"La fe en Jesucristo
nos mueve a la verdad, la justicia y la paz"
Carta al pueblo de
Dios que los Obispos argentinos han dado a conocer en el marco de la 104º
Asamblea Plenaria (9 de noviembre de 2012)
Muy apreciados
hermanos y hermanas:
1. Como creyentes y
pastores, queremos ser servidores de la reconciliación, en medio del pueblo
argentino, y como parte de él. Estamos felices de haber recibido esta vocación.
Reconocemos sin embargo nuestra limitación y pobreza, para una tarea tan amplia
y exigente. Pero en este Año de la fe, renovamos nuestra confianza, “porque
Cristo es nuestra paz” (Ef 2,14). Él ha restablecido la paz por la sangre de su
cruz (cf Col 1,20).
2. La patria
argentina ha vivido momentos difíciles y críticos, a lo largo de sus doscientos
años de historia. Un tiempo especial de desencuentro y de enfrentamientos
dolorosos, fue la década del 70. Han pasado muchos años y siguen surgiendo
interrogantes acerca de los hechos ocurridos, y de la responsabilidad que
tuvieron personas e instituciones. Al volver sobre aquellos hechos, es preciso
tener en cuenta el contexto socio-político de la época, y los diversos actores
que entonces intervinieron.
Algunas afirmaciones
recientes, a partir de las declaraciones del ex-presidente “de facto” J. R.
Videla, atribuyen a quienes entonces conducían el Episcopado, alguna
complicidad con hechos delictivos. Como ha respondido el actual presidente de la Conferencia : que haya
habido “una suerte de connivencia es totalmente alejado de la verdad de lo que
hicieron los obispos involucrados en ese momento” [la presidencia del
Episcopado] (La Nación
5/8/12).
3. Conocemos los
sufrimientos y reclamos de la
Iglesia , por tantos desaparecidos, torturados, ejecutados sin
juicio, niños quitados a sus madres, a causa del terrorismo de Estado. Como
también sabemos de la muerte y desolación, causada por la violencia
guerrillera. No podemos ni queremos eludir la responsabilidad de avanzar en el
conocimiento de esa verdad dolorosa y comprometedora para todos. A pesar de que
la historia vivida no se deja desentrañar fácilmente, y tampoco la
responsabilidad que cabe a cada persona, nos queda la preocupación por
completar un estudio demorado pero necesario.
4. De nuestros
hermanos mayores, los obispos que nos precedieron, hemos recibido su palabra y
testimonio. Sobre su modo de actuar, volvemos con respeto, sin poder conocer a
fondo cuánto supieron personalmente de lo que estaba sucediendo. Ellos
intentaron hacer cuanto estaba a su alcance por el bien de todos, de acuerdo
con su conciencia y juicio prudencial. Por eso mismo, aun deseando penetrar más
en la verdad de los hechos y de las personas, consideramos conveniente recordar
algunos párrafos de su enseñanza, que al repasarla aparece lúcida y oportuna.
Reconocemos, además, que no todos los miembros de la Iglesia pensaron y
actuaron con idénticos criterios.
5. De entre tantas
declaraciones y publicaciones, ofrecemos algunos ejemplos: “Someter a una
persona a la tortura para arrancarle informaciones o confesiones ... siempre es
ilícito” (Declaración de la CEA ,
16/3/72). “No será vano reiterar que para todo cristiano, no excluidos quienes
ejercen autoridad, aún a costa de la eficacia inmediata, hoy como siempre y en
toda circunstancia conserva su valor ético: el fin no justifica los medios”
(Carta colectiva CEA, Reflexión cristiana para el pueblo de la Patria , 7/5/1977).
Unos años más tarde,
el documento Iglesia y Comunidad Nacional (1981), condenó de varias maneras
todo tipo de violencia. En síntesis: la lucha armada nunca es un camino
legítimo para la búsqueda de logros sociales, por más buenos que parezcan. Por
eso es reprobable la violencia ejercida por la guerrilla, que aún operando
durante el gobierno democrático, atentó contra la vida de personas e
instituciones. Pero menos aún puede legitimarse la violencia ejercida por el
Estado, fuera de la ley, ni por grupos paramilitares. Es el Estado el
responsable de tutelar los derechos de todos (cf ICN 33. 97. 133). Y en esa
ocasión dijeron los obispos: “Porque se hace urgente la reconciliación
argentina, queremos afirmar que ella se edifica sólo sobre la verdad, la
justicia y la libertad, impregnadas en la misericordia y en el amor” (ICN 34).
6. En el año 2000, la
celebración del gran Jubileo, fue una oportunidad importante e inspiradora, que
motivó a la Iglesia
a revisar su vida y a pedir perdón, como pocas instituciones lo hicieron. En
aquella ocasión, imploramos la misericordia de Dios: “porque en diferentes
momentos de nuestra historia, hemos sido indulgentes con posturas totalitarias,
lesionando libertades democráticas, que brotan de la dignidad humana”; y
también “porque con algunas acciones u omisiones hemos discriminado a muchos de
nuestros hermanos, sin comprometernos suficientemente en la defensa de sus
derechos” (Encuentro Eucarístico Nacional, Córdoba, septiembre del 2000).
7. Queremos estar
cerca de cuantos sufren todavía por hechos no esclarecidos ni reparados. Cuando
la justicia es demasiado largamente esperada, deja de ser justicia, y agrega
dolor y escepticismo. Sabemos que en miles de familias hay heridas abiertas y
angustiosas, por lo acontecido después del secuestro, detención o desaparición
de un ser querido. Compartimos el dolor de todos ellos y reiteramos el pedido
de perdón a quienes hayamos defraudado o no acompañado como debimos.
8. Nos sentimos
comprometidos a promover un estudio más completo de esos acontecimientos, a fin
de seguir buscando la verdad, en la certeza de que ella nos hará libres (cf Jn
8,32). Por ello nos estamos abocando a revisar todos los antecedentes a nuestro
alcance. Asimismo alentamos a otros interesados e investigadores, a realizarlo
en los ámbitos que corresponda. De nuestra parte, hemos colaborado con la
justicia, cuando se nos solicitó información, de la cual podíamos disponer.
Además, exhortamos a quienes tengan datos sobre el paradero de niños robados, o
conozcan lugares de sepultura clandestina, que se reconozcan moralmente
obligados a acudir a las autoridades pertinentes.
9. Seguimos
comprometidos y empeñados en promover la fraternidad y la amistad social en el
pueblo argentino, para lograr caminar juntos en la búsqueda del bien común. La
reconciliación no es “borrón y cuenta nueva”, y menos impunidad. Es necesario:
el empeño en la búsqueda de la verdad, el reconocimiento de cuanto sea
deplorable, el arrepentimiento de quienes sean culpables, y la reparación en
justicia de los daños causados (cf JUAN PABLO II, Jornada por la Paz 1997). También debemos
reconocer que el perdón y la reconciliación son dones de un Dios, que nos hace
hermanos.
10. En este Año de la
fe, que estamos comenzando con la
Iglesia en todo el mundo, y en el camino del Bicentenario de la Patria (2010-2016),
renovamos nuestra vocación de servidores de todos, en especial de los que más
sufren. La Virgen María ,
al pie de la cruz, experimentó el dolor por la muerte de su Hijo. A Ella le
pedimos que abrace con ternura a cuantos esperan el consuelo de la verdad, la
justicia y la paz.
Los obispos de la República Argentina
104º Asamblea
Plenaria, 9 de noviembre de 2012
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