con motivo de la Jornada Internacional contra el
abuso y el tráfico ilegal de drogas
Mensaje
La Jornada Internacional contra el abuso y el tráfico ilegal de drogas, instituida por las Naciones
Unidas, es una oportunidad importante para sensibilizar a las conciencias sobre el hecho de que las sustancias
estupefacientes siguen "haciendo estragos en formas y dimensiones impresionantes"
[1]Es un fenómeno impulsado - no sin cedimientos y compromisos por las instituciones - por un
mercado vergonzoso que cruza las fronteras nacionales y continentales[2],'
entrelazado con la mafia y el narcotráfico.
Ahora nos enfrentamos a un escenario de dependencias
cambiado profundamente con respecto al pasado[3]; la droga se ha convertido en
un producto de consumo compatible con la vida diaria, con la actividad
recreativa e incluso con la búsqueda del bienestar.
Al consumo de
cocaína se asocia una mayor difusión de la heroína, que “todavía representa el porcentaje más alto
(80%) de nuevas solicitudes de tratamiento asociados a los opiáceos en
Europa”[4]. Además, las nuevas sustancias psicoactivas intoxicadoras - disponibles, baratas y anónimas, en el
mercado a través de Internet – se insinuan también en los lugares de detención
y movilizan en la actividad de la venta
a muchas personas reclutadas en las periferias del malestar donde encuentran a
nuevos consumidores .
La primacía del consumo corresponde, sin embargo,
al cannabis, sobre el que hay un debate
en curso a nivel internacional, que tiende a descuidar el juicio ético sobre la
sustancia, de por sí negativo como con cualquier otra droga[5] , en favor de los posibles usos terapéuticos, un terreno en
el que se está a la espera de la
evidencia científica respaldada por periodos de monitoreo, como debe hacerse
para cada experimento digno de consideración pública.
Antes de la sentencia sobre estos temas ,partiendo de
varios tipos de prejuicios , sería mejor
comprender las tendencias en el uso del
cannabis, los daños relacionados con su
consumo y el impacto de las políticas de regulación en los distintos países,
que empujan el mercado ilegal a desarrollar productos destinados a repercutir
sobre los modelos de consumo y a
reafirmar la primacía del deseo que se satisfaga con la sustancia de forma
compulsiva.
También la ludopatía o juego compulsivo constituye
desde hace tiempo una plaga que
diversifica más dependencias. La legalización del juego de azar, incluso cuando
se justifica con la intención de desenmascarar la gestión
criminal aumenta el número de jugadores
patológicos de forma exponencial. Por
otra parte, la contribución impuesta por el estado se considera éticamente
incompatible y contradictoria en el terreno de la prevención. La definición de
modelos de intervención y sistemas de control adecuados, asociado con la
asignación de fondos, es muy deseable para hacer frente a este fenómeno.
Mientras se diversifica el panorama de las dependencias, la indiferencia y a veces la complicidad indirecta ante el
fenómeno de las mismas contribuye a desviar la atención de la opinión pública y de los gobiernos,
centrados en otras situaciones de
emergencia. Pero en vista de los acontecimientos que sorprenden nuestros días y requieren esfuerzos, recursos y respuestas imprevistas , a menudo
es precisamente la solución de
emergencia la que se impone, en lugar de una
cultura de la prevención seria, capaz de dotarse de objetivos, herramientas y recursos para asegurar
consistencia y durabilidad a la asunción de responsabilidad de los problemas.
De ello da prueba en muchos países, la caída de los
compromisos programáticos, de los
servicios institucionales y de los recursos; la oferta que por décadas
ha presidido el progreso de las adicciones ha sido, en muchos casos,
reducida a un baluarte marginal,
encargado de poner freno en soledad a
la desertificación causada por años de
abandono.
La imagen actual
de las dependencias muestra, en muchos casos, lagunas en la
planificación, en las políticas y las perspectivas, tiene un paso cansado e inadecuado frente a un mercado de drogas muy competitivo
y flexible respecto a la demanda,
siempre disponible para nuevas ofertas por ejemplo opiáceos sintéticos
extremadamente potentes de nueva creación, éxtasis y anfetaminas. Precisamente
el creciente y generalizado uso de éxtasis puede servir como un indicador
de como el uso de sustancias ilícitas haya
invadido los espacios cotidianos y
de cómo los tóxico-dependientes ya
no se identifiquen con el adicto a la heroína, sino con el nuevo perfil de
poli-consumidor , que hace uso contextualmente de sustancias y alcohol.
Por lo tanto, las estrategias de intervención no
pueden ser solo especializadas o de
reducción de los daños, ni
tampoco pueden considerar las drogas
como fenómeno de colusión con los problemas sociales y la desviación. La
reducción del daño debe implicar necesariamente tanto la asunción de
responsabilidad toxicología como la
integración con los programas terapéuticos personalizados, de carácter psicosocial, sin dar lugar a
formas de cronicidad, nocivas para la
persona y éticamente reprobables. Destinada a evitar los daños colaterales de
la adicción, la reducción de riesgos expresa, sin embargo, instancias de
naturaleza más epidemiológica que terapeútica configurándose como como
una estrategia de control social y
profilaxis higiénica. El riesgo real es que conduzca de forma más
aséptica y menos visible, a la muerte psicológica y social del adicto,
retardando la fisica.
Considerar a las
personas como irrecuperables es un acto de rendición que contrasta con la dinámica psicológica
responsable del cambio y ofrece
coartadas a la falta de esfuerzos del adicto y a las instituciones que tienen
la tarea de prevenir y curar. En otras palabras, no se puede aceptar que la
sociedad metabolice el consumo de drogas como si fuera un rasgo crónico de la
época, , similar al alcoholismo y la
adicción al tabaco, evitando así el debate sobre los límites de la libertad del
estado y del ciudadano frente al uso de
sustancias.
Analogamente no se deben minimizar las dependencias
que nacen y se desarrollan con características complejas, relacionadas con la
pre-existente evidencia clínica o
como consecuencia del uso de
sustancias psicoactivas: es el caso del llamado 'diagnóstico dual', terreno
del trastorno psiquiátrico, que exige
mucho en fase de tratamiento .
"Es evidente que no existe una causa única que
conduce a la adicción a las drogas, pero hay muchos factores involucrados,
incluyendo la falta de una familia, la presión social, la propaganda de los
traficantes, el deseo de nuevas experiencias. Cada adicto a las drogas
tiene una historia personal diferente
que necesita ser escuchada, comprendida, amada, y siempre que sea posible,
recuperada y purificada. No podemos caer en la injusticia de catalogar al
tóxico-dependiente como si fuera un objeto o un mecanismo roto ; cada persona
necesita ser valorada y apreciada en su dignidad con el fin de ser
curada".[6]
Las
"buenas prácticas" en contra de la estandarización resignada o el delegar en unos pocos con buena voluntad, nos llaman al deber de prevención, actitud de solicitud
encaminada a “cuidar” eb
términos de promoción de la salud en el sentido más amplio y más
completo. Políticas y estrategias de amplia visión basadas en la prevención
primaria, no pueden por menos que llamar
a todos los agentes sociales, a partir del compromiso de educar.
El escenario al que todos nos enfrentamos está marcado por la pérdida de los antiguos
primados por parte de la familia y la
escuela, por la ausencia de autoridad de
las figuras adultas y por las dificultades que se registran en ámbito parental
; esto demuestra que este no es momento de protagonismos, sino más bien de "redes",
capaces de reactivar las sinapsis sociales educativos superación las competiciones inútiles, el delegar
y las formas de
irresponsabilidad. Para evitar que los jóvenes crezcan sin “cuidado”, más
criados que educados, atraídos por
" prótesis curativas” como saben aparentar muy bien las drogas, cada actor
social debe conectarse e invertir en un terreno compartido de
valores educativos básicos e
imprescindibles orientados a la formación integral de la persona. Es notable en
este sentido, el compromiso y la perseverancia de los profesionales de los servicios sociales privados y de los voluntarios que, desde la aparición del
problema de las drogas, han puesto a
punto las primeras respuestas. Su
trabajo, a menudo infravalorado, merece la debida atención y apoyo práctico. De
las comunidades terapéuticas, entre otras, vienen señales de cambio de alto valor educativo, útiles en los
programas de rehabilitación y aún más en el campo de la prevención.
El aspecto educativo es fundamental, especialmente en
el momento vulnerable e inacabado de la
adolescencia,cuando se alternan intensos momentos de descubrimiento y
curiosidad, pero también de depresión,
apatía y comportamientoss que ponen simbólica o realmente en peligro la vida.
Estas conductas, deliberadamente transgresoras, están encaminadas a
derribar el sufrimiento causado por la sensación de estar frente al muro
infranqueable de un presente que nunca termina y un futuro que no se puede
entrever. Son llamadas a vivir, pero
también llamadas de ayuda y apoyo
dirigidas a los adultos capaces de transmitir el sabor de la vida y el sentido
de cuanta sea preciosa.[7]
Los jóvenes, ha dicho Francisco, "buscan de
muchas maneras el" vértigo "que les haga sentirse vivos. ¡Vamos a
dárselo! Estimulemos todo lo que les
ayuda a convertir sus sueños en proyectos, y que puedan descubrir que todo el
potencial que tienen es un puente, un pasaje a una vocación (en el sentido más
amplio y bello de la palabra). Propongámosles metas amplias, grandes desafíos y ayudémoslos
a realizarlos, a alcanzar sus metas. No los dejemos solos. Por lo
tanto, desafiémosles más de lo que nos
desafían. No dejemos que el
"vértigo" la reciban de otros,
que no hacen más que poner en peligro sus vidas: ¡Démosla nosotros! Pero el vértigo justo, que satisfaga
este deseo de moverse, de seguir
adelante" .[8]
Para contrarrestar la felicidad efímera de
dependencias hace falta amor creativo
y adultos capaces de enseñar y practicar
un saludable cuidado de sí mismos. Una visión espiritual de la existencia, se
proyectada en busca de sentido, abierta al encuentro con los demás, es el más
grande legado educativo que hoy más que nunca debe pasar de generación en
generación.
Si no es así,
las dependencias contribuirán a matar a
la humanidad, porque sabemos bien que el que no se ama ni siquiera es capaz de
amar a su prójimo
Ciudad del
Vaticano, 26 de Junio 2017
Cardenal Peter
Kodwo Appiah Turkson
Prefetto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral
[1] Papa Francisco Discurso a los participantes en la
XXI edición del International Drug Enforcement Conference, 20 junio 2014
[2] Idem
[3] Departamento políticas contra la droga. Informe
anual al Parlamento sobre el uso de sustancias estupefacientes y sobre las
tóxicodependencias en Italia en 2016
[4] Observatorio europeo de las drogas y las
tóxico-dependencias. Informe europeo sobre la droga 2017
[5] El “no a cualquier tipo de droga” ha sido
reiterado varias veces por el Papa Francisco Cfr, por ejemplo, en la audiencia
general del 7 de mayo de 2014.
[6] Papa Francisco. Discurso a los participantes en el
encuentro promovido por la Academia Pontifica de las Ciencias sobre Narcotics:
Problems and Solutions of this Global Issue, 24 de noviembre 2016.
[7] Cfr. David Le Breton, Cambiare pelle. Adolescenti
e condotte a rischio, Bologna EDB 2016
[8] Papa Francisco Discurso al congreso pastoral
diocesano sobre el tema No dejemósles solos. Acompañar a los padres en la
educación de los hijos adolescentes. 19 de junio 2017
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