DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A
LOS PARTICIPANTES EN LA 38 CONFERENCIA
DE
LA ORGANIZACIÓN DE
LAS NACIONES UNIDAS
PARA
LA ALIMENTACIÓN Y
LA AGRICULTURA
(FAO)
Sala Clementina
Jueves 20 de junio de
2013
Señor Presidente,
Señores Ministros,
Señor Director
General,
Ilustres Señoras y
señores,
1. En continuidad con
una larga y significativa tradición, que comenzó hace ya sesenta años, me
alegra recibirles hoy en el Vaticano a todos ustedes, participantes en la 38
Conferencia de la
Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Doy
las gracias al Señor Presidente Mohammad Asef Rahimi, y a los Representantes de
muchos países y culturas diversas, unidos en la búsqueda de respuestas
adecuadas a necesidades primarias de tantos hermanos y hermanas nuestros: tener
el pan de cada día y sentarse dignamente a la mesa.
Saludo al Director
General, el profesor José Graziano da Silva, a quien he tenido ocasión de
encontrar al comienzo de mi ministerio como Obispo de Roma. En aquella ocasión
me manifestó que la situación mundial es especialmente difícil, no sólo a causa
de la crisis económica, sino también por los problemas ligados a la seguridad,
a demasiados conflictos abiertos, al cambio climático, a la conservación de la
diversidad biológica. Todas estas son situaciones que requieren un compromiso
renovado de la FAO
para hacer frente a los múltiples problemas del mundo agrícola y de cuantos
viven y trabajan en zonas rurales.
Las iniciativas y las
soluciones posibles son muchas y no se limitan al aumento de la producción. Es
bien sabido que la producción actual es suficiente y, sin embargo, hay millones
de personas que sufren y mueren de hambre: esto, queridos amigos, constituye un
verdadero escándalo. Es necesario, pues, encontrar la manera de que todos
puedan beneficiarse de los frutos de la tierra, no sólo para evitar que aumente
la diferencia entre los que más tienen y los que tienen que conformarse con las
migajas, sino también, y sobre todo, por una exigencia de justicia, equidad y
respeto a todo ser humano.
2. Creo que el
sentido de nuestro encuentro es el de compartir la idea de que se puede y se
debe hacer algo más para dar vigor a la acción internacional en favor de los
pobres, no sólo armados de buena voluntad o, lo que es peor, de promesas que a
menudo no se han mantenido. Tampoco se puede seguir aduciendo como álibi, un
álibi cotidiano, la crisis global actual, de la que, por otro lado, no se podrá
salir completamente hasta que no se consideren las situaciones y condiciones de
vida a la luz de la dimensión de la persona humana y de su dignidad.
La persona y la
dignidad humana corren el riesgo de convertirse en una abstracción ante
cuestiones como el uso de la fuerza, la guerra, la desnutrición, la
marginación, la violencia, la violación de las libertades fundamentales o la
especulación financiera, que en este momento condiciona el precio de los
alimentos, tratándolos como cualquier otra mercancía y olvidando su destino
primario. Nuestro cometido consiste en proponer de nuevo, en el contexto
internacional actual, la persona y la dignidad humana no como un simple
reclamo, sino más bien como los pilares sobre los cuales construir reglas
compartidas y estructuras que, superando el pragmatismo o el mero dato técnico,
sean capaces de eliminar las divisiones y colmar las diferencias existentes. En
este sentido, es necesario contraponerse a los intereses económicos miopes y a
la lógica del poder de unos pocos, que excluyen a la mayoría de la población
mundial y generan pobreza y marginación, causando disgregación en la sociedad,
así como combatir esa corrupción que produce privilegios para algunos e
injusticias para muchos.
3. La situación que
estamos viviendo, aunque esté directamente relacionada con factores financieros
y económicos, es también consecuencia de una crisis de convicciones y valores,
incluidos los que son el fundamento de la vida internacional. Este es un marco
que requiere emprender una consciente y seria obra de reconstrucción, que
incumbe también a la FAO. Y
quiero evidenciar, quiero señalar la palabra: obra de reconstrucción. Pienso en
la reforma iniciada para garantizar una gestión más funcional, transparente y
ecuánime. Es un hecho ciertamente positivo, pero toda auténtica reforma
consiste en tomar mayor conciencia de la responsabilidad de cada uno,
reconociendo que el propio destino está ligado al de los otros. Los hombres no
son islas, somos comunidad. Pienso en aquel episodio del Evangelio, por todos
conocido, en el que un samaritano socorre a quien está necesitado. No lo hace
como un gesto de caridad o porque dispone de dinero, sino para hacerse uno con
aquel a quien ayuda: quiere compartir su suerte. En efecto, tras haber dejado
dinero para curar al herido, anuncia que volverá a visitarlo para cerciorarse
de su curación. No se trata de mera compasión o tal vez de una invitación a
compartir o a favorecer una reconciliación que supere las adversidades y las
contraposiciones. Significa más bien estar dispuestos a compartirlo todo y a
decidirse a ser buenos samaritanos, en vez de personas indiferentes ante las
necesidades de los demás.
A la FAO , a sus Estados miembros,
así como a toda institución de la comunidad internacional, se les pide una
apertura del corazón. Es preciso superar el desinterés y el impulso a mirar
hacia otro lado, y prestar atención con urgencia a las necesidades inmediatas,
confiando al mismo tiempo que maduren en el futuro los resultados de la acción
de hoy. No podemos soñar con planes asépticos, hoy no sirven. Todo plan
propuesto nos debe involucrar a todos. Ir adelante de manera constructiva y
fecunda en las diversas funciones y responsabilidades significa capacidad de
analizar, comprender y entregar, abandonando cualquier tentación de poder, o de
poseer más y más, o buscar el propio interés en lugar de servir a la familia
humana y, en ella, especialmente y sobre todo a los indigentes, a los que aún
sufren por hambre y desnutrición.
Somos conscientes de
que uno de los primeros efectos de las graves crisis alimentarias, y no sólo
las causadas por desastres naturales o por conflictos sangrientos, es la
erradicación de su ambiente de personas, familias y comunidades. Es una
dolorosa separación que no se limita a la tierra natal, sino que se extiende al
ámbito existencial y espiritual, amenazando y a veces derrumbando las pocas
certezas que se tenían. Este proceso, que ya se ha hecho global, requiere que
las relaciones internacionales restablezcan esa referencia a los principios
éticos que las regulan y redescubran el espíritu auténtico de solidaridad que
puede hacer incisiva toda la actividad de cooperación.
4. A este respecto,
es sumamente expresiva la decisión de dedicar el próximo año a la familia
rural. Más allá de un motivo de celebración, se ha de reforzar la convicción de
que la familia es el lugar principal del crecimiento de cada uno, pues a través
de ella el ser humano se abre a la vida y a esa exigencia natural de
relacionarse con los otros. Podemos constatar tantas veces cómo los lazos
familiares son esenciales para la estabilidad de las relaciones sociales, para
la función educativa y para un desarrollo integral, puesto que están animados
por el amor, la solidaridad responsable entre generaciones y la confianza
recíproca. Estos son los elementos capaces de hacer menos gravosas y hasta las
situaciones más negativas, y llevar a una verdadera fraternidad a toda la
humanidad, haciendo que se sienta una sola familia, en la que la mayor atención
se pone en los más débiles.
Reconocer que la
lucha contra el hambre pasa por la búsqueda del diálogo y la fraternidad
comporta para la FAO
el que su contribución en las negociaciones de los Estados, dando un nuevo
impulso a los procesos decisivos, se caracterice por la promoción de la cultura
del encuentro, por promocionar la cultura del encuentro y la cultura de la
solidaridad. Pero esto requiere la disponibilidad de los Estados miembros, el
pleno conocimiento de las situaciones, una preparación adecuada, e ideas
capaces de incluir a toda persona y toda comunidad. Sólo así será posible conjugar
el afán de justicia de miles de millones de personas con las situaciones
concretas que presenta la vida real.
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