Undécima Congregación
general:
“Relatio post
disceptationem“ del Relator General, Cardenal Péter Erdő, 13.10.2014
www.vatican.va,
[B0751]
Introducción
I Parte
La escucha: el
contexto y los desafíos de la familia
El contexto
socio-cultural
La importancia de la
vida afectiva
Los desafíos
pastorales
II Parte
La mirada en Cristo:
el Evangelio de la familia
La mirada en Jesús y
la gradualidad en la historia de la salvación
La familia en el plan
salvífico de Dios
El discernimiento de
los valores presentes en las familias heridas
y en las situaciones
irregulares
Verdad y belleza de
la familia y misericordia
III Parte
El encuentro:
perspectivas pastorales
Anunciar el Evangelio
de la familia hoy, en los diversos contextos
Guiar a los novios en
el camino de preparación al matrimonio
Acompañar los
primeros años de la vida matrimonial
Lo positivo en las
uniones civiles y en las convivencias
Sanar las familias
heridas (separados, divorciados no vueltos a casar,
divorciados vueltos a
casar)
Acoger a las personas
homosexuales
La trasmisión de la
vida y el desafío de la disminución de la natalidad
El desafío de la
educación y el rol de la familia en la evangelización
Conclusión
* * *
Introducción
1. En la vigilia de oración celebrada en la Plaza de San Pedro el sábado
4 de octubre de 2014 en preparación al Sínodo de la familia, el Papa Francisco
ha evocado de manera simple y concreta la centralidad de la experiencia familiar
en la vida de todos, expresándose así: «Cae ya la noche sobre nuestra asamblea.
Es la hora en la cual gustoso se regresa a casa para reunirse en la misma mesa,
en espesor de los afectos, del bien realizado y recibido, de los encuentros que
calientan el corazón y lo hacen crecer, del vino bueno que anticipa en los días
del hombre la fiesta sin ocaso. Es también la hora más pesada para quien se
encuentra a “tú a tú” con su propia soledad, en el crepúsculo amargo de los
sueños y de los proyectos rotos: cuantas personas arrastran sus jornadas en el
callejón sin salida de la resignación, del abandono, también del rencor; en
cuantas casas se ha terminado el vino de la alegría y, por consiguiente, el
sabor – la sabiduría misma – de la vida [...] De unos y de otros esta noche
somos sus voces con nuestra oración, una oración para todos».
2. Vientre de gozo y de prueba, de
profundos afectos y de relaciones a veces heridas, la familia es verdaderamente
“escuela de humanidad” («Familia schola quaedam uberioris humanitatis est»:
Concilio Vaticano II, Constitución sobre la Iglesia en
el mundo contemporáneo, Gaudium et Spes, 52), de la cual se advierte
fuertemente la necesidad. No obstante las diversas señales de crisis de la
institución familiar en los diversos contextos de la “aldea global”, el deseo
de familia permanece vivo, especialmente entre los jóvenes, y esto motiva la
necesidad de que la Iglesia
anuncie sin descanso y con profunda convicción el “Evangelio de la familia” que
le ha sido confiado con la revelación del amor de Dios en Jesucristo.
3. Sobre la realidad de la familia,
decisiva y preciosa, el Obispo de Roma ha invitado a reflexionar al Sínodo de
los Obispos en la
Asamblea General Extraordinaria de octubre 2014, para después
profundizar la reflexión en la Asamblea General Ordinaria que se tendrá en
octubre de 2015, además durante el entero año que trascurre entre los dos
eventos sinodales. «Ya el convenire in unum alrededor del Obispo de Roma es un
evento de gracia, en el cual la colegialidad episcopal se manifiesta en un
camino de discernimiento espiritual y pastoral»: así el Papa Francisco ha
descrito la experiencia sinodal, indicando las tareas en la doble escucha de
los signos de Dios y de la historia de los hombres y en la consiguiente y única
fidelidad que sigue.
4. A la luz del mismo discurso hemos
recogido los resultados de nuestras reflexiones y de nuestras conversaciones en
las siguientes tres partes: la escucha, para mirar la realidad de la familia
hoy, en la complejidad de sus luces y de sus sombras; la mirada fija en Cristo
para repensar con renovada frescura y entusiasmo cuanto la revelación,
transmitida en la fe de la
Iglesia , nos dice sobre la belleza y sobre la dignidad de la
familia; el encuentro con el Señor Jesús para discernir los caminos con los
cuales renovar la Iglesia
y la sociedad en su compromiso por la familia.
Primera parte
La escucha: el
contexto y los desafíos de la familia
El contexto
socio-cultural
5. El cambio antropológico y cultural
actual; influye en todos los aspectos de la vida y necesita un enfoque
analítico y diversificado, capaz de tomar las formas positivas de la libertad
individual. Es señalado también el creciente peligro representado por un individualismo
exasperado que desnaturaliza las relaciones familiares y termina por considerar
a cada componente de la familia como una isla, haciendo prevalecer, en ciertos
casos, la idea de un sujeto que se construye según sus propios deseos tomados
como un absoluto.
6. La prueba más grande para las familias
de nuestro tiempo a menudo es la soledad, que destruye y provoca una sensación
general de impotencia con relación a la realidad socio-económica que muchas
veces termina por aplastarlos. Esto se debe a la creciente precariedad laboral
que es vivida tantas veces como una verdadera pesadilla, o por motivo de los
impuestos demasiado pesados que, por cierto, no anima a los jóvenes al
matrimonio.
7. Existen contextos culturales y
religiosos que ponen desafíos particulares. En las sociedades africanas rige
todavía la práctica de la poligamia y en algunos contextos tradicionales el
hábito del “matrimonio por etapas”. En otros contextos persiste la práctica de
los matrimonios combinados. En los países en los cuales la religión católica es
minoría son numerosos los matrimonios mixtos con todas las dificultades que
conlleva en orden a la configuración jurídica, la educación de los hijos y el
recíproco respeto del punto de vista de la libertad religiosa, pero también con
las grandes potencialidades del encuentro en la diversidad de la fe que estas
historias de vida familiar presentan. En muchos contextos, y no sólo
occidentales, se va difundiendo ampliamente la praxis de la convivencia antes
del matrimonio o también de la convivencia no orientada a asumir la forma de un
vínculo institucional.
8. Son muchos los niños que nacen fuera
del matrimonio, especialmente en algunos países, y muchos aquellos que después
crecen con uno solo de los padres o en un contexto familiar extendido o
reconstituido. El número de los divorciados es creciente y no es raro el caso
de opciones determinadas únicamente por factores de orden económico. La condición
de la mujer todavía tiene necesidad de ser defendida y promovida ya que se
registran no pocas situaciones de violencia al interno de las familias. Los
niños frecuentemente son objeto de disputas entre padres y los hijos son las
verdaderas víctimas de las laceraciones familiares. También las sociedades
afectadas por la violencia a causa de la guerra, del terrorismo o de la
presencia de la criminalidad organizada, observan situaciones familiares
deterioradas. Las migraciones además representan otro signo de los tiempos para
afrontar y comprender, con toda la carga de consecuencias sobre la vida
familiar.
La importancia de la
vida afectiva
9. Frente al cuadro social delineado se
encuentra en los individuos una mayor necesidad de tener cuidado de su propia
persona, de conocerse interiormente, de vivir mejor en sintonía con sus propias
emociones y propios sentimientos, de buscar una cualidad relacional en la vida
afectiva. Del mismo modo, se puede encontrar un deseo generalizado de la familia
que acompaña la búsqueda de sí mismo. Pero, ¿Cómo cultivar y sostener esta
tensión del cuidado de sí mismo y este deseo de familia? Aquí también existe un
gran desafío para la
Iglesia. El peligro individualista y el riesgo de vivir en
clave egoísta son relevantes.
10.
El mundo actual parece valorizar una afectividad sin límites de la cual
se quieren explorar todos sus componentes, también aquellos más complejos. De
hecho, la cuestión de la fragilidad afectiva es de gran actualidad: una afectividad
narcisista, inestable y mutable que no ayuda siempre a los sujetos a alcanzar
una mayor madurez. En este contexto, las parejas son a veces inciertas, dudosas
y luchan por encontrar los modos para crecer. Muchos son aquellos que tienden a
permanecer en las etapas primarias de la vida emocional y sexual. La crisis de
la pareja desestabiliza la familia y puede llegar a través de las separaciones
y los divorcios a producir serias
consecuencias para los adultos, los hijos y la sociedad, debilitando al
individuo y los lazos sociales. También la disminución demográfica no sólo
determina una situación en la cual la sucesión de las generaciones no está
asegurada, sino que corre el riesgo, con el pasar del tiempo, de llegar a un
empobrecimiento económico y una pérdida de esperanza en el futuro.
Los desafíos
pastorales
11.
En este contexto la
Iglesia advierte la necesidad de dar una palabra de esperanza
y de sentido. Es necesario partir de la convicción de que el hombre viene de
Dios y que, por lo tanto, una reflexión capaz de proponer las grandes
cuestiones sobre el significado del ser hombres, puede encontrar un terreno
fértil en las expectativas más profundas de la humanidad. Los grandes valores
del matrimonio y de la familia cristiana corresponden a la búsqueda que
atraviesa la existencia humana también en un tiempo marcado por el
individualismo y el hedonismo. Es necesario aceptar a las personas con su
existencia concreta, saber sostener la búsqueda, alentar el deseo de Dios y la
voluntad de sentirse plenamente parte de la Iglesia , incluso de quien ha experimentado el
fracaso o se encuentra en las situaciones más desesperadas. Esto exige que la
doctrina de la fe, que siempre se debe hacer conocer en sus contenidos
fundamentales, vaya propuesta junto a la misericordia.
II Parte
La mirada en Cristo:
el Evangelio de la familia
La mirada en Jesús y
la gradualidad en la historia de la salvación
12.
Con el fin de «verificar nuestro paso en el terreno de los desafíos
contemporáneos, la condición decisiva es mantener fija la mirada en Jesucristo,
detenerse en la contemplación y en la adoración de su rostro [...] De hecho,
cada vez que regresamos a la fuente de la experiencia cristiana se abren nuevos
caminos y posibilidades impensables» (Papa Francisco, Discurso del 4 octubre
2014). Jesús ha mirado a las mujeres y a los hombres que ha encontrado con amor
y ternura, acompañando sus pasos con paciencia y misericordia, al anunciarles
las exigencias del Reino de Dios.
13.
Desde el momento en que el orden de la creación es determinado por la
orientación a Cristo, es necesario distinguir sin separar los diversos grados
mediante los cuales Dios comunica a la humanidad la gracia de la alianza. En
razón de la ley de la gradualidad (cf. Familiaris Consortio, 34), propia de la
pedagogía divina, se trata de leer en términos de continuidad y novedad la
alianza nupcial, en el orden de la creación y en el de la redención.
14.
Jesús mismo, refiriéndose al plan original sobre la pareja humana,
reafirma la unión indisoluble entre el hombre y la mujer, mientras comprende
que «por la dureza de sus corazones Moisés les ha permitido repudiar a sus
esposas, pero desde el principio no fue así» (Mt 19,8). De tal modo, Él muestra
cómo la condescendencia divina acompaña siempre el camino humano, orientándolo
hacia su principio, no sin antes pasar a través de la cruz.
La familia en el plan
salvífico de Dios
15.
Porque, con el compromiso de la recíproca aceptación y con la gracia de
Cristo los novios se prometen fidelidad y apertura a la vida, ellos reconocen
como elementos constitutivos del matrimonio, los dones que Dios les ofrece a
ellos, tomando en serio su mutuo empeño, en su nombre y frente a la Iglesia. Ahora , en
la fe es posible asumir los bienes del matrimonio como compromiso mejor
sostenido mediante la ayuda de la gracia del sacramento. Dios consagra el amor
de los esposos y les confirma la indisolubilidad, ofreciéndoles la ayuda para
vivir la fidelidad y abrirse a la vida. Por lo tanto, la mirada en la Iglesia no se dirige
solamente a la pareja, sino a la familia.
16.
Podemos distinguir tres etapas fundamentales en el plan divino sobre la
familia: la familia de los orígenes, cuando Dios creador instituyó el
matrimonio primordial entre Adán y Eva, como fundamento sólido de la familia:
hombre y mujer los creó (cf. Gn 1,24-31; 2,4b); la familia histórica, herida
por el pecado (cf. Gn 3) y la familia redimida por Cristo (cf. Ef 5,21-32), a
imagen de la
Santísima Trinidad , misterio del cual brota todo amor
verdadero. La alianza nupcial, inaugurada con la creación y revelada en la
historia entre Dios e Israel, llega a su plenitud con Cristo en la Iglesia.
El discernimiento de
los valores presentes en las familias heridas y en las situaciones irregulares
17.
En consideración del principio de gradualidad en el plan salvífico
divino, nos preguntamos ¿Qué posibilidades tienen los cónyuges que viven el
fracaso de su matrimonio? o ¿Cómo es posible ofrecerles a ellos la ayuda de
Cristo por medio del ministerio de la Iglesia ? A este propósito, una significativa
clave hermenéutica proviene de las enseñanzas del Concilio Vaticano II, el
cual, mientras afirma que «la única Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica», también
reconoce que «fuera de su organismo se encuentran diversos elementos de
santificación y de verdad, que, perteneciendo propiamente por don de Dios a la Iglesia de Cristo,
impulsan hacia la unidad católica» (Lumen Gentium, 8).
18.
Bajo esta luz, son sobre todo reafirmados los valores y la consistencia
propia del matrimonio natural. Algunos se preguntan si es posible que la
plenitud sacramental del matrimonio no excluya la posibilidad de reconocer
elementos positivos también en las formas imperfectas que se encuentran fuera
de tal realidad nupcial, a ella de todos modos ordenada. La doctrina de los
grados de comunión, formulada por el Concilio Vaticano II, confirma la visión
de un modo articulado de participar en el Mysterium Ecclesiae por parte de los
bautizados.
19.
En la misma perspectiva, que podríamos llamar inclusiva, el Concilio
también abre el horizonte en el cual se aprecian los elementos positivos
presentes en las otras religiones (cf. Nostra Aetate, 2) y culturas, no
obstante sus límites y sus insuficiencias (cf. Redemptoris Missio, 55). De la
mirada dirigida a la sabiduría humana presente en ella, de hecho, la Iglesia comprende como la
familia viene considerada universalmente una forma necesaria y fecunda de
convivencia humana. En este sentido, el orden de la creación, en el cual planta
sus raíces la visión cristiana de la familia, se despliega a nivel histórico,
en las diversas expresiones culturales y geográficas.
20.
Se hace por lo tanto necesario un discernimiento espiritual, acerca de
las convivencias y de los matrimonios civiles y los divorciados vueltos a
casar, compete a la Iglesia
reconocer estas semillas del Verbo dispersas más allá de sus confines visibles
y sacramentales. Siguiendo la amplia mirada de Cristo, cuya luz ilumina a todo
hombre (cf. Gv 1,9; cf. Gaudium et Spes, 22), la Iglesia se dirige con
respeto a aquellos que participan en su vida de modo incompleto e imperfecto,
apreciando más los valores positivos que custodian, en vez de los límites y las
faltas.
Verdad y belleza de
la familia y misericordia
21.
El Evangelio de la familia, mientras resplandece gracias al testimonio
de tantas familias que viven con coherencia la fidelidad al sacramento, con sus
frutos maduros de auténtica santidad cotidiana, nutre además estas semillas que
todavía esperan madurar, y debe sanar aquellos árboles que se han marchitado y
piden no ser descuidados.
22.
En este sentido, una nueva dimensión de la pastoral familiar actual,
consiste en captar la realidad de los matrimonios civiles y, hechas las debidas
diferencias, también de las convivencias. De hecho, cuando la unión alcanza una
notable estabilidad a través de un vínculo público, está marcada por un afecto
profundo, por una responsabilidad en relación a los hijos, con la capacidad de
resistir a las pruebas, pueden ser vistos como un germen para acompañar el
desarrollo hacia el sacramento del matrimonio. Muchas veces, en cambio, la
convivencia se establece no en vista de un posible futuro matrimonio, sino sin
alguna intención de establecer una relación institucional.
23.
De acuerdo a la mirada misericordiosa de Jesús, la Iglesia debe acompañar con
atención y cuidado a sus hijos más frágiles, marcados por el amor herido y
perdido, dándoles confianza y esperanza, como la luz del faro de un puerto o
una antorcha llevada en medio de la gente para iluminar a aquellos que han
perdido la dirección o se encuentran en medio de la tempestad.
III Parte
El encuentro:
perspectivas pastorales
Anunciar el Evangelio
de la familia hoy, en diversos contextos
24.
El diálogo sinodal ha permitido acordar algunas instancias pastorales
más urgentes para confiarlas a su concretización en las Iglesias locales
particulares, en comunión cum Petro et sub Petro.
25.
El anuncio del Evangelio de la familia constituye una urgencia para la
nueva evangelización. La
Iglesia debe realizarlo con ternura de madre y claridad de
maestra (cf. Ef 4,15), en fidelidad a la kenosis misericordiosa de Cristo. La
verdad se encarna en la fragilidad humana no para condenarla, sino para
sanarla.
26.
Evangelizar es responsabilidad compartida de todo el pueblo de Dios,
cada uno según su propio ministerio y carisma. Sin el testimonio alegre de los
esposos y de las familias, el anuncio, aunque sea correcto, corre el riesgo de
ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras que caracteriza nuestra
sociedad (cf. Novo Millennio Ineunte, 50). Los Padres sinodales han subrayado
varias veces que las familias católicas están llamadas a ser en sí mismas los
sujetos activos de toda la pastoral familiar.
27.
Será decisivo resaltar la primacía de la gracia, y la posibilidad que el
Espíritu da en el sacramento. Se trata de hacer experimentar que el Evangelio
de la familia sea alegría que «llena el corazón y la vida entera», porque en
Cristo somos «liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del
aislamiento» (Evangelii Gaudium, 1). A la luz de la parábola del sembrador (cf.
Mt 13, 3), nuestra tarea es de cooperar en la siembra: el resto es obra de
Dios. Es necesario no olvidar que la
Iglesia que predica sobre la familia es signo de
contradicción.
28.
Para esto se requiere una conversión misionera: es necesario no
detenerse en un anuncio meramente teórico y desconectado de los problemas
reales de las personas. Nunca hay que olvidar que la crisis de la fe ha
comportado una crisis del matrimonio y de la familia, y como consecuencia, se
ha interrumpido frecuentemente la transmisión de la fe de los padres a los
hijos. Frente a una fe fuerte, la imposición de algunas perspectivas culturales
que debilitan a la familia y al matrimonio no tienen ninguna incidencia.
29.
La conversión debe ser sobretodo aquella del lenguaje para que resulte
efectivamente significativa. El anuncio debe hacer experimentar que el
Evangelio de la familia como respuesta a las expectativas más profundas de la
persona humana: a su dignidad y a la realización plena en la reciprocidad y en
la comunión. No se trata solamente de presentar una normativa sino de proponer
valores, respondiendo a la necesidad de estos, que se constata hoy también en
los países más secularizados.
30.
La indispensable profundización
bíblica-teológica va acompañada del diálogo, en todos los niveles. Muchos han
insistido sobre un acercamiento más positivo con las riquezas contenidas
también en las diversas experiencias religiosas, sin callar las dificultades.
En las diversas realidades culturales son acogidas en primer lugar las
posibilidades y a su luz rechazados los límites y las radicalizaciones.
31.
El matrimonio cristiano no puede ser considerado sólo como una tradición
cultural o una exigencia social, sino que debe ser una decisión vocacional
asumida con una adecuada preparación en un itinerario de fe, con un
discernimiento maduro. No se trata de poner dificultades y complicar los ciclos
de formación, sino de ir en profundidad y de no contentarse con encuentros
teóricos o con orientaciones generales.
32.
Ha sido concordante el reclamo de la necesidad de una conversión de toda
la praxis pastoral en perspectiva familiar, superando las ópticas
individualistas que todavía la caracterizan. Por esto, se ha insistido muchas
veces en la renovación -bajo esta luz- de la formación de los presbíteros y de
los otros agentes pastorales, a través de una implicación mayor de las mismas
familias.
33.
A la vez, se ha subrayado la necesidad de una evangelización que
denuncie con sinceridad los factores culturales, sociales y económicos; por
ejemplo, el espacio excesivo dado a la lógica del mercado, que impiden una
auténtica vida familiar, determinando discriminaciones, pobreza, exclusiones,
violencia. Por eso, es necesario desarrollar un diálogo y una cooperación con
las estructuras sociales, animar y sostener a los laicos que se comprometen en
el ámbito cultural y socio-político.
Guiar a los novios en
el camino de preparación al matrimonio
34.
La compleja realidad social y los desafíos que la familia está llamada
hoy a enfrentar requieren un mayor compromiso de toda la comunidad cristiana
para la preparación de los novios al matrimonio. Con respecto a esta necesidad,
los Padres sinodales han acordado el subrayar la exigencia de una mayor
simplificación de la entera comunidad privilegiando el testimonio de las mismas
familias, así como un arraigamiento de la preparación al matrimonio en el
camino de iniciación cristiana, subrayando la relación del matrimonio con los
otros sacramentos. También se puso de relieve la necesidad de programas
específicos para la preparación próxima al matrimonio, para que sean una
verdadera experiencia de participación en la vida eclesial y se profundicen los
diversos aspectos de la vida familiar.
Acompañar los primeros años de la vida
matrimonial
35.
Los primeros años de matrimonio son un período vital y delicado, durante
el cual las parejas crecen en la conciencia de los desafíos y del significado
del matrimonio. De aquí la exigencia de un acompañamiento pastoral que vaya más
allá de la celebración del sacramento. Es de gran importancia en esta pastoral
la presencia de parejas con experiencia. La parroquia es considerada como el
lugar ideal donde parejas expertas pueden ponerse a disposición de aquellas más
jóvenes. Es necesario animar a las parejas con una actitud fundamentalmente de
recepción al gran don de los hijos. Se subraya la importancia de la
espiritualidad familiar y de la oración, alentando a las parejas a reunirse
regularmente para promover el crecimiento de la vida espiritual y la
solidaridad en las exigencias concretas de la vida. Liturgias significativas,
prácticas devocionales y Eucarísticas celebradas en familia, han sido
mencionadas como vitales para favorecer la evangelización a través de la
familia.
Lo positivo en las
uniones civiles y en las convivencias
36.
Una sensibilidad nueva de la pastoral actual, consiste en acoger la
realidad positiva de los matrimonios civiles y, reconociendo las debidas
diferencias entre las convivencias. Es necesario que en la propuesta eclesial,
aún presentando con claridad el ideal, indiquemos también elementos
constructivos en aquellas situaciones que no corresponden todavía o aún no a
tal ideal.
37.
Ha estado también puesto en relieve que en muchos países hay un «número
creciente de parejas que conviven ad experimentum, sin matrimonio ni canónico
ni civil y sin ningún registro» (Instrumentum Laboris, 81). En África esto se
lleva a cabo especialmente en el matrimonio tradicional, acordado entre
familias y a menudo celebrado en diversas etapas. De frente a tales
situaciones, la Iglesia
está llamada a ser «siempre la casa abierta del Padre […]es la casa paterna
donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas» (Evangelii Gaudium, 47) y
a ir al encuentro de quien siente la necesidad de reemprender su camino de fe,
aunque no sea posible celebrar el matrimonio canónico.
38.
También en Occidente está en continuo crecimiento el número de aquellos
que, después de haber vivido juntos desde hace mucho tiempo, solicitan la
celebración del matrimonio en la
Iglesia. La simple convivencia es a menudo elegida a causa de
la mentalidad general, contraria a las instituciones y a los compromisos
definitivos, pero también por la expectativa de una seguridad existencial
(trabajo y salario fijo). En otros países, las uniones “de hecho” son muy
numerosas, no por motivo del rechazo de los valores cristianos sobre la familia
y el matrimonio; sino sobre todo por el hecho de que casarse es un lujo, de
modo que la miseria material empuja a vivir en uniones “de hecho”. También en
tales uniones es posible acoger los valores familiares auténticos o al menos el
deseo de ellos. Es necesario que el acompañamiento pastoral parta siempre de
estos aspectos positivos.
39.
Todas estas situaciones deben ser abordadas de manera constructiva,
buscando transformarlas en oportunidad de camino hacia la plenitud del
matrimonio y de la familia a la luz del Evangelio. Se trata de acogerlas y
acompañarlas con paciencia y delicadeza. Con esta finalidad, es importante el
testimonio atractivo de auténticas familias cristianas, como sujetos de
evangelización de la familia.
Sanar las familias
heridas (separados, divorciados no vueltos a casar, divorciados vueltos a
casar)
40.
En el Sínodo ha resonado la clara necesidad de opciones pastorales
valientes. Reconfirmando con fuerza la fidelidad al Evangelio de la familia,
los Padres sinodales, han advertido la urgencia de nuevos caminos pastorales,
que partan de la efectiva realidad de las fragilidades familiares, reconociendo
que estas, la mayoría de las veces, han sido “sufridas” más que elegidas en
plena libertad. Se trata de situaciones diversas por factores ya sean
personales o culturales y socio-económicos. No es sabio pensar en soluciones
únicas o inspiradas en la lógica del “todo o nada”. El diálogo y el debate
vividos en el Sínodo deberán continuar en las Iglesias locales, involucrando
los diversos componentes, en manera de que las perspectivas que se han
delineado puedan encontrar la plena madurez en el trabajo de la próxima
Asamblea General Ordinaria. La guía del Espíritu, constantemente invocado,
permitirá a todo el pueblo de Dios vivir la fidelidad al Evangelio de la
familia como un misericordioso hacerse cargo de todas las situaciones de
fragilidad.
41.
Cada familia herida debe ser primero escuchada con respeto y amor
haciéndose de ellas compañeros de camino como Cristo con los discípulos de
Emmaus. Valen en manera particular para estas situaciones las palabras del Papa
Francisco: «La Iglesia
tendrá que iniciar a sus hermanos –sacerdotes, religiosos y laicos– en este
“arte del acompañamiento”, para que todos aprendan siempre a quitarse las
sandalias ante la tierra sagrada del otro (cf. Ex 3,5). Tenemos que darle a
nuestro caminar el ritmo sanador de projimidad, con una mirada respetuosa y
llena de compasión, pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar
en la vida cristiana» (Evangelii Gaudium, 169).
42.
Un tal discernimiento es indispensable para los separados y divorciados.
Debe ser respetado sobretodo el sufrimiento de aquellos que han sufrido
injustamente la separación y el divorcio. El perdón por la injusticia sufrida
no es fácil, pero es un camino que la gracia hace posible. Del mismo modo, va
siempre subrayado que es indispensable hacerse cargo de manera leal y
constructiva de las consecuencias de la separación o del divorcio, en los
hijos: ellos no pueden convertirse en un “objeto” de contienda y se deben
buscar las formas mejores para que puedan superar el trauma de la división
familiar y crecer en el modo más posible sereno.
43.
Diversos Padres han subrayado la necesidad de hacer más accesibles y
ágiles los procedimientos para el reconocimiento de casos de nulidad. Entre las
propuestas han sido indicadas la superación de la necesidad de la doble
sentencia conforme; la posibilidad de determinar una vía administrativa bajo la
responsabilidad del obispo diocesano; un proceso sumario para realizar en los
casos de nulidad notoria. Según propuestas autorizadas, se debe considerar la
posibilidad de dar relevancia a la fe de los novios en orden a la validez del
sacramento del matrimonio. Hay que destacar que en todos los casos se trata de
establecer la verdad sobre la validez del vínculo.
44.
Sobre la agilización del procedimiento de las causas matrimoniales,
solicitado por muchos, además de la preparación de suficientes operadores,
clérigos y laicos con dedicación prioritaria, se pide el aumento de la
responsabilidad del obispo diocesano, el cual en su diócesis podría encargar a
un sacerdote debidamente preparado que pueda gratuitamente aconsejar a las
partes sobre la validez del matrimonio.
45.
Las personas divorciadas pero no vueltas a casar son invitadas a
encontrar en la Eucaristía
el alimento que los sostenga en su estado. La comunidad local y los pastores
deben acompañar a estas personas con preocupación, sobre todo cuando hay hijos
o es grave su situación de pobreza.
46.
También las situaciones de los divorciados y vueltos a casar requieren
un discernimiento atento y un acompañamiento lleno de respeto, evitando
cualquier lenguaje o actitud que les haga sentir discriminados. Hacerse cargo
de ellos no supone para la comunidad cristiana un debilitamiento de la fe y del
testimonio de la indisolubilidad matrimonial, sino que expresa su caridad con
este cuidado.
47. Con respecto a la posibilidad de acceder
a los sacramentos de la
Penitencia y de la Eucarística , algunos han argumentado a favor de
la disciplina actual en virtud de su fundamento teológico, otros se han
expresado por una mayor apertura a las condiciones bien precisas cuando se
trata de situaciones que no pueden ser disueltas sin determinar nuevas
injusticias y sufrimientos. Para algunos, el eventual acceso a los sacramentos
debe ir precedido de un camino penitencial –bajo la responsabilidad del obispo
diocesano-, y con un compromiso claro a favor de los hijos. Se trataría de una
posibilidad no generalizada, fruto de un discernimiento actuado caso por caso,
según una ley de la gradualidad, que tenga presente la distinción entre el
estado de pecado, estado de gracia y circunstancias atenuantes.
48.
Sugerir de limitarse a la sola “comunión espiritual” para no pocos
Padres sinodales plantea algunas preguntas: ¿si es posible la comunión
espiritual, por qué no es posible acceder a la sacramental? Por eso ha sido
solicitada una mayor profundización teológica a partir de los vínculos entre el
sacramento del matrimonio y Eucaristía en relación a la Iglesia-sacramento. Del
mismo modo, debe ser profundizada la
dimensión moral de la problemática, escuchando e iluminando la consciencia de
los cónyuges.
49.
Los problemas en relación a los matrimonios mixtos han estado presentes
a menudo en las intervenciones de los Padres sinodales. La diversidad de la
disciplina matrimonial de las Iglesias ortodoxas plantea en algunos contextos
graves problemas a los que se deben dar respuestas adecuadas en comunión con el
Papa. Lo mismo vale para los matrimonios interreligiosos.
Acoger a las personas
homosexuales
50.
Las personas homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a la
comunidad cristiana: ¿estamos en grado de recibir a estas personas,
garantizándoles un espacio de fraternidad en nuestras comunidades? A menudo
desean encontrar una Iglesia que sea casa acogedora para ellos. ¿Nuestras
comunidades están en grado de serlo, aceptando y evaluando su orientación
sexual, sin comprometer la doctrina católica sobre la familia y el matrimonio?
51.
La cuestión homosexual nos interpela a una reflexión seria sobre cómo
elaborar caminos realísticos de crecimiento afectivo y de madurez humana y
evangélica integrando la dimensión sexual: por lo tanto se presenta como un
importante desafío educativo. La
Iglesia , por otra parte, afirma que las uniones entre
personas del mismo sexo no pueden ser equiparadas al matrimonio entre un hombre
y una mujer. Tampoco es aceptable que se quieran ejercitar presiones sobre la
actitud de los pastores o que organismos internacionales condicionen ayudas
financieras a la introducción de normas inspiradas a la ideología gender.
52.
Sin negar las problemáticas morales relacionadas con las uniones
homosexuales, se toma en consideración que hay casos en que el apoyo mutuo,
hasta el sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las parejas.
Además, la Iglesia
tiene atención especial hacia los niños que viven con parejas del mismo sexo,
reiterando que en primer lugar se deben poner siempre las exigencias y derechos
de los pequeños.
La trasmisión de la
vida y el desafío de la disminución de la natalidad
53.
No es difícil constatar la difusión de una mentalidad que reduce la
disminución de la generación de la vida a una variable del proyecto individual
o de pareja. Los factores de orden económico ejercitan un peso a veces determinante
contribuyendo a la fuerte caída de la natalidad que debilita el tejido social,
compromete la relación entre las generaciones y hace que sea más incierta la
mirada sobre el futuro. La apertura a la vida es exigencia intrínseca del amor
conyugal.
54.
Probablemente también en este ámbito es necesario un lenguaje realista,
que sepa comenzar por la escucha de las personas y que sepa dar razones de la
belleza y de la verdad de una apertura incondicionada a la vida, como aquello
de lo que el amor humano necesita para ser vivido en plenitud. Y sobre esta
base se puede apoyar una enseñanza adecuada acerca de los métodos naturales,
que permita vivir de manera armónica y consciente la comunicación entre los
esposos, en todas sus dimensiones, junto a la responsabilidad generativa. En
esta luz, se redescubre el mensaje de la Encíclica Humanae
Vitae de Pablo VI, que subraya la necesidad de respetar la dignidad de la
persona en la evaluación moral de los métodos de regulación de la natalidad.
55.
Por lo tanto, se debe ayudar a vivir la afectividad, también en el
vínculo conyugal, como un camino de madurez, en la siempre más profunda
aceptación del otro y en una donación siempre más plena. En este sentido, cabe
destacar la necesidad de ofrecer caminos formativos que alimenten la vida
conyugal y la importancia de un laicado que ofrezca un acompañamiento hecho de
testimonio vivo. Indudablemente es de gran ayuda el ejemplo de un amor fiel y
profundo hecho de ternura, respeto, capaz de crecer en el tiempo y que en su
concreta apertura a la generación de la vida, hace la experiencia de un
misterio que trasciende.
El desafío de la
educación y el rol de la familia en la evangelización
56.
El desafío fundamental que encuentran las familias hoy es seguramente
aquel educativo, que se convierte en más difícil y complejo por la realidad
cultura de hoy. Se requiere tener en cuenta las exigencias y las expectativas
de las familias capaces de testimoniar en la vida cotidiana, lugares de crecimiento,
de transmisión concreta y esencial de las virtudes que dan forma a la
existencia.
57.
La Iglesia
puede desarrollar un papel importante de apoyo a las familias, comenzando por
la iniciación cristiana, a través de comunidades acogedoras. A esta pide, hoy
más que ayer, en las situaciones complejas como en las ordinarias, de sostener
a los padres en su compromiso educativo, acompañando a los niños, adolescentes
y jóvenes en su crecimiento a través de caminos personalizados capaces de
introducir al sentido pleno de la vida y de suscitar elecciones y
responsabilidad, vividas a la luz del Evangelio.
Conclusión
58.
Las reflexiones propuestas, fruto del diálogo sinodal llevado a cabo en
gran libertad y en un estilo de escucha recíproca, buscan plantear cuestiones e
indicar perspectivas que deberán ser maduradas y precisadas por las reflexiones
de las Iglesias locales en el año que nos separa de la Asamblea General
Ordinaria del Sínodo de los obispos prevista para octubre de 2015. No se trata
de decisiones tomadas, ni de perspectivas fáciles. Sin embargo, el camino
colegial de los obispos y la implicación de todo el pueblo de Dios bajo la
acción del Espíritu Santo, podrán guiarnos para encontrar vías de verdad y de
misericordia para todos. Es la esperanza que desde al comienzo de nuestros
trabajos el Papa Francisco nos ha dirigido invitándonos a la valentía de la fe
y a la acogida humilde y honesta de la verdad en la caridad.
[03037-01.01] [Testo
originale: Italiano] [traducción no oficial]
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