Discurso a Academias Pontificias

Discurso Benedicto XVI en la Audiencia a los miembros de las Academias Pontificias en Sesión Pública 28 de enero de 2010 Señores cardenales, venerados Hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio, ilustres Presidentes y Académicos, Señoras y señores Estoy contento de acogeros y de encontraros, con ocasión de la Sesión Pública de las Pontificias Academias, momento culminante de las múltiples actividades del año. Saludo a monseñor Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo de Coordinación entre las Academias Pontificias, y le agradezco las corteses palabras que me ha dirigido. Extiendo mi saludo a los presidentes de las Academias Pontificias, a los Académicos y a los Socios presentes. La Sesión Pública de hoy, durante la cual se ha entregado, en mi nombre, el Premio de las Pontificias Academias, toca un tema que, en el ámbito del Año Sacerdotal, reviste particular importancia: "La formación teológica del presbítero". Hoy, memoria de santo Tomás de Aquino, gran Doctor de la Iglesia, deseo proponeros algunas reflexiones sobre las finalidades y sobre la misión específica de las beneméritas Instituciones culturales de la Santa Sede de las que formáis parte y que tienen una variada y rica tradición de investigación y de compromiso en diversos sectores. Los años 2009-2010, de hecho, para algunas de ellas, están marcados por un aniversario específico, que constituye un ulterior motivo para dar gracias al Señor. En particular, la Pontificia Academia Romana de Arqueología recuerda su fundación, que tuvo lugar hace dos siglos, en 1810, y su transformación en Academia Pontificia, en 1829. La Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino y la Pontificia Academia Cultorum Martyrum han recordado su 130° año de vida, al haber sido ambas fundadas en 1879. La Pontificia Academia Mariana Internacional ha celebrado, también, el 50 aniversario de su propia transformación en Academia Pontificia. Las Pontificias Academias de Santo Tomás de Aquino y de Teología han recordado, finalmente, el decenio de su renovación institucional, sucedida en 1999 con el Motu proprio Inter munera Academiarum, que se publicó precisamente el 28 de enero. Muchas ocasiones, por tanto, para volver al pasado, a través de la lectura atenta de los pensamientos y de las acciones de los Fundadores y de cuantos se prodigaron por el progreso de estas instituciones. Pero la mirada retrospectiva del glorioso pasado no puede constituir la única aproximación a estos acontecimientos, que recuerdan sobre todo el deber y la responsabilidad de las Academias Pontificias de servir fielmente a la Iglesia y a la Santa Sede, renovando en el presente su rico y diversificado empeño, que ya ha producido preciosos frutos, incluso en el pasado reciente. La cultura contemporánea, y aún más los propios creyentes, de hecho, solicitan continuamente la reflexión y la acción de la Iglesia en los diversos ámbitos en los que surgen nuevas problemáticas y que constituyen también sectores en los que trabajáis, como la búsqueda filosófica y teológica; la reflexión sobre la figura de la Virgen María; el estudio de la historia, de los monumentos, de los testimonios recibidos en herencia por los fieles de las primeras generaciones cristianas, comenzando por los mártires; el delicado e importante diálogo entre la fe cristiana y la creatividad artística, al que quise dedicar el Encuentro con personalidades del mundo del arte y de la cultura, que tuvo lugar en la Capilla Sixtina el pasado 21 de noviembre. En estos delicados espacios de investigación y compromiso, estáis llamados a ofrecer una contribución cualificada, competente y apasionada, para que toda la Iglesia, y en particular la Santa Sede, pueda disponer de ocasiones, de lenguajes y de medios adecuados para dialogar con las culturas contemporáneas y responder eficazmente a las preguntas y a los desafíos que la interpelan en los diversos ámbitos del saber y de la experiencia humana. Como he afirmado muchas veces, la cultura de hoy se resiente fuertemente, tanto de una visión dominada por el relativismo y el subjetivismo, como por métodos y actitudes a veces superficiales e incluso banales, que dañan la seriedad de la investigación y de la reflexión y, en consecuencia también el diálogo, la comparación y la comunicación interpersonal. Parece, por tanto, urgente y necesario volver a crear las condiciones esenciales de una capacidad real de profundización en el estudio y en la investigación, para que se dialogue racionalmente y se confronte eficazmente sobre las diversas problemáticas, en la perspectiva de un crecimiento común y de una formación que promueva al hombre en su integridad y compleción. A la carencia de puntos de referencia ideales y morales, que penaliza particularmente la convivencia civil y sobre todo la formación de las generaciones jóvenes, debe corresponder una oferta ideal y práctica de valores y de verdades, de razones fuertes de vida y de esperanza, que pueda y deba interesar a todos, sobre todo a los jóvenes. Este compromiso debe ser particularmente imperativo en el ámbito de la formación de los candidatos al ministerio ordenado, como lo exige el Año Sacerdotal y como lo confirma la feliz decisión de dedicarle vuestra Sesión Pública anual. Una de las Academias Pontificias está dedicada a Santo Tomás de Aquino, el Doctor Angelicus et communis, un modelo siempre actual en el que inspirar la acción y el diálogo de las Academias Pontificias con las distintas culturas. Él, de hecho, consiguió instaurar una confrontación fructífera tanto con el pensamiento árabe como con el judío de su época y, haciendo tesoro de la tradición filosófica griega, produjo una extraordinaria síntesis teológica, armonizando plenamente la razón y la fe. Él dejó ya en sus contemporáneos un recuerdo profundo e indeleble, precisamente por la extraordinaria finura y agudeza de su inteligencia y la grandeza y originalidad de su genio, además de por la luminosa santidad de su vida. Su primer biógrafo, Guillermo de Tocco, subraya la extraordinaria y penetrante originalidad pedagógica de santo Tomás, con expresiones que pueden inspirar también vuestras acciones: fray Tomás – escribe – “en sus lecciones introducía nuevos artículos, resolvía cuestiones de un modo nuevo y claro con nuevos argumentos. En consecuencia, quienes le escuchaban enseñar tesis nuevas y tratarlas con método nuevo, no podían dudar de que Dios le hubiese iluminado con una luz nueva: de hecho, ¿se pueden acaso enseñar o escribir opiniones nuevas si no se recibe de Dios una inspiración nueva?” (Vita Sancti Thomae Aquinatis, en Fontes Vitae S. Thomae Aquinatis notis historicis et criticis illustrati, ed. D. Prümmer M.-H. Laurent, Tolosa, s.d., fasc. 2, p. 81). El pensamiento y el testimonio de santo Tomás de Aquino nos sugieren estudiar con gran atención los problemas emergentes para ofrecer respuestas adecuadas y creativas. Confiados en la posibilidad de la “razón humana”, en la fidelidad plena al inmutable depositum fidei, es necesario – como hizo el "Doctor Communis" – recurrir siempre a las riquezas de la Tradición, en la constante búsqueda de la “verdad de las cosas”. Por esto, es necesario que las Pontificias Academias sean hoy más que nunca Instituciones vitales y vivaces, capaces de percibir agudamente tanto las preguntas de la sociedad y de las culturas, como las necesidades y las expectativas de la Iglesia, para ofrecer una contribución adecuada y válida y promover así, con todas las energías y los medios a disposición, un auténtico humanismo cristiano. Agradeciendo, por tanto, a las Academias Pontificias por su dedicación generosa y por su constante empeño, auguro a cada una que enriquezca las historias y tradiciones individuales con proyectos nuevos y significativos a través de los cuales proseguir, con empuje renovado, la propia misión. Os aseguro un recuerdo en la oración y, al invocar sobre vosotros y sobre las Instituciones a las que pertenecéis la intercesión de la Madre de Dios, Sedes Sapientiae, y de Santo Tomás de Aquino, os imparto de corazón la Bendición Apostólica.

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