Benedicto XVI al
inicio del congreso por el décimoquinto aniversario de la 'Ecclesia in America'
Esta tarde, en la
basílica vaticana, tuvo lugar la celebración de una Eucaristía --presidida por
Benedicto XVI- que marca el inicio del congreso en conmemoración de los quince
años de la exhortación pontificia Ecclesia in America. El papa se dirigió a los
participantes en el congreso internacional "Tras las huellas de la exhortación
apostólica potsinodal Ecclesia in America, bajo la guía de Nuestra Señora de
Guadalupe, Madre de toda América, Estrella de la Nueva Evangelización ",
organizado por la
Comisión Pontificia para América Latina y los Caballeros de
Colón. Ofrecemos las palabras del papa en su homilía.
*****
''EL AMOR DE CRISTO
NOS URGE A PROCLAMAR SU NOMBRE EN TODOS LOS RINCONES DE AMÉRICA''
Señores Cardenales,
Queridos Hermanos en
el Episcopado y el Sacerdocio,
Apreciados Caballeros
de Colón
Agradezco vivamente
las palabras del Señor Cardenal Marc Ouellet, Presidente de la Comisión Pontificia
para América Latina, y me alegra que, junto a los Caballeros de Colón, haya
querido promover un Congreso internacional para ahondar en la consideración y
proyección de la
Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in America, del
beato Juan Pablo II, y que recoge las aportaciones de la Asamblea especial del
Sínodo de los Obispos para América. Saludo cordialmente a los Señores
Cardenales, Obispos, sacerdotes y personas consagradas, así como a los
numerosos laicos venidos para participar en esta importante iniciativa.
Vuestros rostros me traen nuevamente a la mente y al corazón los latidos del
Continente americano, tan presente en la plegaria del Papa, y cuya devoción a la Sede Apostólica he
podido gratamente experimentar, no sólo durante mis visitas pastorales a
algunos de sus países, sino cada vez que encuentro aquí a pastores y fieles de
esas queridas tierras.
Mi venerado
Predecesor, el beato Juan Pablo II, tuvo la clarividente intuición de
incrementar las relaciones de cooperación entre las Iglesias particulares de
toda América, del Norte, del Centro y del Sur, y, a la vez, suscitar una mayor
solidaridad entre sus naciones. Hoy dichos propósitos merecen ser retomados con
vistas a que el mensaje redentor de Cristo se ponga en práctica con mayor
ahínco y produzca abundantes frutos de santidad y renovación eclesial.
El tema que guió las
reflexiones de aquella Asamblea sinodal puede servir también de inspiración
para los trabajos de estos días: "El encuentro con Jesucristo vivo, camino
para la conversión, la comunión y la solidaridad en América". En efecto,
el amor al Señor Jesús y la potencia de su gracia han de arraigar cada vez más
intensamente en el corazón de las personas, las familias y las comunidades
cristianas de vuestras naciones, para que en éstas se avance con dinamismo por
las sendas de la concordia y el justo progreso. Por eso, es un regalo de la Providencia que
vuestro Congreso tenga lugar poco después de comenzar el Año de la fe y tras la Asamblea general del
Sínodo de los Obispos dedicada a la nueva evangelización, pues vuestras
deliberaciones contribuirán valiosamente a la ardua e imperiosa tarea de hacer
resonar con claridad y audacia el Evangelio de Cristo.
La citada Exhortación
apostólica apuntaba ya a retos y dificultades que en la hora actual siguen
presentes con singulares y complejas características. En efecto, el secularismo
y diferentes grupos religiosos se expanden por todas las latitudes, dando lugar
a numerosas problemáticas. La educación y promoción de una cultura por la vida
es una urgencia fundamental ante la difusión de una mentalidad que atenta
contra la dignidad de la persona y no favorece ni tutela la institución
matrimonial y familiar. ¿Cómo no preocuparse por las dolorosas situaciones de
emigración, desarraigo o violencia, especialmente las causadas por la
delincuencia organizada, el narcotráfico, la corrupción o el comercio de
armamentos? ¿Y qué decir de las lacerantes desigualdades y las bolsas de
pobreza provocadas por cuestionables medidas económicas, políticas y sociales?
Todas estas
importantes cuestiones requieren un esmerado estudio. Sin embargo, más allá de
su evaluación técnica, la
Iglesia católica tiene la convicción de que la luz para una
solución adecuada sólo puede provenir del encuentro con Jesucristo vivo que
suscita actitudes y comportamientos cimentados en el amor y la verdad. Ésta es
la fuerza decisiva para la transformación del Continente americano.
Queridos amigos, el
amor de Cristo nos urge a dedicarnos sin reservas a proclamar su Nombre en
todos los rincones de América, llevándolo con libertad y entusiasmo a los
corazones de todos sus habitantes. No hay labor más apremiante ni benéfica que
ésta. No hay servicio más grande que podamos prestar a nuestros hermanos. Ellos
tienen sed de Dios. Por ello es preciso asumir este cometido con convicción y
gozosa entrega, animando a los sacerdotes, a los diáconos, los consagrados y
los agentes de pastoral a purificar y vigorizar cada vez más su vida interior a
través del trato sincero con el Señor y la participación digna y asidua en los
sacramentos. A esto ayudará una adecuada catequesis y una recta y constante
formación doctrinal, con fidelidad total a la Palabra de Dios y al
Magisterio de la Iglesia
y buscando dar respuesta a los interrogantes y anhelos que anidan en el corazón
del hombre. De este modo, el testimonio de vuestra fe será más elocuente e
incisivo, y se acrecentará la unidad en el desempeño de vuestro apostolado. Un
renovado espíritu misionero y el ardor y generosidad de vuestro compromiso
serán una aportación insustituible que la Iglesia universal espera y necesita de la Iglesia en América.
Como modelo de
disponibilidad a la gracia divina y de total solicitud por los demás,
resplandece en ese Continente la figura de María Santísima, Estrella de la
nueva evangelización, y a quien se invoca en toda América bajo el glorioso
título de Nuestra Señora de Guadalupe. A la vez que encomiendo a su materna y
amorosa protección este Congreso, imparto a sus organizadores y participantes la Bendición Apostólica ,
prenda de incesantes favores divinos.
CIUDAD DEL VATICANO,
domingo 9 diciembre 2012
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