Asamblea
Plenaria del Episcopado Argentino
8-11-13
El drama de la droga y el narcotráfico
Angustias de la
sociedad
1 - La sociedad vive
con dolor y preocupación el crecimiento del narcotráfico en nuestro país. Son
muchos los que nos acercan su angustia ante este flagelo. Nos conmueve
acompañar a las madres y los padres que ya no saben qué hacer con sus hijos
adictos, a quienes ven cada vez más cerca de la muerte. Nos quedamos sin
palabras ante el dolor de quienes lloran la pérdida de un hijo por sobredosis o
hechos de violencia vinculados al narcotráfico.
2 - Sabemos que este
problema es un emergente de la crisis existencial del sentido de la vida en que
está sumergida nuestra sociedad. Se refleja en el deterioro de los vínculos
sociales y en la ausencia de valores trascendentes.
3 - Cuando este mal
se instala en los barrios destruye las familias, siembra miedo y desconfianza
entre los vecinos, aleja a los chicos y a los jóvenes de la escuela y el
trabajo. Tarde o temprano algunos son captados como ayudantes del “negocio”.
Hay gente que vende droga para subsistir, sin advertir el grave daño que se
realiza al tejido social y a los pobres en particular.
4 - Es alarmante la
expansión de las llamadas drogas sintéticas, que se distribuyen en diversos
espacios festivos, y nos duelen las conductas autodestructivas en adolescentes
o jóvenes que consumen diversas sustancias.
5 - Lo que escuchamos
decir con frecuencia es que a esta situación de desborde se ha llegado con la
complicidad y la corrupción de algunos dirigentes. La sociedad a menudo
sospecha que miembros de fuerzas de seguridad, funcionarios de la justicia y
políticos colaboran con los grupos mafiosos. Esta realidad debilita la
confianza y desanima las expectativas de cambio. Pero también es funcional y
cómplice quien pudiendo hacer algo se desentiende, se lava las manos y “mira
para otro lado”.
Necesidad de medidas
urgentes
6 - La Argentina está
corriendo el riesgo de pasar a una situación de difícil retorno. Si la
dirigencia política y social no toma medidas urgentes costará mucho tiempo y
mucha sangre erradicar estas mafias que han ido ganando cada vez más espacio.
Es cierto que el desafío es enorme y el poder de corrupción y extorsión de los
grupos criminales es grande. Pero no es verdad que “nada se puede hacer”.
7 - La complejidad de
este tema es tal que solo será abordado eficazmente por medio de amplios
consensos sociales que deriven en políticas públicas de corto, mediano y largo
alcance. Pero perseguir el delito es tarea exclusiva e irrenunciable del
Estado. Recogemos también la preocupación por la desprotección de nuestras
fronteras, y por la demora en dotar de adecuados sistemas de radar a las zonas
más vulnerables.
Lamentamos que el
organismo del Estado dedicado a coordinar las políticas públicas en esta
materia (SEDRONAR) lleve tantos meses sin tener su responsable designado.
Pasión por el bien
8 - Muchos centros
educativos, clubes barriales y diversas ONG colaboran en la educación, prevención
y asistencia a las víctimas. Reconocemos gratamente la ardua tarea que se
desarrolla desde la Iglesia implementando en las diócesis la pastoral de
adicciones, promoviendo la contención de familias, el acompañamiento y la
reinserción social de los adictos. Valoramos de corazón el esfuerzo, la
dedicación y la entrega de tanta gente generosa que colabora en comunidades
terapéuticas. No obstante, como obispos somos conscientes de que no hemos sido
suficientemente eficaces en promover una pastoral que convoque y contenga a los
adolescentes y jóvenes. A su vez, seguimos alentando la creación de centros de
asistencia para quienes sufren la esclavitud de la adicción y les cuesta salir.
9 - Esta situación
está dejando un tendal de heridos que reclaman de parte de todos compromiso y
cercanía. Jesús nos pide que nos inclinemos ante quien sufre y que tratemos con
ternura sus heridas.
10 - San Pablo nos
enseña a “tener horror por el mal y pasión por el bien” (Rm 12, 9). Por eso no
debemos quedarnos solamente en señalar el mal. Alentamos en la esperanza a
todos los que buscan una respuesta sin bajar los brazos:
A las madres que se
organizan para ayudar a sus hijos.
A los padres que
reclaman justicia ante la muerte temprana.
A los amigos que no
se cansan de estar cerca y de insistir sin desanimarse.
A los comunicadores
que hacen visible esta problemática en la sociedad.
A los docentes que
cotidianamente orientan y contienen a los jóvenes.
A los sacerdotes,
consagradas, consagrados y laicos que en nuestras comunidades brindan espacios
de dignidad humana.
A los miembros de
fuerzas de seguridad y funcionarios de otras estructuras del Estado que aún a
riesgo de su vida no se desentienden de los que sufren. A todos los que
resisten la extorsión de las mafias.
Que no nos roben la
esperanza
11 - Es perverso
vivir del sufrimiento y de la destrucción del prójimo. Por eso anhelamos una
justicia más eficiente que erradique sin demoras la impunidad. Al mismo tiempo no
dejamos de pedir la conversión de los traficantes.
12 - A cada uno de
los que han caído en la droga, le decimos con el Papa Francisco: “Puedes
levantarte, puedes remontar; te costará, pero puedes conseguirlo si de verdad
lo quieres. Tú eres el protagonista de la subida, esta es la condición
indispensable. Encontrarás la mano tendida de quien te quiere ayudar, pero
nadie puede subir por ti”.
13 – No dejemos que
nos roben la esperanza, ni que se la arrebaten a nuestros jóvenes. Cuidémonos
los unos a los otros. Estemos particularmente cerca de los más frágiles y
pequeños. Trabajemos por una cultura del encuentro y la solidaridad como base
de una revolución moral que sostenga una vida más digna.
Que el Señor nos
ilumine y la Virgen de Luján nos ayude a cuidar el presente y el futuro de la
Nación.+
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