A LOS PARTICIPANTES EN EL ENCUENTRO
“NARCÓTICOS: PROBLEMAS Y SOLUCIONES DE ESTA CUESTIÓN
MUNDIAL”
ORGANIZADO POR LA PONTIFICIA ACADEMIA DE LAS CIENCIAS
Jueves 24 de noviembre de 2016
Ilustres señores y señoras:
Saludo cordialmente a cada uno de los presentes y
agradezco las palabras que me ha dirigido el Presidente de la Pontificia
Academia de las Ciencias.
La droga es una herida en nuestra sociedad. Una herida
que atrapa a mucha gente en las redes. Ellas son víctimas que han perdido su
libertad para caer en esta esclavitud; esclavitud de una dependencia que
podríamos llamar «química». Es cierto que se trata de una «nueva forma de
esclavitud», como otras muchas que flagelan al hombre de hoy y a la sociedad en
general.
Es evidente que no hay una única causa que lleva a la
dependencia de la droga, sino que son muchos los factores que intervienen,
entre otros: la ausencia de familia, la presión social, la propaganda de los
traficantes, el deseo de vivir nuevas experiencias, etc. Cada persona
dependiente trae consigo una historia personal distinta, que debe ser
escuchada, comprendida, amada y, en cuanto posible, sanada y purificada. No
podemos caer en la injusticia de clasificar al drogadicto como si fuera objeto
o un trasto roto. Cada persona ha de ser valorada y apreciada en su dignidad
para poder ser sanada. La dignidad de la persona es lo que hemos venido a
encontrar. Siguen teniendo, y más que nunca, una dignidad en cuanto personas
que son hijos de Dios.
Y no es de extrañar que haya tanta gente que caiga en
la dependencia de la droga, pues la mundanidad nos ofrece un amplio abanico de
posibilidades para alcanzar una felicidad efímera, que al final se convierte en
veneno, que corroe, corrompe y mata. La persona se va destruyendo y, con ella,
a todos los que están a su alrededor. El deseo inicial de huida, buscando una
felicidad momentánea, se transforma en la devastación de la persona en su
integridad, repercutiendo en todas las capas sociales.
En este sentido, es importante conocer cuál es el
alcance del problema de la droga, -que es destructor, es esencialmente
destructor- y, sobre todo, la vastedad de sus centros de producción y de su
sistema de distribución. Las redes, que posibilitan la muerte de una persona.
La muerte no física, la muerte psíquica, la muerte social. El descarte de una
persona. Redes inmensas, poderosas, que van atrapando a personas responsables
en la sociedad, en los gobiernos, en la familia. Sabemos que el sistema de
distribución, más aún que la producción, representa una parte importante del
crimen organizado, pero un desafío es identificar el modo de controlar los
circuitos de corrupción y las formas de blanqueo de dinero. Están unidos, están
unidos. Para ello, no queda otro camino que el de remontar la cadena que va
desde el comercio de drogas en pequeña escala hasta las formas más sofisticadas
de lavado, que anidan en el capital financiero y en los bancos que se dedican
al blanqueo del dinero sucio.
Un juez de mi país empezó a trabajar en serio. Tenía
varios miles de kilómetros de frontera en su jurisdicción. Trabajar en serio
sobre el problema de la droga. Al poco tiempo recibió una foto de su familia,
en el correo: “Tu hijo va a tal escuela, tu esposa hace esto…”, nada más. Un
aviso mafioso. O sea, cuando se quiere buscar y ascender por las redes de
distribución, uno se encuentra con esa palabra de cinco letras: mafia. Pero en
serio. Porque, así como en la distribución se mata al que es esclavo de la
droga, en la consumación así también se mata a quien quiera destruir esta
esclavitud.
Es cierto que para frenar la demanda del consumo de
drogas se necesita realizar grandes esfuerzos e implementar amplios programas
sociales orientados a la salud, al apoyo familiar y, sobre todo, a la
educación, que considero fundamental. La formación humana integral es la
prioridad; ella da a las personas la posibilidad de tener instrumentos de
discernimiento, con los cuales puedan desechar las diferentes ofertas y ayudar
a otros. Esta formación principalmente está orientada a los vulnerables de la
sociedad, como pueden ser los niños y los jóvenes, pero también es valioso
extenderla a las familias y a los que sufren algún tipo de marginación. Sin
embargo, el problema de la prevención de la droga como programa siempre se ve
frenado por mil y un factor de ineptitud de los gobiernos: por un sector del
gobierno de acá, de allá o de allá. Y programas de prevención de droga casi no
existen exitosos. Y una vez que avanzó, y ya se radicó en la sociedad, es muy
difícil. Pienso en mi patria: hace 30 años era un país de tránsito; después, de
consumo, y hasta algo de producción. En 30 años. Este es el progreso que se da
gracias al compromiso mafioso de los responsables…
Si bien la prevención es camino prioritario, es
fundamental también trabajar por la plena y segura rehabilitación de sus
víctimas en la sociedad, para devolverles la alegría y para que recobren la
dignidad que un día perdieron. Mientras esto no esté asegurado, también desde
el Estado y su legislación, la recuperación será difícil y las víctimas podrán
ser re-victimizadas.
El más necesitado de nuestros hermanos, que
aparentemente no tiene nada para dar, lleva un tesoro para nosotros: el rostro
de Dios, que nos habla y nos interpela. Les animo a que sigan adelante con su
labor y concreten, dentro de sus propias posibilidades, las felices iniciativas
que han emprendido al servicio de los que más sufren en este campo de guerra.
La lucha es difícil, y siempre que uno da la cara y empieza a trabajar, en esto
corre el riesgo de ese juez de mi patria de recibir una cartita con alguna
insinuación. Pero estamos defendiendo a la familia humana, defendiendo a los
jóvenes, a los niños. Como se dice en el campo: “Defendiendo la cría, defiendo
el futuro”. No es una cosa de disciplina momentánea, es una cosa que se
proyecta hacia delante.
Muchas gracias por lo que hacen.
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