Joachim Müller, Friederike Valentin(eds.), Lexikon der Sekten,
Sondergruppen und Weltanschauungen. Fakten, Hintergründe, Klärungen,
Freiburg-Basel-Wien (Herder) 2000, pp. 886-893.
(27) Michael Fuss,« New Age and Europe. A Challenge
for Theology », en Mission Studies Vol. VIII-2, 16, 1991, p. 192.
(28) Ibid., loc. cit.
(29) Ibid., p. 193.
(30) Ibid., p. 199.
(31) Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a
los Obispos de la Iglesia católica sobre algunos aspectos de la meditación
cristiana (Orationis Formas), 1989, 14. Cf. Gaudium et Spes, 19; Fides et Ratio, 22.
(32) W.J. Hanegraaff, op. cit., p. 448s. Los objetivos están citados según la versión
definitiva (1896); las versiones anteriores subrayaban la irracionalidad del «
fanatismo » y la urgencia de promover una educación no sectaria. Hanegraaff
cita la descripción que hace J. Gordon Meltonde la religión de la Nueva Era
como enraizada en la tradición « oculto-metafísica » (ibid., p. 455).
(33) W.J. Hanegraaff, op. cit., p. 513.
(34) Thomas M. KingSJ, « Jung and Catholic
Spirituality », en America, 3 de abril de 1999, p. 14. El autor señala que los devotos de la Nueva Era «
citan pasajes que tratan del I Ching, la astrología y el Zen, mientras que los
católicos citan pasajes que tratan de los místicos cristianos, la liturgia y el
valor psicológico del sacramento de la reconciliación » (p. 12). También
incluye una lista de personalidades e instituciones espirituales claramente
inspiradas y guiadas por la psicología de Jung.
(35) Cf. W.J. Hanegraaff, op. cit., p. 501s.
(36) C. J. Jung, Wandlungen und Symbole der Libido,
citado en Hanegraaff, op. cit., p. 503.
(37) Sobre este punto, cf. Michael Schooyans,
L'Évangile face au désordre mondial, con un prefacio del Cardenal Joseph
Ratzinger,París (Fayard) 1997.
(38) Citado en The True and the False New Age. Introductory Ecumenical Notes, de la Comunidad
Maranatha, Manchester (Maranatha) 1933, 8.10; no se especifica la numeración
original de las páginas.
(39) Michel Lacroix, L'Ideologia della New Age, Milán
(il Saggiatore) 1998, pp. 84ss.
(40) Cf. el apartado sobre las ideas de David
Spangleren Actualité des religions n. 8, septembre 1999, p. 43.
(41) M. Ferguson, op.cit., p. 407.
(42) Ibid., p. 411.
(43) « Ser americano... es precisamente imaginar un
destino más que heredarlo. Siempre hemos sido habitantes del mito más que de la
historia »: Leslie Fiedler,citado en M. Ferguson, op. cit., p. 142.
(44) Cf. P. Heelas, op. cit., p. 173s.
(45) David Spangler, The New Age, Issaquah
(Morningtown Press) 1988, p. 14.
(46) P. Heelas, op. cit., p. 168.
(47) Véase el prefacio al libro de Michel Schooyans,
L'Évangile face au désordre mondial, escrito por el Cardenal Joseph Ratzinger,
París (Fayard) 1997. La cita está traducida del italiano, Il nuovo disordine
mondiale, Cinisello Balsamo (San Paolo) 2000, p. 6.
(48) Cf. Our Creative Diversity. Report of the World
Commission on Culture and Development, París (UNESCO) 1995, que ilustra la
importancia que se confiere a la celebración y promoción de la diversidad.
(49) Cf. Christoph Bochinger, «New Age » und moderne
Religion: Religionswissenschaftliche Untersuchungen, Güttersloh (Kaiser) 1994,
especialmente el capítulo 3.
(50) Las limitaciones de estas técnicas que, sin
embargo, no son oración se discuten más adelante, § 3.4. Mística cristiana y
mística Nueva Era.
(51) Cf. Carlo Maccari, « La ‘mistica cosmica' del New
Age » ,en Religioni e Sette nel Mondo 19962.
(52) Jean Vernette, « L'avventura spirituale dei figli
dell'Acquario », en Religioni e Sette nel Mondo 19962, p. 42s.
(53) J. Vernette, loc. cit.
(54) Cf. J. Gordon Melton, New Age Encyclopedia,
Detroit (Gale Research) 1990, pp. xiii-xiv.
(55) David Spangler, The Rebirth of the Sacred,
Londres (Gateway Books) 1984, p. 78s.
(56) David Spangler, The New Age, Issaquah (Morningtown
Press) 1988, p. 13s.
(57) Juan PabloII, Carta apostólica Tertio Millenio
Adveniente (10 de noviembre de 1994), 9.
(58) Matthew Fox, The Coming of the Cosmic Christ. The
Healing of Mother Earth and the Birth of a Global Renaissance, San Francisco (Harper
& Row) 1988, p. 135.
(59) Cf. el documento publicado por el Comité para la
Cultura de la Conferencia Episcopal Argentina Frente a una Nueva Era. Desafío a
la pastoral en el horizonte de la Nueva Evangelización, 1993.
(60) Congregación para la Doctrina de la Fe, Orationis
Formas, 23.
(61) Ibid., 3. Véanse las secciones sobre la
meditación y la oración contemplativa en Catecismo de la Fe Cristiana,
2705-2719.
(62) Cf. Orationis Formas, 13.
(63) Cf. Brendan Pelphrey, «I said, You are Gods.
Orthodox Christian Theosis and Deification in the New Religious Movements» en
Spirituality East and West, Pascua 2000 (N. 13).
(64) Adrian Smith, God and the Aquarian Age. The new
era of the Kingdom, Great Wakering (Mc Crimmons) 1990, p. 49.
(65) Cf. Benjamín Creme, The Reappearance of Christ
and the Masters of Wisdom, Londres (Tara Press) 1979, p. 116.
(66) Cf. Jean Vernette, Le New Age, París, (P.U.F.) 1992 (Collection Encyclopédique Que sais-je?), p. 14.
(67) Catecismo de la Iglesia Católica, 52.
(68) Cf. Alessandro Olivieri Pennesi,Il Cristo del New
Age. Indagine Critica, Ciudad del Vaticano (Librería Editrice Vaticana) 1999,
especialmente las páginas 13-34. La lista de puntos comunes está en la p. 33.
(69) Credo de Nicea-Constantinopla.
(70) Michel Lacroix, L'Ideologia della New Age, Milán
(Il Saggiatore) 1998, p. 74.
(71) Ibid., p. 68.
(72) Edwin Schur, The Awareness Trap. Self-Absorption
instead of Social Change, Nueva York (McGraw Hill) 1977, p. 68.
(73) Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 355-383.
(74) Cf. Paul Heelas, The New Age Movement. The
Celebration of the Self and the Sacralization of Modernity, Oxford (Blackwell)
1996, p. 161.
(75) A Catholic Response to the New Age Phenomenon,
Comisión Teológica Irlandesa 1994, capítulo 3.
(76) Congregación para la Doctrina de la Fe, Orationis
Formas, 3.
(77) Ibid., 7.
(78) William Bloom, The New Age. An Anthology of
Essential Writings, Londres (Rider) 1991, p. xvi.
(79) Catecismo de la Iglesia Católica, 387.
(80) Ibid., 1849.
(81) Ibid., 1850.
(82) Juan PabloII, Carta Apostólica Salvifici doloris
sobre el sufrimiento humano (11 de febrero de 1984), 19.
(83) Cf. David Spangler, The New Age, op. cit., p. 28.
(84) Cf. Juan PabloII, Carta Encíclica Redemptoris
Missio (7 de diciembre de 1990) 6, 28, y la Declaración de la Congregación para
la Doctrina de la Fe Dominus Jesus (6 de agosto de 2000), 12.
(85) Cf. R. Rhodes, The Counterfeit Christ of the New
Age Movement, Grand Rapids (Baker) 1990, p. 129.
(86) Helen Bergino.p., «Living One's Truth», en The
Furrow, Enero 2000, p. 12.
(87) Ibid., p. 15.
(88) Cf. Paul Heelas, op. cit., p. 138.
(89) Elliot Miller, A Crash Course in the New Age.
Eastbourne (Monarch) 1989, p. 122. Para una documentación sobre la postura
vehementemente anticristiana del espiritismo, cf. R. Laurence Moore, «
Spiritualism », en Edwin S. Gaustad(ed.), The Rise of Adventism: Religion and
Society in Mid-Nineteenth-Century America, Nueva York 1974, pp. 79-103, y
también R. Laurence Moore, In Search of White Crows: Spiritualism,
Parapsychology, and American Culture, Nueva York (Oxford University Press)
1977.
(90) Cf. Juan PabloII, Carta encíclica Fides et Ratio
(14 de septiembre de 1998), 36-48.
(91) Cf. Juan PabloII, Alocución a los Obispos
Norteamericanos de Iowa, Kansas, Missouri y Nebraska en su visita «ad limina»,
28 de mayo de 1993.
(92) Cf. Juan PabloII, Exhortación Apostólica
Post-Sinodal Ecclesia in Africa, 103. El Consejo Pontificio para la Cultura ha
publicado un guía que contiene una lista de estos centros en todo el mundo:
Centros Culturales Católicos (3a edición, Ciudad del Vaticano, 2001).
(93) Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe,
Orationis Formas, y § 3 supra.
(94) Ésta es un campo donde la falta de información
puede desorientar a los responsables de la educación a causa de los grupos cuya
verdadero programa es contrario al mensaje del Evangelio. Es el caso
particularmente de los colegios y escuelas, donde los jóvenes, llenos de
curiosidad y obligados a escuchar constituyen una presa fácil y un objetivo
ideal para el comercio ideológico. Cf. la llamada de atención en Massimo
Introvigne, New Age & Next Age, Casale Monferrato (Piemme) 2000, p. 277s.
(95) Cf. J. Badewien,Antroposofia, en H.
Waldenfels(ed.) Nuovo Dizionario delle Religioni, Cinisello Balsamo (san Paolo)
1993, p. 41.
(96) Cf. Raúl Berzosa Martínez,Nueva Era y
Cristianismo, Madrid (BAC) 1995, p. 214.
(97) Helen Palmer, The Enneagram, Nueva York
(Harper-Row) 1989.
(98) Cf. el documento del Comité para la Cultura de la
Conferencia Episcopal Argentina, op. cit.
(99) 2 J. Gernet, en J.-P. Vernantet al., Divination
et Rationalité,París (Seuil) 1974, p. 55.
(100) Cf. Susan Greenwood, « Gender and Power in
Magical Practices, en Steven Sutcliffey Marion Bowman(eds.), Beyond New Age.
Exploring Alternative Spirituality, Edinburgo (Edinburgh University Press)
2000, p. 139.
(101) Cf. M. Fuss, op. cit., pp. 198-199.
(102) Cf. C. Maccari, La "New Age" di fronte
alla fede cristiana, LeumannTorino (LDC) 1994, p.168.
(103) Cf. W.J. Hanegraaff, op. cit., pp. 283-290.
(104) Para un estudio breve pero esclarecedor del
Movimiento del Potencial Humano, véase Elizabeth Puttik,« Personal Development:
the Spiritualisation and Secularisation of the Human Potential Movement », en
Steven Sutcliffey Marion Bowman(eds.), Beyond New Age. Exploring Alternative
Spirituality, Edinburgo (Edinburgh University Press) 2000, pp. 201-219.
(105) Sobre este último punto, sumamente delicado,
véase el artículo « Neonazismus » de Eckhard Türken Hans Gasper, Joachim
Müller, Friederike Valentin(eds.), Lexikon der Sekten, Sondergruppen und
Weltanschauungen. Fakten, Hintergründe, Klärungen, Freiburg-Basel-Wien (Herder)
2000, p. 726.
(106) Cf. John Saliba, Christian Responses to the New
Age Movement. A Critical Assessment, London (Geoffrey Chapman) 1999, p. 1.
(107) Cf. M. Fuss, op. cit., pp. 195-196.
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